Corren tiempos de oscuridad en la Argentina futbolística. Más bien hace tiempo que la luz se apagó. Quizá el foco mediático se centró demasiado en Leo Messi, dios a lo largo y ancho del planeta; ser terrenal en su patria. Pero, ¿cuánta parte de responsabilidad tiene el mejor jugador del mundo en la dramática situación de Argentina? Que Messi es absolutamente esencial en su selección a la vista está. Los números son poderosos testigos de cuánto daño hace su ausencia, pero Argentina debería de plantearse, firmemente, de una vez por todas, si el peso que recae sobre la figura de Messi hace bien a su propio estatus. Al de Argentina. Al de todo el fútbol argentino. El país ha puesto todas sus miradas en el delantero del Barcelona, casi a modo de gurú espiritual. Messi tiene algo de eso, por supuesto, pero quítense de una vez la venda de los ojos y ábranlos bien. Messi es humano. Siento molestar a quien le tenga en los altares, pero Messi siente y padece. Está expuesto a las injerencias del entorno.
En los últimos tiempos, el fútbol en Argentina languidece. Aquellos campos donde se cultivaban cosechas que abastecían a toda Europa se han secado. Hay una crisis institucional y deportiva galopante. La Asociación del Fútbol Argentino (AFA) es un barco a la deriva y ni siquiera se atisba un cambio radical de rumbo en un futuro próximo. La liga Argentina comenzó con meses de retraso por la incapacidad de las instituciones para ponerse de acuerdo y los jugadores reclaman unos derechos que han sido flagrantemente vulnerados. Por otra parte, los clubes padecen acuciantes problemas económicos y nadie augura una solución permanente. Pero el único problema parece ser Messi. Argentina carece de un proyecto. Tanto a nivel de clubes como a nivel de selección. Todavía nadie ha alcanzado a descifrar a qué juega. Es una de las grandes causas que justifican el bajo rendimiento de estrellas internacionales como Di María, Higuaín, Agüero… y así un sinfín de nombres propios que reducen ostensiblemente su rendimiento cuando se enfundan la albiceleste.
La FIFA sancionó a Messi por insultos al juez de linea | JUAN MABROMATA/AFP/Getty Images
La situación es tan grave, que, a día de hoy, la participación de Argentina -una de las favoritas a todo a priori- en el próximo Mundial de Rusia 2018 está en el aire. Los futbolistas que acuden con Argentina sienten una presión mediática insostenible en numerosos casos, y pesa como una losa sobre la totalidad de la sociedad las tres finales perdidas consecutivas (Mundial 2014 y Copas de América 2015 y 2016). Argentina debe levantarse a la mayor brevedad posible. Ya. Tiene una exquisita materia prima, pero debe reconducir con premura su situación. Utilizar todas sus herramientas con coherencia. Entristece enormemente desde fuera ver a un pueblo que vio nacer a Maradona o a Messi desangelado. Desnortado. Desorientado. Decepcionado. Sin identidad. Quizá ahora lo único importante sea conseguir el pase al próximo Mundial sea como sea, pero merecerá la pena reflexionar en cuanto escampe el temporal. Que impere la cordura de una vez por todas. Eso sí, nunca den por muerta a Argentina… La historia de los torneos internacionales está plagada de campeones que hicieron clasificaciones nefastas. Hoy, todo el planeta fútbol llora por ti, Argentina.