La sensación de felicidad que sentimos la primera vez que logramos lo que nos habíamos propuesto no tiene ningún de comparación con cualquier otra sensación que podamos sentir a lo largo de nuestra vida. La ilusión de la primera vez en algo no regresa nunca, puesto que solo puede existir una primera vez para todo. Nuestro primer beso, la sensación de satisfacción al aprobar un examen importante, la sonrisa que nos ilumina la cara cuando conocemos a nuestra primera mascota… sobre la sensación de casarse o tener un hijo todavía no puedo aportar feedback, pero intuyo que es el mayor punto de felicidad que existe.
Con la sucesión de las mismas sensaciones tendemos a normalizar y perder, paulatinamente, un pequeño grado de ilusión en cada nueva vez que repetimos ese sentimiento. No volveremos a sentir lo mismo jamás que con el primer beso, no volveremos a amar de la misma forma a otro animal que a nuestro primer perrito y el nudo en el estómago cuando escuchas llorar a tu primer hijo intuyo que es irrepetible.
En cambio, en ocasiones, la repetición de sentimientos pasados después de un periodo de nuestra vida en que hemos sufrido mucho, hemos dejado de ser felices y, por culpa de nuestras propias decisiones, de terceras personas, o de la mala fortuna; habíamos olvidado lo que era la felicidad, permite que volvamos a sentir la ilusión del primer día. Cuando lo hemos pasado mal en una relación, la siguiente vez que nos enamoramos lo hacemos con el doble de intensidad, cuando nos deja para siempre nuestro primer perrito, amamos al siguiente como si no existiese un mañana y el parto de nuestro segundo hijo, imagino, que nos remueva igual o más que con el primogénito. Esa sensación, esa maravillosa sensación, debió sentir Marc Márquez al cruzar la línea de meta de Sachsenring.
No debemos frivolizar ni caer en la tentación de comparar cualquier sentimiento evocado por el deporte con el amor por una pareja, un hijo o nuestra mascota, evidentemente, pero para quien ama lo que hace, su deporte, su vida, en definitiva, como hace Marc cada vez que sube a su Honda, la emoción se asemeja a lo que sentimos en la vida cotidiana. Más de 500 días después de su lesión, tres operaciones más tarde, la incertidumbre de si volverá a sentirse competitivo, si podrá volver a luchar por victorias y, en resumen, si podrá volver a sentir lo que sentía cuando ganaba, nos permitió ver a un Márquez emocionado en Alemania. Como en su primera victoria.
El tiempo dirá si podrá volver a ser el de antes. El tiempo dirá si volveremos a ver al ‘93’ dominar en condiciones de seco como antes, porque en condiciones mixtas ya sabemos que sí. El tiempo dirá si volverá a ser campeón del mundo. Pero el gesto de Marc besando a su Honda al cruzar la línea de meta y sus lágrimas de emoción en la rueda de prensa después de volver a ganar una carrera, ya nos han dicho que se puede volver a sentir la ilusión del primer día. No habrá otro beso como el primero, pero puede haber uno mejor. Uno que nos emocione como nunca antes, y Marc Márquez nos lo ha demostrado.
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