Hace algo más de un año, en marzo de 2015, Daniele Lupo, jugador de volley playa italiano, estaba entrenando para preparar el Mundial que se disputaba poco después en los Países Bajos cuando una lesión en la rodilla le obligó a parar. Le diagnosticaron un tumor óseo.
“La semana siguiente teníamos que viajar a Tenerife, por lo que decidí ir al hospital. Era un viernes por la tarde. Me dejaron volver a casa porque estaba el fin de semana de por medio. El martes me operaron”. Daniele Lupo en la Gazzetta dello Sport.
Evidentemente, hubo una gran preocupación por el deportista, nacido hace 25 años en Roma de padre italiano y madre kazaja, y que ya había participado en unos Juegos Olímpicos, en Londres 2012, donde terminó en quinta posición, y había sido campeón de Europa en 2014 junto a su compañero Paolo Nicolai. Por fortuna, el tumor no fue a más, no hubo metástasis ni se tuvo que someter a ningún ciclo de quimioterapia para recuperarse. “Los días después de la operación son días en los que piensas cosas que ni te habías imaginado antes”.
18 de agosto de 2016, medianoche en Rio de Janeiro: Daniele Lupo y Paolo Nicolai comienzan la final olímpico de volley playa en un abarrotado Maracaná. Terminaron perdiendo contra la pareja local formada por Alison Cerruti y Bruno Schmidt, pero la plata que ganan es histórica: la primera medalla de Italia en la modalidad, olímpica desde hace dos décadas.
“Tras perder el primer set en la semifinal no me desmoralicé. Me dije: ‘estás jugando una semifinal olímpica…”, comentó Lupi tras el triunfo en el penúltimo partido, tal y como recoge la Gazzetta dello Sport. Algo así no le podía echar hacia atrás. Como no le echó hacia atrás el tumor.
De las playas de Fregene, en la costa romana, a Copacabana. Y a Maracaná. Daniele Lupi, además, será el abanderado italiano en la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos de Rio 2016. Con total merecimiento. Porque su historia no debe ser olvidada, sino convertirse en un ejemplo de lucha y superación.