Cae la noche en París, y un italiano de ojos azules que a duras penas supera el metro y medio de altura, comienza a gobernar el partido como si lo estuviera viendo desde lo más alto de la Torre Eiffel. A la mañana siguiente, cuando el olor a mantequilla del croissant ya invade todas las esquinas de la ciudad y la barahúnda se ha apoderado de los cafés, la gente no habla de otra cosa: de lo bueno que es Marco Verratti, el ángel regordete que con sus flechas ha enamorado a una afición huérfana de grandes éxitos en los últimos años. Fruto del invernadero checoeslovaco de Zdenek Zeman, el preparador que apostó por él para sacar al Pescara de las procelosas aguas de la Serie B. Y lo consiguió. Su temporada 2011-12 jugando como regista fue una maravilla y sin haber pasado por la división de oro del fútbol italiano, cambió la dulce brisa marina del Adriático por la inestabilidad meteorológica de París a razón de 12 millones de euros.
Los aficionados parisinos se preguntaban quién era aquel enano por el que habían pagado tanto dinero; un completo desconocido fuera de la comunidad parabólica. El hecho de ser presentado el mismo día que Zlatan Ibrahimovic no ayuda mucho y como era de esperar, el sueco acaparó todos los focos. Al final, la primera rueda de prensa de Verratti como nuevo jugador del PSG se convirtió en un pequeño tentempié a la espera del gran banquete: la presentación del beatificado jugador escandinavo. Obviamente, Zlatan tampoco sabía quién era Verratti y el sueco le soltó un “así que tú eres el pequeñín que ha estado malgastando mi tiempo” cuando el transalpino finalizó su rueda de prensa. Sin embargo, desde que Verratti pisó el Parque de los Príncipes, las huestes parisinas no se han olvidado de su nombre y entre la pléyade de estrellas del balón que han ido llegando a París gracias al dinero catarí, el natural de Pescara no se ha mostrado timorato en ningún momento.
Con la llegada de Carlo Ancelotti al conjunto galo y tras el intento fallido de intentar convencer a Pirlo para irse con él, Ancelotti -el entrenador con el que finalmente salió de la maceta para echar raíces en el centro del campo- encontró en Verratti al futbolista perfecto para unir y leer el juego. Con Carlo fue puliendo las pequeñas aristas que le quedaban y las pérdidas de balón en zonas comprometidas y la sobrexcitación pronto pasaron a mejor vida. Los rutilantes fichajes continuaban llegando sin cesar, pero en el Parque de los Príncipes había nacido un rey.
Bajo la tiza de Laurent Blanc, el centrocampista italiano se ha convertido en una pieza fundamental del PSG, y a sus 22 años ya puede presumir de tener tres Ligue 1 cosidas en su blusón y de haber disputado un mundial. Rêvons plus grand (soñamos más grande), dice uno de los eslóganes que preside las gradas del estadio, y es así, gracias en parte al más canijo de la clase. El timonel del Paris Saint-Germain es un perfecto administrador de ritmo y verle controlar un balón ya produce emociones. De interior o de regista, el italiano se maneja con soltura en ambas demarcaciones; sin embargo, cuando Thiago Motta ha estado disponible, Blanc le ha otorgado el rol de interior derecho, colocando al ítalo brasileño en el vértice más retrasado del centro del campo. De físico liviano, pero muy dinámico e intenso en el juego. No es extraño verle ir abajo para recuperar balones y puede llegar a sorprender la agresividad que imprime a sus jugadas cuando toca ponerse el mono de trabajo.
En Italia, quedan casos testimoniales de registas y probablemente Pirlo sea el último gran exponente en activo. Está claro que el día que Pirlo anuncie su retirada o su marcha a una liga más exótica y menos exigente, el mundo será un lugar peor y la zona del campo que ha ocupado -especialmente en los últimos años- en la Azzurra, será un erial donde solo crezca el miedo. Pero Marco Verratti tiene las respuestas para los que se preguntan cómo será vida después de Andrea Pirlo. Es el futbolista más capacitado para sustituirle y las incesantes comparaciones le persiguen prácticamente desde que su nombre apareció en el primer plano internacional. Con Conte en el banquillo de Italia, Verratti ya estuvo al mando del equipo en el partido que se disputó en Sofía contra Bulgaria para la clasificación de la Eurocopa 2016, y aunque la selección italiana siempre será un sinfín de debates, Humphrey Bogart ya se lo dijo a Ingrid Bergman en Casablanca: “Querida, siempre nos quedará Marco Verratti”.