El Atlético de Madrid tiene cuatro capitanes. Por orden, desde la salida de Gabi, el testigo lo han recogido Diego Godín, Koke, Griezmann y Juanfran. El quinto debería ser Saúl. Por sentimiento de pertenencia, por años en el club, por historia y por comprender a las mil maravillas lo que es la marca Atlético de Madrid.
El multiusos que tiene Simeone en el ‘8’ no está pasando por su mejor temporada. Y eso cuesta decirlo si uno echa la vista atrás unos meses y recuerda el papel que hizo en los primeros partidos de Luis Enrique como seleccionador. Saúl y Asensio, Asensio y Saúl, eran entonces los jugadores más determinantes de una selección necesitada de cariño y resultados tras la debacle rusa. Porque, después de ver todo el Mundial desde el banquillo y sin un solo minuto otorgado por Hierro, el colchonero se desquitó en cuanto le dieron la alternativa con dos goles en sus dos primeros partidos con el nuevo seleccionador.
Y claro, aparecieron las entrevistas, los reportajes, los programas especiales de radio… ¿quién le iba a poner el freno a Saúl? Lo cierto es que, pasan los meses, y estamos en la 2018-2019 ante la versión más sombría del futbolista. Quizás quemado por su polivalencia, arma de doble filo, Saúl ha tenido que jugar este año por exigencias del guion de pivote defensivo, de centrocampista, de interior por ambas bandas y de lateral izquierdo. Incluso, en más de un partido, ha pasado por tres posiciones distintas y totalmente radicales.
Las lesiones han hecho que Simeone tirase de su chico para todo en beneficio del equipo como un parche pero eso ha derivado en escasa brillantez individual. Vamos, que el canterano está poco menos que loco.
Pero ahora llega su momento, las eliminatorias. Porque si Saúl, todocampista completo, se ha caracterizado por algo en los últimos años, es por aparecer en las situaciones importantes, por marcar goles solitarios (golazos solitarios, mejor dicho) que valen el doble de lo normal. Porque Saúl fue quien marcó el gol de la victoria en la Supercopa en verano. También quien, hace dos años, apareció en Leverkusen para encaminar la eliminatoria de octavos, marcó en Leicester para sellar el pase a cuartos y quien dio esperanza en las semifinales ante el Real Madrid poniendo el 2-0.
Claro que su historia ya venía de atrás, cuando exhibió músculo y técnica para, con un soberbio golazo, destrozó al Bayern de Múnich en el único gol del partido de la ida de semifinales, que a la postre fue crucial para la clasificación a la final. Ahora que el Atlético empieza a recuperar efectivos, o al menos eso parece, Saúl debería volver a encontrar la regularidad y, con su posición asentada en la medular, brillar como siempre lo ha hecho.
Hay jugadores elegidos para momentos puntuales y decisivos y el canterano rojiblanco parece haber nacido para ello. Acostado en ambos costados o llegando desde la medular, Saúl amenaza a sus rivales, ansía y necesita empezar a engordar unas cifras goleadoras que se antojan escasas para él (apenas lleva tres tantos este curso). Y no hay mejor manera que hacerlo en su mejor escenario, los partidos del KO. Próxima parada: Juventus. Better call Saul.