“Todo va, todo vuelve; eternamente rueda la rueda del ser. Todo muere, todo vuelve a florecer, eternamente corre el año del ser.
Todo se rompe, todo se recompone; eternamente la misma casa del ser se reconstruye a sí misma. Todo se despide, todo vuelve a saludarse; eternamente permanece fiel a sí el anillo del ser”.
Estas cuatro frases, extraídas de ‘Así habló Zaratustra’, encierran en sí la interpretación de Friedrich Nietzsche sobre la teoría del eterno retorno, un concepto filosófico presente a lo largo de los siglos y que mucho más recientemente Ismael Serrano sintetizó de forma magistral en su ‘Candombe para olvidar’ cuando dijo que “todo final anuncia siempre otro principio”.
El eje central del eterno retorno es la concepción del circular del tiempo, haciendo que la historia sea cíclica y no lineal. Esto supone que los mismos hechos se repiten una y otra vez. Eso sí, como todas las teorías, tiene diferentes interpretaciones: mientras el mencionado Nietzsche postula que los mismos acontecimientos se repetirán siempre en el mismo orden, sin la más mínima posibilidad de variación –y que también se repetirán de forma inalterable los pensamientos, sentimientos e ideas-; el pensamiento oriental concibe el eterno retorno como el camino a la perfección, ya que en cada reinicio se pulirá cada hecho.
El 19 de julio de 2020, Marc Márquez se rompió. Seis días después, se despidió de MotoGP. Ha invertido casi nueve meses en conseguir recomponerse y, este próximo fin de semana, saludará de nuevo a su Honda RC213V y al Campeonato del Mundo de MotoGP, el escenario que eligió en su constante búsqueda de la perfección a la hora de pilotar una moto.
Durante la temporada 2019, había acariciado en diversas ocasiones dicha perfección, llevándola al punto de volverse prácticamente inabordable para el resto de sus rivales, que veían impotentes cómo el de Cervera se convertía en algo similar a la liebre mecánica que actúa de señuelo en las carreras de perros: iba lo suficientemente rápido como para que nunca le alcanzasen, pero siempre manteniéndose a una distancia donde pudieran verle.
Con eso conseguía crear una feroz competencia entre los demás, haciéndoles querer ser más rápidos que el que tenían al lado; todo al mismo tiempo que implantaba en sus cabezas la idea de que él era intocable.
Hasta que llegó la caída de Jerez, que le volvió más humano que nunca: el húmero fue para Marc lo que para Aquiles el talón. Comenzó una travesía en el desierto que puso fin a su impresionante dominio de cuatro títulos consecutivos y, sobre todo, a la percepción de que con el paso de los años se había ido mejorando hasta volverse imbatible en el global de un año: es decir, que el resto podía aspirar a arañar alguna victoria suelta, pero jamás el título.
Ahora, 16 grandes premios después, regresa en el circuito de Portimao, dispuesto a poner en práctica el eterno retorno desde su particular interpretación, sin constreñirse a la visión nietzscheana de la misma. Más bien, parece dispuesto a convertir MotoGP en Macondo: ese lugar en el que, por mucho que mejore la tecnología y sus habitantes intenten cambiar el curso de la historia, la realidad volverá a mostrarse cíclica así pasen cien años.
La certeza es que Marc Márquez posee el talento para reiniciar esa realidad y conseguir que el 18 de abril de 2021 sea el nuevo principio que renace de aquel final. La duda está en saber cómo podrá afectarle el miedo: si todo el purgatorio de quirófanos y rehabilitaciones le ha humanizado o si realmente es el Superhombre del que hablaba Nietzsche.
Porque, para el Superhombre, el eterno retorno es algo positivo: considera la vida que ha creado tan intensa que le maravilla la idea de repetirla en infinitas ocasiones. Que es tan perfecta e inmejorable que si viviera mil veces la repetiría en todas ellas, en lugar de elegir vidas distintas.
A nadie se le escapa que la felicidad para Marc Márquez reside en pilotar una moto más rápido que nadie. Que es la vida que elegiría una y mil veces. Ahora, falta saber si tras la lesión que le ha tenido fuera nueve meses pondrá en marcha la teoría del eterno retorno y será el Superhombre que reinicie el curso de la vida en MotoGP tal y como lo fue hasta su lesión.
El propio Nietzsche ya dio la clave: “El hombre logrará transformarse en el Superhombre cuando logre vivir sin miedo”.
Imagen de cabecera: ImagoImages
Burgos, 1987. Madrileño de adopción. Periodista deportivo 3.0. Motociclismo, por encima de cualquier piloto; y deporte, por encima de cualquier deportista o club. Licenciado en periodismo, aprendí en Eurosport. Ahora soy editor en motorpasionmoto.com y colaboro en Sphera Sports, Motorbike Magazine y Sport Motor motociclismo.
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