Los comienzos de la década de los 80 no fueron fáciles para el Real Madrid. El conjunto blanco dominó la Liga española con mano de hierro en los 70 alzándose con 6 Ligas de las 10 en disputa, aunque Europa fue una asignatura pendiente. No conquistó ningún título europeo en toda la década y la cantinela de la ansiada 7ª Copa de Europa, ganó la 6ª en 1966, comenzó a ser recurrente.
Con el fallecimiento de Santiago Bernabéu en junio del 78, el Madrid vivió un tiempo de carestía económica bajo la presidencia de Luis de Carlos. Sin embargo, el club siguió compitiendo en un periodo de su historia que no se recuerda con el debido mérito.
De la mano de Vujadin Boskov y un equipo plagado de canteranos, el Madrid se plantó de nuevo en la final de la Copa de Europa en mayo del 81 en París. El rival, el Liverpool. Los reds fueron el equipo de moda a finales de la década de los 70 y en la primera mitad de los 80. En ese lapso de tiempo conquistó la Copa de Europa hasta en 4 ocasiones. La trágica final de Heysel en la que cayó ante la Juve de Platini y Boniek, en mayo del 85, fue el triste epílogo a un equipo de leyenda. La UEFA sancionó al Liverpool con siete años de suspensión sin poder jugar competiciones europeas, a causa de los terribles incidentes protagonizados por sus hooligans en la previa de la final y en los que fallecieron 39 personas.
El Madrid que llegó a la final europea del 81 fue conocido como el Madrid de los García, porque coincidieron hasta cinco jugadores con ese apellido, el portero García Remón, los defensas Pérez García, García Cortés y García Navajas, y el centrocampista, García Hernández.
Lo que en principio fue un apelativo cariñoso, terminó siendo casi un adjetivo peyorativo que no hace justicia a una generación que compitió muy bien en una época donde los recursos del club eran muy limitados. De hecho, la final ante el Liverpool fue la primera vez en la que el Madrid manchó su camiseta blanca con las tres rayas moradas de Adidas. Y un año después, tras el Mundial del 82, decidió añadir un patrocinador a la misma, el mítico Zanussi. Ambas decisiones fueron muy polémicas en la época, pero había que aprovechar cualquier potencial ingreso y Luis de Carlos no lo dudó pese al revuelo que se originó. Otros tiempos…
El Madrid no llegó como favorito a la final del 81. El Liverpool venía de ganar la competición en 1978 y 1979. Y de la mano de Bob Paisley era un conjunto temible. Phil Neal en defensa, McDermott y Souness en mediocampo y Dalglish arriba, lideraban un equipo que infundía mucho respeto.
El Madrid asumió dicha inferioridad también desde la pizarra. Boskov planteó la final con once marcas individuales por todo el campo. Mención especial para Camacho, que tuvo la misión de perseguir a Souness, cerebro escocés de aquel Liverpool, por todo el campo. De hecho, Camacho tuvo la mejor oportunidad del Madrid en el partido gracias a jugar en mediocampo ese día. Se quedó solo delante de Clemence, pero su intento de vaselina se fue arriba.
La final fue mala y se decidió a 8’ del final cuando Rafa García Cortés despejó al aire un balón y Alan Kennedy, lateral izquierdo del Liverpool, se quedó solo delante de Agustín, batiéndole con un disparo arriba por el palo corto. Esa final dio comienzo a una especie de maldición para el Real Madrid.
Entre 1981 y 1985, el Madrid conquistó tan solo una Copa del Rey en 1982. Por el camino quedaron los cinco subcampeonatos de la 82-83 con Di Stéfano en el banquillo. La conquista de la UEFA en 1985, ya con la Quinta del Buitre integrada en el equipo de pleno derecho, cambió el destino del equipo durante la década, pero no hay que olvidar el mérito de aquel Madrid previo.
Con muchos jugadores de la casa, Stielike y Cunningham como extranjeros, Juanito y Santillana como estrellas y graves problemas económicos, fue capaz de jugar una final de la Copa de Europa y competir por todos los títulos.
Lo que no cambia en el Madrid, ni antes ni ahora, es que solo vale ganar y la derrota deja secuelas. El tiempo ayuda a poner en valor a un equipo que ganó más a nivel nacional que en Europa, pero que fue capaz de luchar por todo y sirvió de puente, tutelando la incorporación de una de las generaciones más brillantes y exitosas en la historia del club como fue la Quinta del Buitre. A la que curiosamente también se le negó la Copa de Europa. No a todos. Manolo Sanchís, ya como capitán, la levantó en Amsterdam 17 años después de París y 32 después de Bruselas. La historia continúa…
Imagen de cabecera: Imago Images
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