El Millwall es uno de los equipos más populares de Europa, sin necesidad de codearse con las élites del fútbol. Un club marcado por su esencia.
Es medio día y la gente se prepara para comer por el barrio de Lewisham. Un área de clase obrera, donde la humildad abandera la identidad de su gente. The Millwall coffee shop atiende a unos hambrientos mecánicos que trabajan en los talleres situados en las inmediaciones de The Den -hogar del Millwall-. Varios jubilados toman unas cervezas y comparten anécdotas en la puerta 15 del estadio, mientras saludan a un miembro del cuerpo técnico. Están todos en casa y en familia.
‘Este club es una identidad. Hay una conexión inquebrantable entre nuestra historia, el barrio y el equipo’, explica Dave Sullivan, miembro del staff del Millwall e historiador sobre fútbol inglés. Los aficionados viven un sentimiento de pertenencia más allá de los resultados, sobrepasando la forma de vida, cada aficionado es el león del escudo.
El Millwall descendió a League 1 hace dos temporadas y su asistencia no ha variado, sigue fija en 10.000 fieles al equipo. Todos están juntos bajo la etiqueta de ‘No one likes us‘ -nadie nos quiere-, y no les importa. Son conscientes de que su club no despierta mucha simpatía por el resto de Inglaterra, pero poco pueden hacer. Son presos del ayer.
Desde los años 60, el nombre del Millwall ha sonado más allá de lo deportivo, una repercusión manchada por los actos violentos que abanderaban gran parte de sus aficionados. ‘Cuándo digo que soy del Millwall, la gente se sorprende o guarda silencio. Jamás debería ser así‘, explica Dave. Los aficionados del club londinense se han ganado la fama de agresivos y, en ocasiones, salvajes por la gravedad de sus actos. Algo que no puede achacarse a un problema generacional, ya que ha estado presente a lo largo de la historia del club.
El nivel económico del Millwall es totalmente opuesto a la mayoría de sus vecinos, no compiten por los mismos objetivos, pero eso no quita el sueño a sus fans. Muchos ganan títulos, van a Europa o fichan a estrellas, por Lewisham saben ser felices solo con ver a su equipo clasificarse para la promoción de ascenso a Championship. ‘Hay que saber sonreír con lo que uno tiene y no pensar en lo que te falta‘.
‘Londres, con dinero, puede ser maravilloso. Si eres humilde, te toca dejarte la piel’, comenta el directivo del Millwall. Una frase que hace referencia a ‘los adinerados’ -cómo denominan a los equipos con muchos ingresos- de Londres y, en especial, al West Ham. Su máximo rival y con el que comparten un odio atroz.
Su rivalidad se remonta a los tiempos previos a la Primera Guerra Mundial. Ambos equipos estaban asociados a fábricas donde, jugadores y aficionados, trabajaban o estaban vinculados. Antiguamente, el Millwall F.C. estaba ubicado en la Isla de los Perros – una zona envuelta por el Támesis. El club estaba ligado a The West India, South and Millwall docks, destinadas al enlatado y manufactura de productos. Sus vecinos del West Ham se asentaban al este, no muy lejos de su zona y sus aficionados trabajaban en The Royal docks, especializadas en tratamiento del metal e industria pesada -por esto comenzó su famoso apodo ‘The Irons’-.
Los pequeños roces entre fábricas era habitual, ambos equipos tenían la fama de poseer los jugadores más agresivos de la ciudad. La enemistad se fue cultivando entre 1888 y 1914. Durante estos años Millwall Rovers y Times Ironworks -nombre inicial del West Ham- se enfrentaron hasta en sesenta ocasiones. Las peleas, lesionados y agresiones copaban las páginas de los periódicos durante aquellos choques. Una pequeña rivalidad que se fue acrecentando por la intensidad empleada dentro del campo.
En 1926 todo estalló por los aires. A raíz de algo que, en aquella época, debía ser respetado. Los trabajadores de The Royal docks organizaron una huelga para protestar por las condiciones laborales que sufrían, los del Millwall se unieron en un principio. Pasados los días, estos decidieron romperla y no secundarla, llegando a actuar de esquiroles. Este gesto enfureció a los trabajadores acérrimos del West Ham, lo que marcó el comienzo de una antipatía eterna.
El paso de los años no apaciguó esta rivalidad. La bola se ha ido haciendo cada vez más grande y nadie la puede controlar. Dave Sullivan expresa, con tono triste, su disconformidad sobre una rivalidad que ‘mucha gente no la logra entender, debió quedar enterrada hace años. En 1910, el equipo trasladó su estadio al otro lado del río -abandonaron la Isla de los Perros-, ambos equipos dejaron de ser vecinos, pero todo siguió intacto. Por cercanía, lo lógico sería ser enemigos del Crystal Palace – a 11 km.- o Charlton – a 8 km.-. Ahora es algo irremediable’.
El episodio que remarcó la pésima relación entre ambos equipos tuvo lugar en 1976. El Millwall jugaba ante el Leyton Orient, mientras que el West Ham lo hacía en Charlton -dos partidos entre cuatro equipos de Londres-. El destino unió a ambas hinchadas en el metro mientras viajaban a sus respectivos destinos. Unos aficionados ‘Hammers‘ atacaron a sus contrincantes en la estación de New Cross. Durante la pelea, Ian Pratt falleció al ser atropellado por un tren. Nadie sabe si fue arrojado o un mero accidente. Este suceso llenó de cólera a los aficionados del Millwall, los cuales juraron venganza ante este suceso.
Dos años después, se volvieron a enfrentar. Los hinchas más radicales del Millwall repartieron panfletos donde pedían cobrarse la revancha por la muerte de su compañero. Durante todo el día, la presencia policial fue masiva, se triplicó la seguridad para evitar incidentes. Las tensiones y agresiones fueron inevitables, pero los ‘hooligans’ no se cobraron su cometido y no hubo males mayores.
‘Si quieren pelear lo tienen muy fácil. Fundan un club de boxeo y se vacían. El fútbol no es esto‘, comenta Dave mientras frunce el ceño. Los antecedentes del Millwall han empañado su imagen, algo que lleva sucediendo desde hace varias décadas. A finales de los años sesenta fue su época de mayor repercusión por sucesos relacionados con su furia. Durante este periodo, fraguaron su conocido eslogan ‘No one likes us‘ -nadie nos quiere-, una frase que sintetiza su esencia.
Uno de sus episodios más recordados tuvo lugar en 1972, el Millwall veía de cerca su ascenso a First Division. The Den soñaba con llegar a la élite del fútbol inglés, pero para ello el Birmingham debía de perder ante el Sheffield Wednesday. Faltaban cinco minutos y los londinenses acariciaban el cielo, sus rivales por el ascenso perdían por un gol y quedaba poco tiempo para el final.
El Birmingham empató en Hillsborough, el Millwall se quedaba en Segunda, pero la noticia no llegaría hasta diez minutos después de la conclusión del encuentro. Cerca de 10.000 aficionados celebraron en el campo lo que ellos creían que era la realidad, hasta que el marcador les despertó de su fantasía. El silencio se apoderó de The Den, debían de esperar a que el Birmingham perdiera un partido de los dos que le quedaban -tenían dos choques aplazados-.
El partido que decidía todo se disputaba en Birmingham ante el Leyton Orient. Se desplazaron cerca de 100 aficionados del Millwall para presenciar un partido, a 193 kilómetros de distancia, sin que jugase si equipo. Los locales ganaros y ascendieron, lo que provocó la furia de los ‘Lions‘ desplazados. Saltaron al campo provocando disturbios y coparon las páginas de la prensa deportiva.
No solo hay violencia por parte de un amplio sector de los aficionados ‘Lions‘, también hay casos de cánticos racistas. Ante el Tottenham, se pudieron escuchar diversas consignas que afectaban al jugador surcoreano Son. ‘El único color que debe importar es el azul y el blanco, el resto no debemos de fijarnos’, explica Dave ante un problema que aún sigue azotando al fútbol actual. ‘Hace muchos años que no se escuchan gritos racistas en The Den. Fuera de casa ese problema ocurre. Desgraciadamente, tendrá que pasar mucho tiempo para erradicarlo’.
El pasado ha forjado la identidad del Millwall. No es un club o una reputación, es la cultura de la mayoría de sus aficionados. Saben que no gustan, son el enemigo, y, esa forma de ser, les satisface. El club condena cualquier acto de violencia -sea física o verbal-, pero entiende y acepta la forma de ser y filosofía de sus ‘Supporters‘.
Desde pequeños saben que es un club diferente, especial. Ante el Leicester se dio una imagen muy chocante. Abuelos con sus nietos, padres con hijos en brazos y tantas generaciones, juntas sobre el césped mientras celebraban ante la afición del Leicester su eliminación del a FA Cup. Una imagen así evidencia que no es un grupo, o una generación, es una actitud. ‘La gente del Millwall ha aprendido a ser feliz con muy poco. Celebran un corner, hasta incluso una entrada fuerte a un oponente. Haber eliminado al campeón de Inglaterra fue emocionante para todos nosotros’, comenta Dave orgulloso, mientras rememora el gol de Cummings a los ‘Foxes‘.
El descenso a League 1 supuso un retroceso para el Millwall como institución. En esta categoría, los ingresos son menores, los rivales menos atractivos y la imagen del club se debilita de cara a los mercados. Dave Sullivan explica que ‘es muy complicado volver a ver al Millwall en Premier, al menos a corto plazo. El objetivo no es otro que aspirar a Championship y desde esta categoría crecer en la buena dirección. Hay que desarrollar la marca, sin perder la identidad. Cada vez hay más clubes que se desprenden de sus tradiciones para convertirse en grandes corporaciones. Jamás querríamos eso‘.
Humildad, tradición y una cultura propia, única e inquebrantable. Las extensas sombras de lo extradeportivo se han apoderado de un modesto club al otro lado del río Támesis. El Millwall avanza esperanzado hacia un futuro marcado por el ayer.
Periodismo y Comunicación audiovisual. Apasionado de lo que hay detrás del fútbol.
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