Nadie puede creer que el Olympique de Lyon no le abriera las puertas, pero esa es la realidad. Antoine Griezmann recibió las calabazas de su primer amor. La elástica de los leones le rechazó por su altura y constitución cuando era un niño. Y a todos asombra la anécdota en este presente, donde Le Petit Prince de Mâcon se ha consagrado en la élite del fútbol. Por aquel entonces, ese niño flaco y bajito tuvo que esperar una oportunidad, recabando sus deseos de futbolista. Fue en las filas de los Txurri-Urdines donde creció, se formó y empezó a mostrar sus virtudes y capacidades.
El pequeño príncipe empezó a hacerse intérprete en el guión del césped cuando fue jugador clave en el ascenso de la Real Sociedad, para volver a Primera en 2010. Debutó en esta competición ese 29 de Agosto. Y su primer gol, contra el Depor, el 25 de Octubre de ese mismo año. Recordada es aquella mítica celebración, en la que el francés se colocaba al volante de un coche que se ubicaba en la escena como soporte publicitario.
Y cuatro años más tarde, 30 millones de euros le situaron rumbo a Madrid, convirtiéndose en el segundo fichaje más caro de la historia rojiblanca.
Llegó en una época gloriosa del conjunto colchonero, que gozaba bajo el mandato del Cholo Simeone, protagonista del incremento de energía de las gradas y de los esquemas que concedieron los resultados. El Atlético que, bajo un nuevo modelo de negocio y un espíritu luchador, se ha afincado entre los tres primeros del podio final de la clasificación de La Liga. Griezmann aterrizó con el gustoso sabor de una victoria reciente, que marcó la diferencia tras nueve años de binomio culé y merengue.
Dos temporadas y el inicio de una tercera, que muestran una etapa de madurez del pequeño príncipe de cabello rubio, ojos claros y con un bigote que le otorga ese ligero aire francés, aunque su estilo quede lejano del reconocido moustache.
Dos ediciones en las que anotó 22 tantos en liga en cada una de ellas, cifra notable años atrás, antes de que Forlán encabezara una consecución por encima de los 30, que sigue cumpliéndose a día de hoy y con sumas de escándalo.
Su cambio de posición desde la banda al centro asemeja a esa transición del príncipe de las galletas, que con retoques en los atuendos y con el trueque de sombrero a corona, se identifica con el cambio a un jugador más completo.
Griezmann es como un caballo veloz, al que debes dejar galopar libremente. Tiene esa velocidad, visión e interpretación del juego y la presencialidad. De hecho, ante el PSV se mostraron estadísticas post partido en las que podían observarse todos los puntos recorridos. Antoine se había hecho el campo entero, ni más ni menos. A pico y pala. El reflejo del esfuerzo por contentar los requisitos físicos del míster argentino. El entendimiento de que uno permita la imaginación del movimiento y el otro lo devuelva con trabajo.
Griezmann es calidad y técnica, regularidad, olfato y definición goleadora con su zurda. Un cabeceador por debajo del metro ochenta, y ese mediapunta que puede ser el perfecto apoyo para un delantero centro. Esos 25 años de edad que revelan frescura y ambición.
El pequeño príncipe se empieza a hacer mayor.
No sólo el talento le ha hecho acrecentar su desarrollo. La responsabilidad y la frustración también han jugado un papel fundamental. El cometido de ser líder de su país en la Eurocopa y corresponder con la pieza precisa para lograr que éste llegue a la final.
Vimos como el principito dejó el diminutivo transformándose en príncipe de Francia. Máximo goleador de la competición y elegido como el mejor jugador del torneo. Distinciones individuales que saben a poco ante tanto desengaño y desilusión, tras perder dos finales en un período de tiempo tan corto. Perder una final de Champions a penaltis con los vecinos y perder una Eurocopa en casa, a ojos de tantos y desde la altura de los 300 metros de la torre emblemática. Un doble mazazo que dejan sin premio a tanto vigor y empeño. Los cuernos de un croissant que parecen hacerle burla tras una cámara oculta, la incredulidad ante tanto infortunio cuando el fútbol le debe una.
Pero la vida sigue, cumpliendo horas y días, con serenidad. Y Antoine pasa página, aunque deje en ese punto tareas pendientes.
Una nueva temporada que debe ser visualizada como una novedosa ocasión para incrementar el palmarés. Pues la trayectoria del francés suma una Supercopa de España y una Liga de Segunda División.
En la vigente competición ya suma dos dobletes, y su avidez le dirige a la consecución de una amplia cantidad. Cueros cruzando la línea de portería que podrán ser festejados entonando ese ¡Vamos! con el flechazo del arquero, o las actuales llamadas al sonido del Hotline Bling del rapero canadiense Drake.
Su pacto con el deber y sacrificio ya le han hecho manifestar declaraciones que no obtuvieron un buen juicio: “Si seguimos así vamos a pelear por el descenso”. Una apreciación que habría sido mejor exponerla en frío. Tal vez no era el momento ni el lugar, pero los micros siempre están preparados para dejar que uno fluya. Sin embargo, quizás la sentencia de sus palabras debería haber sido más clemente. En la autocrítica se esconde aquel toque de atención que despierta instintos de mejora.
Ante la versión de Griezmann, que evidencia su progresión, siento que le han despojado de ese premio al mejor futbolista del año de la UEFA. Y no quisiera que en el tramo de este viaje sobre el galo se me malinterpretara. No hay intención de desmerecer a quien lo ganó, porque suma sus méritos.
Probablemente me resulta imposible no empatizar con aquellas espinas que tiene clavadas El Principito, y creo que la poca fortuna no le ha reconocido como el jugador que es.Y lo mismo ocurrirá con el Balón de Oro. Muchos imaginamos en qué manos terminará. Los trofeos obtenidos son razón de ello. Al fin y al cabo, le ganó las dos finales y esto no tiene otro punto de vista. No obstante, también hay una certeza de que los galones y el poder mediático suman puntos. Y a muchos nos gustaría que cuando se englobe una temporada en un galardón se valoren otros efectos. Por ejemplo, la revelación y la confirmación mayúscula de un jugador.
Tal vez para la próxima…
Le Petit Prince ya ha salido del palacio, subido en su caballo blanco sobre su montura roja. Trotando con calma hacia un nuevo camino donde convertirse en rey, sin olvidar que antes, fue El Principito. “Todos los mayores han sido primero niños pero pocos lo recuerdan”.
Editora en SpheraSports. Especialista en Scouting y análisis de juego por MBPSchool. Sport Social Media. Eventos Deportivos
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