Joel SIERRA – Empezó crispado el 2014 en Bologna. Quince puntos en dieciocho partidos y sólo un puesto y un punto por encima del descenso eran un bagaje muy escaso para una plantilla construida con miras a habitar en la tranquilidad. La derrota cosechada en el primer choque del año en Catania fue, por tanto, la gota que colmó el vaso para que el presidente Guaraldi destituyese a Pioli y pusiera el rumbo deportivo en las manos de Ballardini.
Educado futbolísticamente en el Cesena Primavera que dirigía Sacchi a principios de los 80, Ballardini se ha convertido en el clásico entrenador salvador, como bien saben en el Genoa. Su aterrizaje trajo necesitados aires renovados a los felsinei y una inyección en vena de solidez defensiva y de agrupación de líneas que consiguió frenar la sangría de tantos encajados acumulada. Eso sí, a costa de secar casi del todo la ya de por sí poco caudalosa charca de los goles a favor.
El nuevo míster no perdió ninguno de sus tres primeros encuentros pero tampoco los ganó y ha cosechado otras tantas derrotas, por una sola victoria. Un bagaje que, ponderado, no da de sí para seguir en la élite del Calcio. Dos meses y siete partidos después de su llegada y pese a la leve mejoría que portó consigo, el club de la Città Rossa sigue exactamente en la misma delicada tesitura: un puesto y un punto por encima de los puestos de descenso.
Para mayor escarnio, a finales de enero apareció Lippi con la chequera cargada de yuanes para llevarse a la bandera y líder rossoblù por antonomasia al exótico Guangzhou, lo que ha despojado de toda imaginación ofensiva al Bologna. Sin Diamanti, el juego de los boloñeses ha quedado reducido a llevar a cabo un entusiasta repliegue defensivo y a buscar en desplazamientos largos a Rolando Bianchi –nuevo dueño de los galones- para que éste, de espaldas, bregue lo indecible en busca de una segunda jugada o del apoyo de un intenso Cristaldo, destapado como el elemento más dinámico tras la salida de ‘Alino’, a quien están echando de menos indudablemente.
En una falta de compromiso sorprendente, el ya ex capitano –todavía máximo goleador y asistente del Bolonia– decidió guiarse por los cantos de sirena del terrenal parné y poner rumbo a China sin volver la vista atrás, poniendo incluso en riesgo sus opciones de estar en Brasil. Una ‘huída’ tan cuestionable como evidente ha sido el error de cálculo por parte de la directiva, que prefirió optar por amarrar el dinero del traspaso antes que de hacer lo propio con la permanencia.
Tras su visita al Verona -sin Toni- en la próxima jornada, dará comienzo el verdadero campeonato del Bolonia, con cinco enfrentamientos directos consecutivos –Sassuolo, Livorno, Cagliari, Chievo y Atalanta– que pueden dictar sentencia acerca de su ser o no ser. La plantilla no es, por nombres, una de las tres peores de la Serie A pero la falta de mano diestra demostrada desde el palco para manejar una situación clasificatoria harto delicada, puede pasarles factura.
Una factura que no se paga con los nueve millones de euros recibidos, sino con un doloroso descenso y, como mínimo, un largo año de transición que supondría un auténtico mazazo para todo un histórico -siete scudetti así lo acreditan- como es el Bologna. Falta fútbol pero, lo que es más acuciante, faltan resultados. La china del zapato rossoblù durante toda la temporada sigue estando ahí y Diamanti ya no está para quitarla.
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