Si tuviera que definir una palabra para la sanción impuesta por la Comisión Permanente de la Comisión Estatal contra la Violencia, el Racismo, la Xenofobia y la intolerancia en el Deporte, sería injusta. Pero tras desprenderme del término más adecuado, me vienen a la mente muchos otros.
El Sevilla FC es sancionado con 120000 euros por fomentar las actividades de un grupo violento -ésto dice el comunicado-, dejando desplegar en Gol Norte dos pancartas diferentes a las autorizadas en primera instancia en el partido de Copa del Rey ante el Real Betis. Dicho de otra forma, Sevilla y Andalucía vuelven a ser atacadas por un comité que mira hacia otro lado cuando los hechos acontecen en estadios con mayor repercusión mediática. La indiganción del Sevilla es la indignación del aficionado andaluz, que ve cómo sus estadios son cerrados, cómo sus clubes son maltratados una y otra vez desde la capital de España, mientras se muestran banderas con sospechosas ideologías políticas en un estadio, o se dejan caer cabezas de cochinillo en otro.
Y todo, para que los dirigentes de dichos comités sigan comiéndose el ‘arroz con habichuelas’ tranquilamente, sin haber dañado lo más mínimo a los clubes intocables. Y es que la sanción no es un toque de atención. La sanción es una provocación, un desprecio y un insulto al sevillismo. La sanción es una bofetada al fútbol que va más allá de Real Madrid o FC Barcelona. La sanción golpea con la mano abierta al aficionado que aporta color y musicalidad a unas gradas cada vez más vacías a causa de los dichosos ‘horarios chinos’. La sanción perjudica al fútbol y no al Sevilla FC, que por supuesto recurrirá la sanción a través de sus servicios jurídicos.
Y después de ‘injusto’, hay que decir indignante, humillante, degradante, vejatorio, ruín y mezquino. Exagerado, desmesurado, desorbitado, desmedido y abusivo. Se formó la gozadera…
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