España es, con toda seguridad, el país que ha dado a más y mejores tenistas en los últimos 30 años. A los pioneros Gimeno, Orantes o Santana los siguieron tenistas de la calidad de Sergi Bruguera, Àlex Corretja, Carlos Moyà o Juan Carlos Ferrero; sin despreciar a los Ferrer, Verdasco o Feliciano, ni a las fantásticas tenistas que dejaron su impronta en los 90, como Arancha, Conchita Martínez o las actuales Garbiñe o Paula Badosa. Pocos países, por no decir ninguno, podrían presumir en un solo párrafo de casi 20 raquetas de primerísimo nivel.
Mención aparte merece Rafa Nadal, del cual podríamos dedicar días enteros para poder hablar de dos décadas plagadas de éxitos. Y entre todo este ejército de raquetas emerge el soldado más joven, que con apenas 18 años quiere hacerse un hueco en la historia del tenis español. Porque hacer historia es ser el top 20 español más joven de la ATP y la WTA.
Y es que es inevitable entrar en la comparación entre uno y otro, siendo tan diferentes el uno del otro; Carlos Alcaraz es una rara avis del tenis español. A pesar del título en Río sobre tierra batida, a Carlos (que no Carlitos) le va la jarana. Prefiere la rapidez de las pistas de Australia que mancharse las deportivas con el polvo de arcilla de las pistas que pueblan España.
Lo inevitable es pensar en Rafa, siendo el de Carlos un camino propio. Quizás lo único comparable sea esa estética de camisetas sin manga (terribles en lo estético, pero de tan grato recuerdo con Nadal) y la marca deportiva que ambos lucen. Quizás la de Carlos sea la carrera de relevos perfecta en un país que dejará de disfrutar a Rafa para empezar a hacerlo con Alcaraz.
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