Honda ha anunciado el fichaje de Joan Mir para dos temporadas: hasta 2024. El campeón mundial de MotoGP 2020 será el quinto piloto que intente algo que no logra nadie desde Dani Pedrosa en 2017: llevar la Honda del equipo Repsol a lo más alto del podio de la categoría reina sin llamarse Marc Márquez.
El propio Pedrosa en 2018, Jorge Lorenzo en 2019, Álex Márquez en 2020 y Pol Espargaró en 2021 y 2022. Cuatro campeones del mundo incapaces de exprimir la RC213V como lo hacía Marc Márquez antes de su lesión… e incluso después.
¿Será Joan Mir el siguiente?
Es imposible saberlo, claro. Pero quizás esa sea la pregunta equivocada. Quizás la pregunta es si Marc Márquez se cansará de tener que hacer malabares con una moto que, hoy por hoy, es la última de la parrilla. Con el fichaje de Mir -unido al de Álex Rins para el LCR- Honda no solamente intenta tener un segundo piloto ganador: intenta que no se le vaya su dios.
Porque eso es lo que es ahora mismo Marc Márquez para Honda: el dios todopoderoso que separa el todo de la nada. Que separa los seis títulos mundiales en siete años de las catacumbas de la parrilla, donde la presencia de los pilotos de la marca del ala dorada ya no sorprende.
La situación es tan crítica que Márquez decidió acudir personalmente al Red Bull Ring en la previa del GP de Austria. Sí, que sea el circuito de su patrocinador igual ayudó a elegir el evento, pero no fue de paseo. Su sola presencia ya motivó una rueda de prensa, lo que da una idea de lo que el 93 supone ahora mismo para MotoGP: pese a que lleva casi dos años de los tres últimos en blanco, sigue movilizando más que ningún otro piloto.
Él lo sabe y así lo aprovecha. Entre líneas, lanzó un mensaje cristalino a Honda que se puede resumir en una idea muy simple: sois la marca de mi vida, pero mi vida son las victorias.
Hace dos temporadas, antes de comenzar el curso 2020, Márquez estampó su firma en un acuerdo de renovación por cuatro años. Sumados al que le restaba del contrato anterior, era una vinculación de un lustro. Una auténtica barbaridad que no hacía sino meter miedo al resto, ya que juntos, Márquez y Honda amenazaban con pulverizar los mejores registros de todos los tiempos.
Nadie imaginaba que meses después, y Covid-19 mediante, comenzarían tres calvarios entrelazados: el de Márquez, el de Honda y el del binomio Márquez/Honda.
Aquel contrato fue una declaración de intenciones por ambas partes: se juraban así amor por un lustro, que en MotoGP viene a ser solo un poco menos que el amor eterno. Porque la eternidad va supeditada al rendimiento y eso es mutuo: Honda querría a Márquez mientras le diese victorias, y Márquez querría a Honda mientras le permitiese ganar.
Honda y Márquez se deben mucho mutuamente y el español así lo admite, recordando cómo confiaron en él cuando era un diamante en bruto. De ahí la fidelidad profesada hasta la fecha.
Ahora bien: esa fidelidad tiene un límite. La línea roja es la victoria. Si Honda no es capaz de darle una moto ganadora, buscará quién se la dé.
Y ese límite ya está claro: el final de 2024. La cuenta atrás en Honda ya está en marcha. En sus manos está, como diría Ismael Serrano, hacer “callar el reloj del vientre del cocodrilo”. Porque el tic tac es cada vez más audible en el paddock de MotoGP, que se relame ante la idea de tentar al octacampeón mundial.
Imagen de cabecera: Marc Márquez