El delantero centro, esa posición que encumbra a los jugadores al olimpo del fútbol. Sinónimo de gol, rematador, un animal de área que se divierte de la incesante batalla con los centrales. Di Stefano, Puskas, Van Basten, Gerd “torpedo” Müller, Romario o Ronaldo han aniquilado defensas rivales desde tiempos inmemoriales. La mayoría de los equipos apuestan por la utilización de un “nueve”, algunos incluso más, y hasta existe una minoría de atrevidos que rehuyen tan legendaria figura. En los tiempos modernos, a un “nueve” se le exige mucho más y, ante la irrupción del tiki-taka y los “falsos nueves”, los centrodelanteros se han visto abocados a una metamorfosis que garantice su supervivencia. El FC Barcelona ha sido un ilustre culpable de este suceso.
El verano de 2004 el Barça fichó, entre otros jugadores, a Samuel Eto’o con el objetivo de poner fin a 5 años de sequía. Un jugador con carácter, antimadridista, y una garantía fiable de goles. En su primera temporada anotó 29 goles y contribuyó a que el Barça ganara una liga que se le resistía desde 1999. En la temporada 2005-2006 brilló con 34 goles, incluido el de la final de Champions de París. Un conflicto interno y la ausencia de feeling con Pep Guardiola hicieron que la temporada 2008-2009 fuese la última del camerunés en Can Barça. Señalado y con la rabia de quien no se siente querido realizó 35 goles, final de Champions incluida, y se convirtió en una de las estrellas del triplete. 5 años, 202 partidos y 129 goles (0.64 goles por partido) después, con el cariño de la afición culé para siempre, Samuel Eto’o abandonó el Barça entre lágrimas.
La Masia estaba de dulce. Jugador que llegaba al primer equipo, jugador que triunfaba. Valdés, Xavi, Iniesta, Messi. Un jovencito delantero de Linyola destacaba por su capacidad goleadora. Bojan Krkic hizo más de 800 goles en las categorías inferiores. El 17 de septiembre de 2007 debutó con el primer equipo, convirtiéndose así en el tercer jugador más joven de la historia del Barça, y el 21 de octubre de ese mismo año en el más joven en anotar un gol con dicha camiseta. Un chico que parecía iba a comerse el mundo y solucionar el problema del “nueve” para muchos años. Sin embargo no acabó de triunfar como se esperaba y ante la falta de oportunidades abandonó las filas del Barcelona en 2011 con 41 goles en los 163 partidos que disfrutó (0.25 goles por partido), la mayoría como suplente. Sensación de que se pudo hacer algo más por él y sentimiento de tristeza tanto de jugador, como de club y sobre todo afición, que lo quería muchísimo.
Como recambio de Eto’o el Barça firmó la que, por aquel entonces, sería la operación más costosa de la historia del club: el fichaje de Zlatan Ibrahimovic. El díscolo delantero sueco no consiguió adaptarse al estilo de juego azulgrana. Tampoco aceptó el rol que Pep Guardiola le ofreció en el equipo y su estancia en la ciudad condal se resumió a una temporada. A pesar de todo dejó destellos del crack mundial que es y sus números no fueron pobres. 46 partidos como culé y 22 goles. 0.46 goles por partido.
Se fue Ibra y el Barça optó por un delantero más flexible que pudiera encajar en la formación y se entendiese con los locos bajitos. Ese fue David Villa. 42 millones de euros para vestir al asturiano con la casaca blaugrana, pero una apuesta sobre seguro ya que había quedado máximo goleador del Mundial de Sudáfrica que ganó España con un juego similar. El rendimiento del “guaje” fue de más a menos. Condenado a jugar en banda ante la abrumadora necesidad de Leo Messi de habitar cerca del área no pudo ofrecer todo su potencial. Clave en su primera temporada, lesionado en la segunda y maltratado en la última. Nunca olvidará su doblete en el 5-0 al Real Madrid ni su gol en Wembley. 119 partidos y 48 goles. 0.40 goles por partido.
Tras aquel doblete el Barça fichó estrellas como Cesc Fábregas y Alexis Sánchez, renunciando a firmar un “nueve” clásico y apostando por Leo Messi en la figura de “nueve mentiroso”. Pero llegó el final de Pep Guardiola, y tres temporadas con una mísera Liga y una Copa del Rey en sus vitrinas hicieron a la directiva replantearse la idea de fichar un delantero en el verano de 2014. Y el elegido fue Luis Suárez. Un polémico fichaje de 80 millones de euros envuelto entre mordiscos, sanciones y gallos en el corral. Lo cierto es que cuando el uruguayo pudo demostrar su valía como futbolista y que su relación con Messi y Neymar es maravillosa nadie dudó de su fichaje. Una temible y letal asociación de sangre latinoamericana, un triplete, 56 partidos y 32 goles (0.58 goles por partido) en tan solo una temporada y poco avalan su candidatura definitiva como delantero blaugrana para muchos años. Parece que, al fin, Luis Suárez ha cerrado el casting de “nueves” y el FC Barcelona puede respirar tranquilo, al menos en ese sentido.
1994. Tanos, Cantabria. Estudiante de periodismo. @SpheraSports y @FCBsphera “Esa melancolía irremediable que todos sentimos después del amor y al fin del partido”.
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