Giorgio Chiellini se levanta en la habitación del hotel, se da una ducha y mientras tanto se enjabona aquel hombro que mordió Suarez, aunque a él eso le dio igual, él es un tipo duro. Recuerda su vida, aquellos momentos que lo trajeron hasta aquí. Giorgio recuerda cuando empezó a dar sus primeras patadas a un balón. Fue en el Livorno, la ciudad más revolucionaria de Italia, donde ondean banderas cubanas por la calle y donde el odio hacia el fascismo o Berlusconi, es algo común entre sus gentes. Quizás esa infancia rodeada de ese espíritu guerrero haya influido en su personalidad.
Giorgio también recuerda cuando vio al Milan ganando 4-0 contra el Barça. El tenía nueve años, y en Milan jugaba su ídolo, un tal Paolo Maldini, el que quizás sea el mejor defensa de la historia de Italia. Sería bonito repetir la historia frente al otro grande de España. Giorgio sale de la ducha, no tiene que secarse prácticamente el pelo, ya que lo lleva cortado al uno. Aunque los años han hecho mella, y las entradas empiezan a asomar, a Giorgio nunca le han gustado los peinados o los pendientes, no es de esa clase de futbolistas, él es de la vieja escuela. Mientras se lava los dientes recuerda lo que ha cambiado el equipo en una década. Hace tan solo diez años tenían que sufrir la vergüenza de jugar en la Serie B por los escándalos de la directiva. Giorgio, que de aquella era un central con gran proyección, decidió quedarse y ahí empezó su leyenda. Pero especialmente piensa en Buffon, que se merece más que nadie en jugar esta final, él se quedó en el club de sus amores cuando muchos huyeron; Giorgio admira a Gianluigi.
Mientras se cambia le vienen recuerdos de la final de 2015, “qué cerca lo tuvimos”, piensa. Pero si hay algo que Giorgio lamenta es no haberla podido jugar, una lesión le privó de cumplir uno de los grandes sueños de su vida. En unas horas podrá hacerlo, y además ante el vigente campeón, un reto de los que le gustan. Baja a desayunar con sus compañeros, ve a algunos bromeando, a otros escuchando música por sus cascos. Giorgio no lo acaba de entender, como tampoco entendió que Bonucci pidiera la camiseta en pleno partido a Messi, no le van esas tonterías, es un tipo raro. Quizás por eso se doctoró con honores en Administración y Dirección de empresas. Giorgio deja de pensar en el pasado y se centra en el partido más importante de su vida, en ese que lleva esperando desde que empezó a jugar en Livorno, por el que se quedó en la Juventus cuando a esta la relegaron a segunda. Antes de engullir su desayuno piensa en la gran fiesta que se podría montar en Turín, las calles abarrotadas y la gente feliz y festejando. Eso hace sonreír a Giorgio. Quizás sea un bien día para soltarse, pero no demasiado, que ya sabéis que Giorgio es un tipo duro y los tipos duros no bailan.