No es de necios, ni de cobardes sino de sabios. Cuando las cosas de por sí no salen bien, uno tiene que recurrir a un plan B o C. En el Madrid hace tiempo que no hay plan A ni B. La improvisación es su máxima y la historia su inspiración. En un Madrid plagado de estrellas donde comanda la BBC, le sigue una media llena de medias puntas. Y al final, siempre apela a la sorpresa, al valiente de la mesa, al que entra por atrás, sin mucho ruido pero con mucho pelo. Es Marcelo, un as bajo la manga.
El lateral del Real es junto a Pepe, los últimos supervivientes de los fichajes de Ramon Calderón. De no ser por su rendimiento, Florentino ya los hubiera exterminado. Mucho dice el dato, de la evolución con los años de Marcelo en el carril izquierdo del Bernabéu. Las comparaciones son odiosas pero siempre ha habido comparación con el mítico Roberto Carlos. Entre uno y otro, la capacidad de subir junto a los años en el carril coinciden. De lo demás poco se puede rascar. Marcelo no tiene ni el tiro, ni la potencia ni esa solidez defensiva característica de Roberto Carlos pero sí que tiene algo necesario en la supervivencia de este Real Madrid. Es diferencial.
Con los años ha ido evolucionando desde el regate hasta el pase y la combinación. Con Zidane y la libertad hemos vuelto a ver la mejor versión del brasileño. Se adueña del carril y libera a Cristiano. Su actuación en Barcelona no la firma cualquiera. Si el Madrid replegado atrás no era capaz de construir, los detalles técnicos e individuales de sus jugadores debían de hacer la diferencia. Al galope y con convicción, se recorrió medio Camp Nou sin encontrar oposición, lo que le motivó a dar más de sí. Plantarse en área rival, con la osadía de acariciar el balón, le hace grande, gigante. Pocos como él, un atrevimiento que le hace ganador. Lo acarició, lo hizo suyo ante la expectante mirada de la defensa culé. Hizo tiempo a la llegada por banda de Kroos, como aquel que se fuma un cigarrillo en una esquina. Con temple y sin prisa, un tipo elegante.
Mientras el Madrid siga sin plan o cuando se requiera una genialidad, llamen a Marcelo. El desatascador del Real, el que inventa y reinventa. Con puñal y desde atrás, es el as que aguarda bajo la mesa para el golpe definitivo.