Quedaba la incógnita de cómo superaría el equipo la derrota, pero el propio Hidalgo dejó claro Francia no cambiaría su estilo de juego, que así habían llegado hasta aquí, donde nunca habían estado. Hidalgo tenía la convicción de que no se estaban equivocando. En 1984, los franceses organizaban por segunda vez la Eurocopa y el torneo se presentaba como la reválida para el fútbol champagne. Faltaban dos años en los que el equipo galo disputaría solamente partidos amistosos, lo que le permitiría afianzar el modelo de juego, introducir cambios que permitiesen subir el nivel y no sufrir la presión de una fase de clasificación. También esa misma falta de presión podía ser peligrosa, ya que es imposible replicar la tensión de un partido oficial en uno amistoso. Los primeros encuentros ya arrojaron la vuelta del joven Daniel Bravo a las convocatorias y las dudas de Hidalgo en la portería, donde Jean Castaneda volvía a arrebatar la titularidad a Ettori. Durante esta temporada el seleccionador también dará la oportunidad al guardameta del Stade Lavallois Jean-Pierre Tempet, sobrio, alto y que parecía ser una opción seria para el equipo. No cuajó, y el debate no se cerró hasta la aparición de Joel Bats, portero del Auxerre, que haría suya la portería del seleccionado nacional hasta el final de la década. Tan suyo sería el puesto que todos los hombres que anteriormente lucharon por él desaparecieron de las convocatorias. Bats era indiscutible, y lo indiscutible no da turno de réplica (algo demasiado habitual entre los guardametas bleus). También durante este período de dos años se producirá la lesión de Marius Tresor. Intocable hasta aquel momento, su infortunio permitió a Hidalgo instalar a Maxime Bossis como líbero, posición que ya ejercía en el Nantes. Bossis, algo más joven que Tresor, también hará suyo ese rol, no sin polémica ante la vuelta del jugador del Girondins, que además estará a gran nivel. Tresor no volvió a jugar en la selección.
Otro elemento novedoso es la incursión de Luis Fernández en la nómina de centrocampistas. El jugador del PSG, sacrificado y trabajador, se convertirá en el complemento ideal para Tigana, Giresse y Platini. El ya jugador de la Juventus asumirá de manera natural su posición mucho más central en el ataque de la selección francesa, que dependerá más que nunca de sus goles. La pareja bordelesa se hará con las posiciones de interior por delante de Fernandez y por detrás de Platini. Genghini será el recurso creativo y ofensivo en el banquillo. Bravo también tendría opciones, Jean-Michel Ferreri competiría por cualquiera de las posiciones creativas y el espectacular José Touré, estrella del Nantes campeón de Francia, era un jugador con calidad para jugar en cualquier rol del centro del campo y la delantera. Las variantes y opciones para Hidalgo crecían sin parar.
A finales del 83 ya Bats era una certeza, Tusseau una nueva figura a tener en cuenta para los laterales, el enorme Yvon Le Roux aparecía como un marcador central de categoría y Loic Amisse presentaba su candidatura como extremo, en uno de sus múltiples regresos al seleccionado, como también lo hacía Yannick Stopyra para el centro del ataque. Francia seguía enfrentándose a selecciones y clubes de todo el mundo, los jugadores entraban y salían de la lista aunque el núcleo del equipo se mantenía y hacía que el proceso continuase con mucha estabilidad. La despensa de talento para Hidalgo no hacía más que crecer.
Contra Inglaterra, en un amistoso en la primavera del 84, el carré magique jugó junto por primera vez. El equipo tomaba forma, con Bats en la puerta, Battiston en la derecha, Le Roux como marcador central, Bossis como libre y Amoros ahora en la izquierda. Fernández, Tigana, Giresse y Platini en el medio. Arriba, en este partido, Hidalgo lanzó el guante a José Touré para que fuese el delantero centro del equipo. Era su oportunidad de ganarse un puesto en la Euro, ya que en su posición natural de centrocampista parecía no entrar en los planes del seleccionador. No lo hizo mal y parecía haber convencido a Hidalgo, pero una lesión frustró sus ambiciones y abría la puerta para un último baile a veteranos como Six o Lacombe, que llevaban tiempo fuera del equipo. Contra Austria, Rocheteau jugó como delantero centro y marcó el gol de la victoria. Onze tituló su crónica del partido “L’ange bleu”. Él también confirmaba su pasaporte para la Eurocopa.
Como organizador, Francia partía como el equipo favorito para hacerse con el título. Grandes selecciones como Italia, Inglaterra o la Unión Soviética había quedado fuera en la fase de clasificación. En el grupo A los galos se enfrentarían a Dinamarca, Bélgica y Yugoslavia. Abrieron el torneo contra unos daneses que venían como posible revelación del torneo. Eran un equipo muy vistoso y bien entrenado por Sepp Piontek, que había dejado fuera a Inglaterra en la clasificación. El partido fue tenso, con un marcaje muy estrecho a Platini, la expulsión de Amorós y con la terrible lesión de Allan Simonsen como momento clave. El menudo jugador danés, Balón de Oro en 1977, se rompió la pierna en un balón dividido, privando a Dinamarca de su jugador más reconocido. El equipo crecería sin él, pero en ese encuentro fue el juego de un omnipresente Tigana y el gol de Platini quienes decidieron la victoria local. Comenzaba una exhibición individual como se han visto pocas en un gran torneo de selecciones.
El segundo partido se disputaría en Nantes contra Bélgica. Y será quizá la mayor exhibición de esta generación. Los belgas venían de una victoria sólida contra Yugoslavia en el partido inaugural, de manera sorprendente podríamos decir, ya que el equipo estaba muy mermado por un escándalo relacionado con jugadores del Standard de Lieja. Eric Gerets y Walter Meews, titulares indiscutibles en defensa, no pudieron jugar la Euro. Igual que Michel Renquin, que tenía compromisos con el Servette, su club (algo que nos parece increíble a día de hoy). Parecía que la cosa pintaba mal para los Diablos Rojos, pero Guy Thys dió la alternativa a Enzo Scifo, que con 18 años hizo un gran partido y dominó el mediocampo contra los yugoslavos. Los franceses, por su parte, llegaban sin Yvon Le Roux, que estaba lesionado y sin Manuel Amoros, que recibió una sanción de 3 partidos por su tarjeta roja contra los daneses. Así que Hidalgo sacó una alineación cuanto menos curiosa. Dió la titularidad a Bernard Genghini, con lo cual reunió al Carré Magique (Fernandez, Tigana, Giresse, Platini) y al propio Genghini. Solo 3 defensas: Battiston, Bossis y el debutante Domergue. La solución pasó por situar a Fernandez como lateral derecho. Battiston y Bossis (dos hombres que jugaron en los costados en diversas etapas en la selección), como centrales y Domergue en la izquierda. Por delante una línea de tres con Tigana, Genghini y Giresse. Platini como trequartista, y arriba Lacombe y Six. Como Platini había sufrido un marcaje individual contra Dinamarca, este abandonó los tres cuartos. A menudo lo veremos recibiendo el balón de los centrales o incluso de Joel Bats. Genghini se mantiene en el centro, como apoyo (y como cierre, solo nominalmente). Tigana ocupa el carril interior derecho, y Giresse el izquierdo. Platini da salida a la pelota en corto o en largo, hacia Lacombe o Six, que caen a banda, pero raramente va a aparecer para crear en los tres cuartos. Cuando Six cae a la derecha o Lacombe a la izquierda, los jugadores que se desdoblan no son los laterales, que casi no suben. Son Giresse y Tigana por dentro. Carga el área el delantero del lado opuesto, el interior del lado opuesto y Platini, que llega por sorpresa. Si hay que retrasar la pelota, ahí está Genghini en el centro para aliviar y cambiar el juego hacia el otro lado, comenzando de nuevo el mismo movimiento. Son unos patrones para nada habituales en el fútbol de los 80. Una prueba más de lo especial que fue ese equipo. Esa tarde los belgas fueron incapaces de descifrar el acertijo planteado por Hidalgo. Francia les pasó por encima con un 5–0 inapelable, merced a un hat-trick de Platini complementado por sendos goles de Giresse y Fernandez. Esa misma tarde, en Lyon, los daneses conseguían el mismo resultado ante Yugoslavia. Francia estaba en las semifinales, pero la última jornada del grupo dejaría otros dos partidazos.
Con la misma fórmula táctica, pero con la variación de Ferreri por Genghini, los franceses conseguían la tercer victoria del grupo ante una Yugoslavia que dio muchísima guerra. Solo otro hat-trick de Platini (uno con la derecha, otro con la izquierda y otro de cabeza), fue capaz de salvar los goles de Milos Sestic y el joven Dragan Stojkovic. Dinamarca, una vez más, igualaba el resultado francés tras remontarles un 0–2 a los belgas en Estrasburgo.
Mientras el grupo A había sido un festival de goles y fútbol ofensivo, el B fue mucho más cerrado y tenso. De manera increíble, España eliminó a Alemania Occidental en el último minuto con el famoso gol de Antonio Maceda, mientras Portugal también se colaba en las semifinales. La posibilidad de cobrarse venganza de los alemanes por la semifinal de Sevilla se esfumaba.
Si algo hizo especial a esta Eurocopa para el público francés fue que su selección se movió por todas las sedes. Comenzó en Paris, siguió en Nantes, luego Saint-Etienne y ahora tocaba Marsella para la semifinal. Francia era favoritísima, pero los portugueses vendieron cara su piel. Con una defensa muy sólida protegida por el fantástico Manuel Bento en la portería, el equipo de Fernando Cabrita sorprendió a todo el mundo. Le Roux había vuelto al equipo, así que Battiston pasó a jugar en el lateral derecho y Fernandez volvía a su posición en el centro del campo. Domergue, adelantó a Francia con un lanzamiento de falta sorprendente. Nadie esperaba que Platini no lo lanzase, y nadie esperaba a Domergue, a secas. Pero el lateral izquierdo del Toulouse estaba destinado a vivir su día más grande. No lo sabían los portugueses ni parecía importarles, porque Jordao empató el encuentro faltando quince minutos. No contento con ello, gracias a otro centro de Chalana, el menudo extremo luso que fue una de las sensaciones del torneo, adelantó a la selección de las Quinas en el tiempo extra. Parecía que las nubes negras se cernían sobre Francia en otra semifinal, como había pasado en 1958, 1960 y 1982. Pero allí apareció Domergue en el 114 para empatar el encuentro y calmar a los franceses. Cuando el fantasma de los penaltis ya acechaba, una internada de Tigana, increíble durante todo el torneo, en el área portuguesa la culminó Platini en los últimos segundos de partido. Tenía que ser él. Su gol número ocho del torneo y el que sellaba el pase de Francia a su primera final internacional. Había sido uno de los mejores partidos de la historia del campeonato de Europa.
En comparación, la final contra España en París, fue casi un anticlimax. Se esperaban los fuegos artificiales de un segundo partido contra la vibrante Dinamarca, pero la Dinamita Roja acababa de encontrar en los españoles a la horma de su zapato. La España de Miguel Muñoz, que llegaba con bajas importantes controló a su rival, estuvo ordenada y hasta tuvo alguna buena oportunidad. Francia estuvo muy incómoda, tuvo en general poca profundidad y le costó encontrar su juego en la final. Eso sí, los dioses estaban de su parte, especialmente cuando el mejor portero de la competición dejó entrar un disparo de falta bastante fácil de Platini. La desgracia de Arconada marcó el encuentro y los franceses pudieron sellarlo en el último minuto, con un gol de Bruno Bellone, el primer tanto anotado por un delantero francés en todo el torneo. Hidalgo, básicamente, había diseñado un sistema que no necesitaba de ellos imperiosamente. Supo hacer de una debilidad una de las mayores fortalezas del equipo, y potenció totalmente el rendimiento de su mejor jugador. Esa supuesta falta de gol la eliminó Platini de un plumazo. Hizo un torneo perfecto, dando la mayor exhibición individual que se recuerda (junto a la posterior de Maradona en el 86), y demostrando que en aquel año 84, era indiscutiblemente el mejor y más completo jugador del mundo. 9 goles, ¡nueve!, tres con la derecha, tres con la izquierda y tres de cabeza. En jugada, de falta, de penalti. Perfecto.
En su último encuentro como seleccionador, Michel Hidalgo, nueve años después de tomar las riendas del equipo, cumplía aquella profecía-proyecto de Kovacs. Una década para dominarlos a todos.
1984-86, el prestigio.
En ese mismo verano del 84 que vio a Les Bleus coronarse amos de Europa, la selección olímpica dirigida por Henri Michel ganaba la medalla de oro de los Juegos de Los Ángeles, desplegando el mismo estilo que la absoluta, y derrotando a la Brasil de Bebeto y Dunga. Tras el éxito de la Euro el ya veterano Hidalgo dejó la selección, pero su lugar lo tomó el más indicado, el propio Henri Michel. Esos años 84, 85 y 86 son los que culminan un estilo de juego. Francia gana, gusta y se afianza como el mejor equipo del mundo. Aunque la edad ya pesa en algunos de sus componentes y habrá que buscarles relevo, el conjunto del carré magique sigue maravillando.
Francia cae en un grupo clasificatorio que le obliga a viajar tres veces más allá del Telón de acero, a Alemania Oriental, Yugoslavia y Bulgaria. También un corto y fácil desplazamiento a Luxemburgo, que solventan ya en la primera jornada. Sólo dos equipos entran directos al Mundial y un tropiezo puede salir caro. Los germano-orientales están a caballo entre generaciones, al igual que los yugoslavos. Los búlgaros, por su parte tienen a su fútbol envuelto en crisis y polémicas, ninguna más grande que la que se dará en la final de copa del 85 entre Levski y CSKA, que tras agresiones varias y batalla campal acabará con ambos clubes siendo disueltos por el gobierno (oficialmente se les cambió el nombre a Vitosha y Sredets), y con varios jugadores cumpliendo sanciones que incluso fueron de por vida en algún momento. Uno de esos jugadores, por cierto, es un chaval de 19 años llamado Hristo Stoichkov.
Tras su victoria inicial en Luxemburgo, Francia derrota en Paris tanto a Bulgaria como a la RDA. Rotaciones en el centro del campo entre los cinco sospechosos habituales, y la presencia de Bibard y Senac como costado derecho de la defensa son las novedades más importantes. Ya en el 85 se devuelven las visitas, rescatando un punto en Belgrado y cayendo ante los búlgaros en Sofía por 2-0. Ambos partidos se juegan flanqueando a la gran historia del fútbol galo esa temporada, la aventura europea del Girondins de Burdeos, que llega a las semifinales de la Copa de Europa. Los bordeleses dirigidos por Aimé Jacquet son el mejor club francés del momento, sucesores claros del gran Saint-Etienne y mantienen con el corazón en vilo al país con su victoria 2-0 en el Parc Lescure ante las Juventus. Insuficiente para remontar el 3-0 de la ida que permite a los italianos sellar su billete para la que será trágica final de Heysel. El Girondins juega al fútbol como todos los buenos equipos franceses de la época, mirando hacia la portería contraria, tocando a pelota y atacando. Es un patrón que se repite para las diversas selecciones nacionales y en el fútbol de élite galo. El foot-champagne pasa a ser el jeu a la française. Es el esfuerzo de esta campaña europea el que parece pasar factura a algunos de los principales elementos del equipo de Henri Michel, que se pierden estos partidos en Europa del Este. José Touré vuelve a tener minutos habitualmente con el equipo y parece afianzarse en ataque la pareja formada por Bruno Bellone y Yannick Stopyra.
En agosto del 85, Francia se enfrenta en Paris a Uruguay por la Copa Artemio Franchi, un homenaje al fallecido presidente de la UEFA y que pretendía ser un equivalente a la Copa Intercontinental pero para selecciones nacionales. No tuvo mucho éxito, y de hecho el trofeo en sí es el que actualmente se utiliza para la Supercopa de Europa de clubes. Los uruguayos llegaban más o menos con todo lo que tenían salvo Hugo de León, que no era muy amigo de Omar Borrás, el seleccionador. No hay que subestimar esta baja, ya que de León era un defensa de primer nivel y llevaba años demostrándolo en Brasil. Pero a Uruguay atrás siempre le sobró oficio. Francia tenía bajas como Tigana, Amoros o Battiston, cubiertas a la perfección por secundarios habituales como Michel Bibard, William Ayache y Thierry Tusseau. Arriba, como siempre, los dos delanteros variaban según las necesidades de Henri Michel. Tras las dos derrotas anteriores, Michel decidió prescindir de Bellone y Stopyra y darle la oportunidad al veterano Rocheteau y a José Touré. El antiguo Ángel Verde no esperó mucho para hacerse notar y marcó a los tres minutos, tras un excelente pase de Platini. Touré, por su parte, fue el mejor del partido. Un jugador que no tenía tantas oportunidades como merecería por la gran acumulación de talento francés, pero que se marca un partidazo, incluyendo el segundo tanto galo y el martirio hacia unos uruguayos que lo muelen a palos. En esta época lo de amistoso era todavía un simple adjetivo (sinónimo de no oficial, no de pachanga de colegas), y con los charrúas aún más, ya que se dedican a repartir estopa toda la primera parte, en un buen anticipo de lo que será su decepcionante participación en México. Los franceses dominan todo el encuentro, con un intercambio de posiciones constante, Platini y Giresse mandando en la creación, Touré apareciendo por todos lados y Luis Fernández ejerciendo de chico para todo en la medular. Por Uruguay estuvo bastante desaparecido Francescoli (que hacía una de sus primeras apariciones ante el público europeo y en el estadio del que sería su club apenas un año después), perdido en un equipo sin ideas, en el que sólo Barrios y Ramos trataro de hacer algo diferente a segar las piernas de los franceses. La segunda parte fue también un monólogo de los de Michel, con excelentes combinaciones que pudieron resultar en tres o cuatro goles más. Al final fue un encuentro cómo para los galos, que sirvió para recuperar algo de confianza tras los tropiezos en Bulgaria y Yugoslavia. Confianza que volvió a tambalearse ante una nueva derrota, esta vez en el gigantesco Zentralstadion de Leipzig (tan grande que el actual estadio del RB Leipzig está dentro del anillo del viejo), por dos goles a cero.
Francia tenía que ganar los últimos dos encuentros en casa para ir a México. Así lo hizo, primero aplastando a Luxemburgo por seis a cero merced a un hat-trick de Rocheteau y un gol por cabeza de Giresse, Fernández y Touré, que esta vez formó en el centro del campo junto al carré magique. Faltaba certificar el pase y se logró tras vencer a Yugoslavia por dos a cero en el Parque de los Príncipes. Misión cumplida.
Francia llega a México 86 en un gran estado de forma, pero con la baja de su gran revelación de los dos últimos años. José Touré, que en ese bienio se había recuperado de la decepción de su ausencia en la Euro, juega de maravilla con su Nantes, marca goles de impresión y parece convertirse en el jugador número doce de la selección. Pero se lesiona la rodilla contra el Inter de Milan y acaba perdiéndose también el Mundial. Para Touré es el inicio del fin, ya no volverá a ser el mismo y, aunque recupera un cierto nivel, su carrera y su vida entran en la cuesta abajo. Su ausencia abre las puertas a un joven y hambriento delantero que se había ido a Bélgica en busca de fortuna. En el Brujas Jean Pierre Papin se reveló como el mejor goleador de la liga belga y se ganó un billlete al Mundial.
Francia abre juego contra Canadá en lo que se prevé una goleada por parte de los campeones de Europa. Ni mucho menos es así, ya los canadienses se hacen fuertes en torno al guardameta Paul Dolan y a su líbero, la leyenda de la North American Soccer League Bobby Lenarduzzi, y salen a la contra velozmente con el atacante Igor Vrablic, que juega en Bélgica. Francia domina y asedia durante casi 70 minutos la puerta canadiense sin éxito. Finalmente, Papin (que llevaba un partido nefasto), rompe su defensa y marca el definitivo 1–0.
El segundo partido es contra la poderosa URSS, que venía de destruir a la Hungría de Lajos Detari por 6–0, y que no tarda en adelantarse con un trallazo marca de la casa de Vassili Rats. Francia saca su casta de campeón y empata merced a una llegada desde segunda línea de Luis Fernández. El encuentro se juega en Toluca, en un estadio que es un horno, y ambos equipos juegan de poder a poder. Los hombres de Lobanovskyi, que son prácticamente su Dinamo de Kiev que acababa de arrasar en la Recopa, pero vestidos de sóviets, son una máquina perfectamente engrasada y con el tanque lleno de gasolina. A los franceses, cuyos elementos principales pasan la treintena, les cuesta por momentos y se les ve flaquear. Aún así, dejan momentos de dominio y de juego técnico que ni siquiera el acordeón soviético es capaz de anular fácilmente.
El último partido de grupo lo ganan fácilmente contra los húngaros. Pero la delantera sigue sin funcionar y todo el peso sigue recayendo sobre el cuadrado mágico, que parece cada vez más afectado por el infernal calor mexicano. Sólo el joven Luis Fernández mantiene el ritmo, corriendo de un lado para otro sin parar.
Los octavos de final preparan un plato fuerte. Francia contra Italia, a quien los galos no han derrotado oficialmente en cincuenta años. En este partido les Bleus renacen e imparten otra lección de fútbol. Platini y el cuestionado Stopyra dejan el 2–0 definitivo. Y espera Brasil.
El partido es una oda al fútbol, uno de los mejores de la historia de las Copas del Mundo, como no puede ser menos dada la acumulación de talento de ambos conjuntos. Además, tiene de todo. Comienza con dominio brasileño, que se adelanta por medio de Careca tras una fabulosa jugada combinantiva entre Júnior y Müller. Empata Francia por medio del inevitable Platini, tras unos minutos en los que los galos son capaces de capear primero el vendaval brasileño y luego imponer su juego. Brasil, con Júnior y Sócrates manejando los hilos del centro del campo, acaba mejor a primera parte. Arriba, la movildad de Careca y Müller causa muchos dolores de cabeza a los hombres de Henri Michel. La segunda parte pertenece a los galos pero la canarinha creó mucho peligro en las contras y, casi al final Zico, que había salido apenas unos minutos antes del banquillo, a donde una lesión previa al torneo lo había relegado, dispone de un penalti para ganar el partido. ¡Pero Bats lo detiene! Y aquí comienza el partido de su vida. El guardameta del PSG para todo lo que le echan en una actuación espectacular. Brasil había disparado dos veces al palo y pudo considerarse desafortunada, pero Francia tuvo a Bellone solo ante el guardameta Carlos hacía el final de prórroga, solo para ser trabado por el portero ante el nulo interés del árbitro, que no pitó ni falta ante la incredulidad de los galos. Pero era el día de Joel Bats, que detuvo otro penalti en la tanda donde Michel Platini falló el único lanzamiento de los franceses. Afortunadamente para él, su error fue compensado por el decisivo disparo de Luis Fernández, de nuevo inconmensurable, que enviaba a Francia a las semis por segundo mundial consecutivo.
El cuadro de partidos de Francia en México es aterrador. Por si fuera poco haberse medido con la URSS, Italia y Brasil, las semis les regalan de nuevo a Alemania Occidental y, al fondo en una hipotética final, la Argentina de Maradona. Francia juega en el estadio Jalisco agotada física y mentalmente, Bats falla estrepitosamente en un lanzamiento de falta de Andreas Brehme (un poco al estilo de Arconada en la final 84… ¿Justicia poética?) y los galos caen 2–0. Adiós al sueño de ganar un Mundial para gran parte de sus componentes.
Tras México, la selección pierde a Platini, Giresse y Genghini. Battiston y Bossis se retiran poco después. Los galos vagan sin rumbo por los campos de Europa. No se clasifican para defender su título europeo en el 88, tampoco acuden a Italia 90. Sí recuperan un poco de su antiguo brillo en las clasificatorias de la Euro 92. Platini está ahora al mando del equipo como seleccionador, y el número diez lo luce un veterano Luis Fernández, el menos brillante del legendario cuarteto. Esto es un signo de cómo van las cosas. Papin está en el mejor momento de su carrera. ¡Lo que hubiese dado Platini por ese JPP en esas semifinales contra Alemania! Francia arrasa en la clasificación, jugando un 5-3-2, con Papin, Sauzee, Deschamps, Cantoná… pero queda fuera en la primera fase del torneo, en un grupo con Inglaterra, Dinamarca y Suecia.
Con la eliminación para USA 94 muere definitivamente el fútbol champagne. Aimé Jacquet, el creador del Girondins de Burdeos que tan bien representó ese estilo en los 80, le da el golpe de muerte. Adiós Cantoná, adiós Sauzee, adiós Ginolá, adiós Papin. Hola Karembeu, hola Vieira, hola Petit, hola Djorkaeff, hola Zizou. La transición hacia la nueva Francia, la Francia multicolor era un hecho.
Imagen de cabecera: Allsport UK
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