El éxito se puede alcanzar por diversas vías. Han existido tiempos en que la tendencia se encaminó hacia el pensamiento de un camino único. El balón y su cuidado como herramienta inexorable para lograr metas. Esa icónica inclinación parece haber desaparecido y el “cerverismo” es un ejemplo fiel de ello. El fútbol del Cádiz de Cervera es modelo y pauta de una nueva creencia, en la que la pelota no es vehículo imprescindible. Se puede regalar la posesión al rival sin temor al fracaso, o al menos sin que la acción sea obligatoriamente reacción negativa.
“El Cádiz de Cervera”. Un concepto en sí mismo. Lo ha sido y lo es en la presente temporada, ya alcanzada la cúspide. Pero también lo fue la pasada y anteriores, seguramente con su esencia aún más marcada. Un equipo con características propias y sello inequívoco. Bloque defensivo corto, cómodo defendiendo cerca de la portería. Ordenado en estático, junto y solidario. Tejedor de telas, como las arañas, en las que captura a los rivales tras haberles permitido sentirse superiores. El equipo del ecuatoguineano es especialista en construir muros infranqueables, neutralizando la progresión del rival, pero es que además goza de un poder hipnótico y mágico que provoca errores en el rival, generados desde la capacidad propia de desestabilización.
El Cádiz. Ese equipo de autor llevado a la máxima potencia. Riqueza táctica, fortaleza defensiva y maximización de recursos. Juego directo con el delantero, gran relevancia para el juego y la velocidad por banda… Y maestría en la ejecución del contraataque. Trabajo y fe. Hacer pocas cosas, pero hacerlas bien. No querer hacer más cosas de las que se hacen bien, sino hacer las cosas que se saben hacer. Las que se dominan. Lecciones del cuaderno de Álvaro Cervera, que se complementan con dos declaraciones de intenciones. “Los jugadores no preguntan por qué han de hacer algo… simplemente lo hacen” o el lema convertido en estilo de vida: “La Lucha No Se Negocia”. Así, a grandes rasgos, se define un estilo que ha llegado al éxito de un modo poco ortodoxo.
¿Ha creado tendencia el “cerverismo” en la categoría de plata? En cierto modo, así es. Podríamos encontrar similitudes evidentes en equipos como la SD Ponferradina de Bolo o, especialmente, el Real Sporting de Gijón de David Gallego. Ver jugar de manera habitual a los asturianos evoca, inevitablemente, esa esencia del “cerverismo”. Seguridad defensiva, líneas juntas, sacrificio y solidaridad defensiva como grupo y maximización de recursos ofensivos desde la consciencia de las limitaciones propias. Otros equipos que cuentan con gotas de filosofía cerveriana son el Mallorca de Luis García Plaza o el nuevo Leganés de Asier Garitano. Aunque en el caso de estos dos últimos casos quizá el fin es el mismo, pero no así la raíz. Bermellones y pepineros dominan sus partidos desde una superioridad manifiesta en términos de calidad. El Cádiz lo hacía, como venimos exponiendo, desde el conocimiento de las carencias técnicas aunque también desde el convencimiento de su riqueza táctica, alimentada por el trabajo y el grupo.
Llegados a este punto, lo evidente es que la idea futbolística actual ha perdido esa idealización centrada alrededor del fútbol de toque. O al menos ya ha interiorizado que en la variedad se encuentra la riqueza. Y el destino se puede alcanzar de múltiples formas, incluida la receta del “cerverismo”. Simple y elemental, aunque válida como cualquier otra. Y ese barco, el del fútbol eficiente, continúa ganando adeptos.
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