Se inició en el béisbol, baila salsa y disfruta viendo pelear a Yuriorkis Gamboa. Pero muere por una paella de carne, socializa tomando «cañitas» y se apasiona con el Real Madrid. Orlando Ortega, el primer atleta de España en subirse al cajón en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, es un cubano muy español.
«¡Guau, cuántos de España! No me lo esperaba», exclamó Ortega el martes, con cara de sorpresa, cuando se encontró con los periodistas de su país, casi dos horas de conquistar la plata en la final de los 110 metros vallas.
«Prometí que me iba a dejar la piel y que lo iba a dar todo por España y, aunque el oro no salió, esta plata sabe a oro, como el récord del mundo; han sido tres años muy duros…», continuó, con la bandera roja y amarilla que había paseado por el Estadio Olímpico de la metrópolis brasileña aún a los hombros.
Y es que el prometedor Ortega llegó a España en 2013, tras el Mundial de Moscú, después de que algunas diferencias con los dirigentes del atletismo cubano le llevaran a abandonar la isla en busca de «otro estilo de vida, otros objetivos y nuevas ambiciones».
Aún sin los papeles, el CAVA de Ontinyent, un club de una pequeña localidad en la costa mediterránea española, lo contrató a su llegada. Fue el primer e imprescindible paso. A partir de ahí, junto a su padre y entrenador, Orlando Ortega senior, el vallista empezó su lucha.
Por su nuevo pasaporte, que no obtuvo hasta julio de 2015. Por mejorar como atleta, algo que constató el martes en Río 2016. Contra la nostalgia y la añoranza de su familia, que aún sigue. «Ha sido muy duro no tenerlos a mi lado para darles un abrazo y sólo poder hablar con ellos por teléfono», confesó Ortega, cuya madre y hermana viven en Estados Unidos y el resto de familiares en Artemisa, un municipio al suroeste de La Habana.
«Pero somos una familia muy unida y ahora me siento muy orgulloso», añadió agarrando la medalla dorada con un cristo, un timón y un ancla que siempre luce en su cuello. La compró junto a su madre en Estados Unidos y la besa antes de cada carrera para pedirle ayuda a dios y a su abuela, la atleta olímpica en México 68 Cristina Echevarría, su inspiradora.
«Han sido años muy duros, de mucha presión», insistió el hipano-cubano con su acento caribeño. «Pero es hora de dejar el pasado atrás y vivir el presente. Éste es el comienzo de Orlando Ortega en España y estoy seguro de que le voy a dar muchos éxitos», añadió el feliz medallista, que ahora vive junto a su padre en un «pequeño y humilde» apartamento en la Residencia Blume de Madrid, uno de los centros de tecnificación del deporte español.
Sin perder sus raíces, en la capital de España, Ortega, de 25 años, fue consolidando su proceso de adaptación: la comida, el fútbol, una novia, «que no es española ni cubana».
Y sus resultados: plusmarquista español de los 110 metros, con 13,04 segundos, en julio de 2015, tras obtener su nacionalidad. Primera medalla olímpica para el atletismo ibérico en los últimos 12 años, en Río 2016. «Lo más bonito ha sido llegar a la meta, haberlo logrado», aseguró el vallista, tras lograr la plata y antes de soltar su larga lista de dedicatorias. «España me enseñó a no rendirme y a pensar que los sueños son posibles, incluso empezando de cero», añadió, en una muestra más de agradecimiento hacia el país que le dio una nueva oportunidad y cuyo reconocimiento buscaba.
El subcampeonato olímpico fue el inicio. Ahora quiere mucho más: bajar de los 13 segundos como español -con Cuba ya lo logró-; ganar una liga Diamante y, «sobre todo, poner bien alto el nombre del atletismo español».
«Quiero que igual que se habla del fútbol español, y sale siempre en las portadas, así pase con el atletismo. Vienen buenos jóvenes, viene Hortelano», concluyó el radiante Ortega, que hoy recibirá su medalla, la primera de España en el atletismo de Río 2016, sin olvidar a Cuba, pero sintiéndose muy español.
(DPA)