Ni el escritor más creativo habría podido imaginar cómo iba a transcurrir este 2020. Pandemias mundiales, cocodrilos por el Pisuerga, Nacho Vidal (el otro, no el lateral rojillo) arrestado por un rito chamánico… Cada día es una emoción nueva, como si de un capítulo de Lost se tratara.
Si hace 10 meses nos dicen que ahora, en pleno junio, estaríamos pendientes del final de las competiciones domésticas y no de la Eurocopa, no lo habríamos entendido. Lógico. Seguir a las estrellas de cada equipo a través de sus publicaciones en Instagram en vez de en repeticiones de sus mejores jugadas no es lo mismo.
Este tiempo en barbecho también ha supuesto un reto para los clubes. En el caso de Osasuna, donde su labor institucional y comunicativa ha mejorado consistentemente en los últimos años, ha supuesto un paralelismo con Ebenezer Scrooge, el protagonista del Cuento de Navidad de Charles Dickens. No tanto por haber adquirido un carácter uraño en las últimas semanas, sino por haber recibido la visita de los fantasmas de pasadas, futuras y presente temporadas.
El fantasma de las temporadas pasadas se ha presentado en Pamplona en forma de efemérides. Con 100 años de historia, la hemeroteca rojilla está llena de partidos para recordar, especialmente en los últimos tiempos. En los días pasados se han rememorado los 20 años del ascenso en la última jornada contra el Recreativo de Huelva. Un partido que lo tuvo todo: remontada gracias a los goles de Orbaiz y Trzeciak, un Sadar lleno hasta la bandera y un ascenso de Miguel Ángel Lotina, que no solo tiene la capacidad de descender.
También se han recordado las dos últimas vueltas a la élite: el del año pasado, con un claro dominio de los de Jagoba Arrasate, que finalizaron la temporada en lo más alto de la tabla; y el heroico de hace 4 años, a merced de un 0-5 en Oviedo en la última jornada que clasificaba a Osasuna para un playoff donde logró un pleno de victorias. El segundo milagro consecutivo de Enrique Martín Monreal.
Decimos el segundo porque el primero llegó un año antes en Sabadell. Después de una temporada desastrosa, Osasuna eludió el descenso a Segunda B, y una más que posible desaparición del club, en el minuto 91 gracias al gol de Javi Flaño. Aquel partido en la Nova Creu Alta supuso un antes y un después y volvió a dejar claro que eludir un descenso es aún mejor que ganar un título. De ganar trofeos Osasuna no sabe mucho, también se cumplen 15 años de la final de Copa del Rey perdida ante el Betis, pero quién quiere títulos teniendo salvaciones agónicas.
El fantasma de las temporadas futuras ha llegado en forma de obra. Después de 53 años y sin haber sufrido grandes remodelaciones, El Sadar va a cambiar su cara para adecuarse a los nuevos tiempos. Seguramente no guste tanto a los del “odio eterno al fútbol moderno”, pero el renovado feudo rojillo tiene una pinta espectacular, acorde a uno de los equipos históricos de la élite española.
La renovación del estadio coincide con el centenario osasunista, una unión de acontecimientos difícilmente mejorable. Como simbólica despedida al viejo Sadar, el Orfeón Pamplonés realizó un emotivo concierto desde el césped, con mascarilla y distancia de seguridad incluidas, que vuelve a reflejar lo bien que se están haciendo las cosas desde los despachos del club.
El último de los fantasmas está a punto de llegar. La temporada presente regresa con sus últimas 11 jornadas y Osasuna, en una cómoda undécima posición con 34 puntos, roza con la yema de los dedos una salvación que este año no se antoja agónica. Bien es cierto que, sin el empuje de su afición, los rojillos pierden efectividad, y que la vuelta a los entrenamientos ha dejado varios jugadores lesionados, pero sería un desastre total que los navarros no arrancaran puntos en los partidos que restan.
Es por ello que, desde el club no solo se mira al final de la presente temporada, sino a otros frentes abiertos: qué pasará con el Chimy Ávila tras su recuperación; cómo se puede reforzar al equipo la próxima temporada; si el Liverpool, en honor a Michael Robinson, podría ser el rival que inaugure el renovado estadio…
Pero, como decía el protagonista de Dickens: paparruchas. Vuelve LaLiga, vuelve la ilusión. Y eso es lo que importa ahora mismo. Los fantasmas del pasado y el futuro pueden esperar.
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