Una mañana fría te despiertas y miras al cielo. Un cielo gris. Miras a tu alrededor y no hay nada. Hacia un lado las montañas, hacia el otro, el mar. El día ha llegado. No tienes nada que recoger, nadie a quien saludar. Solo estas tú. Te levantas y corres, como llevas haciendo durante semanas. Escapas, lo más rápido que puedas. Dejas atrás tu país, tu familia y tu vida. Aún escuchas el sonido sordo de los disparos en tu cabeza. No tienes otra opción. Llegó la hora de buscar una vida mejor, de cruzar fronteras.
En el fútbol, son varios los jugadores que fueron refugiados. Dejaron su nación por culpa de una guerra o una dictadura, buscando una vida mejor. Grandes jugadores como Steve Mandanda, Edin Dzeko, Miralem Pjanic o Benteke, dejaron su país de origen antes de tiempo.
El caso del portero francés, Steve Mandanda, y del delantero belga, Christian Benteke, es muy similar. Ambos nacieron en Kinsasha, la capital de la República Democrática del Congo. Tuvieron que escapar del país por la dura dictadura de Mobuto. Steve se trasladó a Francia cuando tenía solo dos años, a Évreux, en la Alta Normandia, mientras que Benteke, se trasladó a la ciudad belga de Lejia. Actualmente, son internacionales con Francia y Bélgica, respectivamente.
Mandanda con la camiseta del Crystal Palace esta temporada | Ian MacNicol/Getty Images
Del Congo también tuvo que escapar Fabrice Muamba, exjugador del Bolton que sufrió una parada cardiorespiratoria en un partido de la FA Cup en 2012. Su padre había sido asesinado por el régimen de Mobuto, por lo que el centrocampista se marchó con su madre a Inglaterra, donde jugó en las categorías inferiores de la selección.
Uno de los conflictos que provocó mayor número de refugiados en el fútbol fue la Guerra de los Balcanes. La familia de los hermanos Xhaka, Taulant y Granit Xhaka, de etnia albanesa, abandonaron Kosovo durante la guerra para vivir en Suiza. Allí nacieron ambos jugadores. Granit decidió jugar con Suiza, siendo uno de las capitanes de la selección, mientras que Taulant, convencido por el seleccionador albanés, defiende los colores de su familia, Albania.
El capitán de la selección albanesa, Lorik Cana, también tuvo que dejar Kosovo durante la guerra para vivir en Suiza, en la ciudad de Lausanne, durante cerca de diez años. De Kosovo también es el mejor jugador de la selección suiza y uno de los mejores extremos europeos, Xherdan Shaqiri. El jugador del Stoke City tuvo que dejar su país con apenas un año. Mismo camino siguió Valon Behrami, jugador del Watford. El exjugador del Napoli, nacido en Mitrovica (Kosovo), emigró con su padres a Stabio, una pequeña localidad suiza. Ahora, comparte selección, entre otros, con Granit Xhaka y Xherdan Shaqiri.
La Guerra de los Balcanes también afecto a varios internacionales croatas, como Ivica Olic o Luka Modric. Olic, se marchó como refugiado a Rusia mientras que el centrocampista del Real Madrid, croata de nacimiento, también vivió el conflicto de cerca. Su madre huyó con el a la zona costera de Zadar donde estuvo viviendo en un hotel, el Hotel Kolovare, durante varios meses. Por si fuera poco, su padre luchó con el ejercito croata y su abuelo murió victima del conflicto.
Modric celebra un gol con la selección de Croacia | Mike Hewitt/Getty Images
La Guerra de Bosnia provocó el exilio de varios jugadores que acabarían defendiendo los colores de Croacia. Dejan Lovren, dejó Bosnia y se marchó con su familia a Alemania, mientras que Vedran Corluka, defensa del Lokomotiv, abandonó el país cuando tenía seis años para mudarse a Zagreb.
Lógicamente, varios internacionales bosnios también vivieron circunstancias parecidas. Miralem Pjanic, centrocampista de la Juventus, se marchó con su familia a Luxemburgo por la guerra de Bosnia, y no fue el único: Asmir Begovic, portero del Chelsea, pasó toda su infancia entre Alemania y Canadá, llegando a jugar en las categorías inferiores de la selección canadiense.
Otro, como Zlatko Junuzovic, internacional austríaco y jugador del Werder Bremen, huyó de Serbia, cuando tenía cinco años para instalare en Graz (Austria).
Son muchos los jugadores que fueron refugiados, dejaron su país de origen, mermado por el miedo y la guerra, para buscar un futuro mejor. Allí se empezaron a formar como futbolistas. Unos decidieron volver a su país y defender los colores de su nación. Otros, en cambio, decidieron dar la gracias al país que le acogió y vestirse la zamarra de la selección nacional de su nueva casa. El fútbol, aunque sea un deporte de ricos, cuenta historias de la vida real.