Las navidades son preciosas. Época de felicidad, de regalos, de reencuentros… y de Premier League. Y con la llegada de las fiestas, cada temporada, el mismo debate sale a la palestra. La mayoría de gente que es más cercana a los clubs lo tiene claro: esto debe acabar. Cada equipo en siete días tendrá tres duelos y algunos en días tan importantes como el inicio de 2017. Van Gaal, el pasado curso, se quejó de lo sobrecargado que estaba el calendario pero, sin embargo, Arsene Wenger fue claro: “Lloraría si acabara el fútbol inglés en Navidad”.
Para el jugador, la serie de guerras que se le viene encima es un problema. Con la exigencia actual, disputar duelos tan sucesivos debe ser agotador. Los entrenadores deben tirar de todos los suplentes e incluso algún canterano con ilusión. Los fisios, por su parte, actuar como brujos con manos mágicas dispuestas a despertar algún musculo que pide compasión.
Los aficionados, en cambio, disfrutan. De hecho, siempre se ha dicho que el jugar en estas fechas tan señaladas es por la oportunidad para que la grada se habite de niños, que están de vacaciones. Mientras en otras ligas el juego se detiene, la Premier se acelera.
Gracias al fútbol británico, podemos ver una de las mejores ligas del mundo en compañía de los nuestros. El que sea hincha de esta competición, recordará más de un partido precioso en estos tiempos como aquel 1 de enero de 2015, donde los spurs golearon al Chelsea (posterior campeón) por 5-3. Por ello, cuando un tío o una abuela quiera alargar la clásica comida familiar, busca una excusa. O, quien sabe, igual aquel primo al que no le gustaba este deporte se enamora viéndolo contigo. No diga navidad, diga Premier League. El espectáculo está a punto de comenzar.