Baloncesto

Mike D'Antoni, la leyenda detrás del small ball

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El aficionado al baloncesto conoce perfectamente a Mike D’Antoni y seguro que, rápidamente, asocia su nombre al lanzamiento de tres y al small ball. Ese estilo sin jugadores “grandes” que está llevando al extremo en los Houston Rockets y con el que anteriormente maravilló en los Phoenix Suns, donde entregó las llaves del equipo a Steve Nash.

Y como ya ocurrió con el base canadiense, que bajo su tutela consiguió dos galardones como jugador más valioso de la NBA, James Harden también ha explotado todo su potencial con D’Antoni en el banquillo. El MVP de 2018 y unos registros anotadores absolutamente históricos dan fe de ello. ¿Casualidad? No lo creo.

En un caso cercano, podemos destacar la figura de Laso. Con el vitoriano en el banquillo del Real Madrid, bases como Sergio Rodríguez, Sergio Llull o Facu Campazzo han alcanzado su mejor nivel. Todos coinciden en destacar el pasado del técnico como jugador y la visión que les ha dado de la posición. Una reflexión que bien podrían hacer Nash o Harden teniendo en cuenta el pasado de Mike D’Antoni como jugador. Porque, aunque a algunos les pueda sorprender, es una leyenda.

La carrera del ahora técnico de los Rockets no tuvo un comienzo fácil. Tras ser elegido en segunda ronda del draft de 1973 por los Kings, se pasó cuatro temporadas intentando hacerse un hueco entre la NBA y la extinta ABA. La falta de oportunidades le llevó a probar suerte en el extranjero y su destino fue Milán, donde terminó su carrera y, precisamente, se convirtió en leyenda.

D’Antoni llegó a Italia en la temporada 77-78, en pleno apogeo del baloncesto transalpino. De las últimas ocho Copas de Europa, cinco habían sido para Varese. Al equipo liderado por Meneghin todavía le dio tiempo a disputar otras tres finales en lo que restaba de década. En lo que respecta al Olimpia Milano, el proyecto estaba en formación y poco a poco se fueron sumando piezas que terminaron convirtiéndolo en ganador.

Tras la llegada del base, el siguiente en sumarse fue Dan Peterson. El técnico estadounidense venía de ganar un par de títulos con la Virtus en una época de claro dominio de Varese. El momento clave llegó en 1981, cuando Olimpia Milano se hizo con los servicios de un joven Roberto Premier y, sobre todo, de Dino Meneghin. El pívot contaba ya en su palmarés con cinco Copas de Europa, una Copa Korać, dos recopas, siete Legas, cuatro Copas de Italia, tres Mundiales de clubs y una plata olímpica, conseguida el año antes en Moscú. Casi nada.

Pese a llegar con 31 años, el interior dotó al Olimpia Milano de la calidad y el carácter ganador que le faltaba, llevándolo a ganar la liga en su primer curso en el equipo. Mike D’Antoni probaba el sabor de la victoria a los 31 años. Y le dio tiempo a más… a bastante más. Los años venideros sirvieron al conjunto de Dan Peterson para seguir sumando títulos nacionales; pero, mientras Cantú, contra el que perdieron la final del 83, y la Virtus de Roma se sumaban al éxito continental que la década anterior tuvo Varese, los de Milán no conseguían alcanzar la gloria europea.

Como ocurrió en el año 81 con la llegada de Meneghin, fue otro fichaje el que cambió la historia. Lo que ya era un muy buen equipo sumó a sus filas el talento de otro veterano jugador: Bob McAdoo. El interior estadounidense llegó en muy buena forma pese a su edad (35) y habiendo sido campeón de la NBA recientemente (82 y 85como integrante de los Lakers del showtime. Evidentemente, sus mejores años habían pasado, pero Milán se hizo con todo un MVP de la NBA que llegaba para seguir sumando títulos.

El efecto fue inmediato. La primera temporada juntos de D’Antoni, Meneghin y McAdoo terminó con Olimpia Milano proclamándose campeón de Europa tras vencer a Maccabi en la final. Mike, que era el cerebro de ese equipo en la pista, terminó el choque eliminado y con un enfado bastante considerable. Como curiosidad, en esa plantilla estaba Vittorio Gallinari, padre del NBA Danilo Gallinari.

Tras el éxito continental, Dan Peterson dejó paso en el banquillo italiano a su asistente Franco Casalini. Se da la circunstancia de que, al comienzo de la temporada 87-88, el técnico (35) es menor que varios de sus jugadores: D’Antoni (36), Meneghin (37) y McAdoo (36). Pese a la veteranía de esos hombres clave, el Olimpia Milano volvió a sumar títulos nacionales y llegó a la Final Four, formato de competición que se recuperaba tras dos décadas. El base no pudo brillar en las semifinales frente al Aris, pero sí lo hizo en la final con 17 puntos. El conjunto de Milán conseguía su segunda Copa de Europa consecutiva ante el mismo rival, el Maccabi israelí.

D’Antoni, que es descendiente de italianos por parte de padre, se nacionalizó y jugó el Eurobasket del 89 con la selección transalpina. Italia terminó el torneo como cuarta tras perder en semifinales con Yugoslavia y en el 3er y 4º puesto con la URSS. Esa temporada fue, además, la de su último título como jugador. Esa Lega significó el final de un equipo para la historia. El año siguiente sirvió de despedida, poniendo un punto y aparte tanto para él como para el equipo.

En el año 90, tanto Meneghin como McAdoo abandonaron el equipo, aunque siguieron jugando pese a rondar los 40 años. D’Antoni tomó un camino distinto, el de los banquillos. Con 39 años, Il Bafo (‘El bigotes’, en italiano) dijo adiós a las pistas como uno de los mejores jugadores de la historia del Olimpia Milano y se convirtió en el líder desde el banquillo. En el mismo equipo donde forjó su leyenda, y en el cual tiene retirado su dorsal número ocho, comenzó su exitosa carrera de entrenador.

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