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Motociclismo

Marc Márquez, cuatro gotas y el mejor espejo

No mentía Marc Márquez cuando aseveró el sábado, tras ver truncada su racha de diez poles consecutivas en Sachsenring, que la de victorias seguiría el mismo camino al día siguiente. Por más que hubiese cuajado su mejor fin de semana tras su retorno, tanto su físico como su moto seguían lejos de su plenitud, lo que unido al buen momento mostrado por otros pilotos convertían el triunfo en una quimera.

Sí apuntaba el podio como posibilidad, porque por fin estaba en el grupo de cabeza en el apartado de ritmos. En el escenario de las simulaciones, uno o dos pilotos tenían que escaparse por delante y él se quedaría en un grupo de tres, cuatro o cinco pilotos que lucharían por acceder al cajón. Eso era lo realista. O lo realístico, según se prefiera.

Ganó la carrera. 581 días después de su triunfo número 82, el logrado en la despedida del curso 2019 en Valencia, reinició la cuenta hacia los techos históricos del motociclismo con una exhibición de pilotaje, pundonor y fe.

Una vez más, fue más allá de lo realista. No es la primera vez que gana una carrera para la que no es favorito, porque por suerte las carreras no se pueden predecir como ciencias exactas. Se pueden hacer aproximaciones, pero cuando se apaga el semáforo entran en juego muchos factores. Para empezar, la presencia de otros 21 pilotos.

CUATRO GOTAS

Márquez empezó a ganar la carrera en la salida y, sobre todo, en la primera curva. Se lanzó a la cuerda del embudo y se hizo fuerte para salir de allí segundo, solo detrás de Aleix Espargaró. Antes de completarse el primer giro ya había superado al de Aprilia. No es que tuviera prisa, es que necesitaba aire limpio para poder hacer sus trazadas con comodidad, porque no hay nada que castigue más el físico que tener que estar adaptando las líneas según se mueva el de delante.

Ni liderando la carrera en sus primeros compases se vio ganador. Poder hacer su ritmo mientras otros tenían que zafarse era su pasaporte al podio, asumiendo que había pilotos como Miguel Oliveira o Fabio Quartararo que le acabarían superando irremediablemente.

De repente, algo cambió. Y ese algo fue la presencia de cuatro gotas en pista. Un breve conato de lluvia que quedó en nada. Una cantidad de agua ínfima y efímera, ya que el calor del asfalto la disipó en un par de vueltas. Fue todo lo que Marc necesitaba: como si los últimos 581 días no hubieran sucedido, el de Cervera bailó sobre los límites con su Honda, arriesgándose a pasar a la historia negativa del Repsol Honda por ser el primer piloto en encadenar cuatro abandonos seguidos.

Salió bien: cogió dos segundos de ventaja que ni un Oliveira desatado y con la flecha hacia arriba pudo enjugar. Cruzó la bandera a cuadros antes que nadie y, ahí sí, fueron muchas más de cuatro las gotas que se deslizaron por sus mejillas y las de su equipo.

Dentro de una semana llegará Assen y la realidad será otra, seguramente más parecida a las de Mugello y Montmeló. Márquez lo sabe. Es más, lo asume. Es perfectamente consciente de que todavía le queda un trecho para volver a su nivel, y que lo sucedido en Alemania fue una bendita anomalía en su progresión, motivada por los complementos circunstanciales de lugar (Sachsenring), tiempo (lluvia en el momento exacto), causa (no iba a conformarse), modo (al límite) y finalidad (la adicción a ganar).

EL MEJOR ESPEJO

Un triunfo que supone una motivación extra para seguir recorriendo ese proceso, en el que cuenta con el mejor espejo posible: el australiano Mick Doohan. Después de la victoria, reconoció haber estado media hora al teléfono con el pentacampeón mundial de 500cc, escuchando atentamente la historia de un hombre cuyos mejores años vinieron después de una grave lesión.

Asegura Marc que se sentía identificado con las palabras del mito, que sabe bien lo que es pasar un trance parecido. Tras ser subcampeón en 1991 por detrás de Wayne Rainey, en 1992 estaba arrasando rumbo a su primer título mundial hasta que un terrible accidente en los entrenamientos de Assen casi le cuesta la pierna derecha por complicaciones médicas.

No hace falta recordar que la lesión del húmero de Márquez no parecía para tanto hasta que se complicó con las diferentes operaciones, la pseudoartrosis y la posterior infección.

Doohan solo se perdió la carrera de Assen y tres más, pero cuando volvió para las dos últimas citas estaba lejísimos de su nivel, que tardaría mucho en recuperar. Tanto que en todo 1993 solamente ganó una carrera en Misano. Según relata Márquez, Doohan le contó que a su retorno se encontró una Honda NSR500 que no entendía tras haber sido cambiada por otros pilotos, y que seguía sin entender tras volver a cambiarla él, lo que le llevó a errores estúpidos.

Tampoco hace falta incidir en el paralelismo con la actual RC213V ni en los errores estúpidos que se tradujeron en los ceros de Mugello y Montmeló.

Doohan le explicó que, con paciencia y trabajo, esos problemas se van solucionando. El australiano sabe de lo que habla: tras la lesión en 1992 y las dificultades de 1993, conquistó su primer título mundial en 1994. Después consiguió cuatro más de forma consecutiva.

Por terminar con los paralelismos: Doohan se lesionó con 27 años, exactamente igual que Márquez. Su primera victoria tras la lesión, la de Misano, llegó con 28 años. Exactamente los que tiene Márquez ahora mismo. A los 29 años (los que Márquez tendrá en 2022) fue campeón del mundo, repitiendo a los 30, los 31, los 32 y los 33. Imposible pensar en un espejo mejor en el que mirarse.

Imagen de cabecera: Imago

Burgos, 1987. Madrileño de adopción. Periodista deportivo 3.0. Motociclismo, por encima de cualquier piloto; y deporte, por encima de cualquier deportista o club. Licenciado en periodismo, aprendí en Eurosport. Ahora soy editor en motorpasionmoto.com y colaboro en Sphera Sports, Motorbike Magazine y Sport Motor motociclismo.

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