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Leo Messi, fútbol de gourmet

Sábado, 24 de febrero de 2018. Me siento a ver el F.C.
Barcelona – Girona en el salón de mi casa. Ha sido una jornada de esas en las
que devoro fútbol como si no existiera otro pasatiempo. Voy a por mi cuarto
duelo del día. ¡Qué desastre! Que me gusta el deporte, pero excederse de esta
manera tampoco debe ser sano. «Bueno, da igual – pienso –,
mañana compensaremos»
. A decir verdad, no espero gran cosa del choque
y la sobredosis balompédica incita a la distracción. Aunque ésta no tiene
lugar. Por el contrario, desde el primer minuto me engancho a la retransmisión.

Se suceden las jugadas, mis ojos como platos. Hechizado,
enciendo el PC al descanso. 45 minutos han sido suficientes para convencerme.
Voy a tener que escribir. La culpa la tiene el de tantas otras veces. Da igual
que una vez acabado cada texto sobre Messi que redacto, crea haberlo dicho ya
todo. Si es que parece que no hubiera aprendido. Se viene un nuevo déjà vu.
De manera que aquí estoy de nuevo, delante de la pantalla y aporreando el
teclado por su culpa. La historia de mi vida…

Hace poco escuchaba a Pep Cargol contar algo sobre George
Karl. Vale, ya sé que esto no es fútbol, pero lo entenderéis cuando lo
explique. Recuerda Pep, entonces jugador del Real Madrid de baloncesto, que
cuando llegó Karl al banquillo merengue le asaltaron las dudas. Igual debía
explicarse y no tenía muy claro si era un tres, un cuatro, o incluso un cinco.
El coach le sacó pronto de dudas: «Pep, eres un jugador, no una
posición. Tu juego dependerá de las necesidades del equipo»
. Tan
brillante como sencillo.

Está claro que Leo Messi jamás ha sido entrenado por Karl.
De hecho, dudo que se conozcan. Sin embargo, el rosarino parece que comparte el
dogma. Lo veo deambular por el verde sin una zona asignada, sin espacio
definido. Y casi siempre caminando. Lo cual provoca que me pregunte cómo suele
estar donde debe o donde más lo necesitan en el momento preciso. Porque, ¿qué
es Leo? ¿Un media-punta? ¿Un falso nueve? ¿Un interior? ¿Un mediocentro? Da lo
mismo que lleve el ’10’. Él es ese dorsal y a la vez todos los dorsales. Su
dominio no parte de ningún sitio. Es el jugador aposicional.

Una vez dejé unas líneas, tras un partido frente al Sevilla,
en las que imaginaba el futuro y hablaba de un Messi versión año 2020. La
reflexión partía desde las cualidades de Lionel y su evolución como futbolista.
Aquel día, ante la ausencia de Andrés Iniesta, decidió ser, además del ’10, el
‘8’. Claro que también fue el ‘6’ y por momentos el ‘9’ o el ’11’. Aquella
noche tapó cada ausencia y firmó una performance soberbia. Recuerdo incluso
haber debatido sobre si había sido su mejor choque (¡!).  A mí me parecía increíble que éste hubiese llegado
ya a esa edad y, sobre todo, tras haberle visto actuaciones descomunales. Hoy
(y no por lo de este sábado) ya no pienso en el Sánchez Pizjuán cuando hago
memoria. Me voy a un puñado de tardes, a unos cuantos estadios. No puedo
quedarme con un concurso. Su crecimiento es constante, no ha acabado. Y si
tuviese que apostar, diría que su mayor exhibición está por venir, que no ha
alcanzado el cénit.

La primera parte de hoy es otra de esas joyas que deberíamos
grabar. Y luego, hacer copias, guardando varias bajo llave. Para que cuando él
ya no esté sobre el escenario, entendamos lo que está pasando por delante de
nuestros ojos un día sí y otro también. Me da que no nos percatamos… Tengo
una teoría al respecto. Yo soy de la opinión de que cuando la excelencia es
continua, no se valora en su justa medida. Comer cada día caviar puede dar paso
a cierta indiferencia. Pero, ¿y si supiésemos que luego vendrán mal dadas y que
nos tocará recurrir a las conservas? Entonces sí que la cosa la veríamos con
otro prisma.

Messi no nos varía el menú (caviar de beluga, jamón manchado
de jabugo, carne de kobe, queso pule, trufa blanca de Piamonte y café de
Civeta), pero siendo, como es, el mejor chef de la historia, nos guarda una
sorpresa fuera de carta para cada ocasión. Por eso, perderse un encuentro de
Lionel es renunciar poder descubrir un nuevo sabor. No sé qué tipo de cocina os
gusta. Está muy de moda el sushi, pero quizá los clásicos prefieran un buen
italiano. La comida mexicana siempre es un recurso y un restaurante libanés
bien puede lograr que salgamos sonriendo del establecimiento. Habrá
vegetarianos o veganos, habrá amantes de un buen asado, del pescado, de los
arroces… Habrá de todo, que los paladares son muy variados. Es justo por eso,
que resulta tan complicado acertar, contentar a las masas. Bueno, pues Lio
controla todos los sabores. Asistencias de gourmet, recortes caramelizados o
disparos bien aliñados. Abarca tantos fogones como precise y conoce cualquier
condimento. Justo ésa es la diferencia. No es especialista únicamente en una
cosa. Messi no solo marca, no solo regatea, no solo pasa.

Hoy, una vez más, saltaron las comparaciones cuando anotó de
falta por debajo de la barrera. En la acera de enfrente se apresuraron a
recordar que Cristiano Ronaldo ya lo había hecho. A otros les faltó tiempo para
evocar a Ronaldihno. Si es que estamos de acuerdo. Ellos también anotaron así.
Y fijo que, antes, también hubo otros. Pero, ¿y esa calma dentro del área para
anotar el 2-1? ¿Esos balones a los espacios? ¿Esa lectura del juego? Los que
quieren bajarlo a la tierra, convertirlo en mortal, anteponen los números. Es
un error. Que nadie me malinterprete, pero en su caso, los números son solo
accidentes. Maradona era el mejor a pesar de que otros marcasen más. Incluso
asistiesen más. Pero en los ochenta nadie le tosía, nadie ponía en tela de
juicio su reinado. Él simplemente estaba a otra cosa, como el blaugrana en
nuestro tiempo. Va a sonar a disparate, pero los números de Leo no lo definen.
Solo sirven para que los que prefieren comer en abundancia a degustar manjares
exquisitos se escuden en que el objetivo, al final, simplemente es alimentarse.

Leo Messi no admite cotejo. Con nadie. Ya ni con los otrora
dominadores de esta suerte, aquellos de los que siempre se habla y a quienes
ponen como espejo. Ya es demasiado tiempo. Son doce años haciendo cosas que el
resto de los mortales únicamente pueden imaginar (algunos ni eso), doce años
cosiendo sueños, doce años en los que su sombra lo cubre todo, doce años en los
que ni los títulos de otros silencian el ruido de su fútbol. Doce años y lo que
queda, aunque les pese a quienes no les gusta comer fuera.

Un último apunte: a veces juego a imaginarme al resto
de compañeros de profesión que componen la élite más exclusiva. Un día de
partido, llegan a casa tras firmar una enorme actuación. Encienden la
televisión y ven a este tipo hacer magia. ¿Qué pueden pensar? Resulta evidente.
Se dedican a lo mismo y no se puede negar lo obvio: en ese escalón solo está
él. Son conscientes. Ya, a partir de ahí, procede decidir. Aceptarlo, como hace
la mayoría, y disfrutarlo, o recordar en cada oportunidad que se presente quién
eres y lo que has conseguido (que su mérito tiene, dicho sea de paso). Al fin y
al cabo, todo es lícito. Como también decir que prefieres comer en un burger.

Tenerife. Estudié sociología aunque siempre he estado vinculado al mundo de la comunicación, sobre todo haciendo radio. Deporte en general y baloncesto más a fondo.

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