«En Lanús todo es muy transparente, nuestro trabajo nos permite estar como estamos«. Este fue uno de los titulares que dejó Ramón Cabrero a El Gráfico en una entrevista de 2013. El técnico que coronó al ‘granate’ con su segundo título (2007), forma parte -indirectamente- del momento tan dulce que viven ahora. Desde la conquista del Torneo Apertura con el técnico de origen español a los mandos, Lanús se ha destapado como un asiduo a campeonar: en 2013 ganaron la Copa Sudamericana, y en 2016 la liga, la supercopa y la Copa Bicentenario. «Lanús te de la sensación de que siempre te va a ganar. Incluso cuando no juega bien«, recalcó. Y tenía toda la razón.
En contexto geográfico, el CA Lanús adopta su nombre del barrio al que pertenece, coincidente también con la ciudad y el municipio integrado dentro del área metropolitana de Buenos Aires. Allí, a sus aficionados les gusta definir a su equipo como «el club de barrio más grande del mundo» por el sentimiento de pertenencia existente entre la gente. Porque hasta el título liguero de principios de siglo, la entidad ‘granate’ acostumbraba a luchar por jugar la máxima categoría nacional cada año siguiente. Lo fácil, pues, habría sido decantarse por Boca o River -los grandes del país, a menos de una hora de trayecto-, pero la hinchada de Lanús está orgullosa de su equipo.
Y mientras que antes se veía a su afición alentando a un equipo que luchaba por mantenerse, ahora le canta a uno de los mejores equipos de Sudamérica. Un David convertido en Goliath (sin trágico final). Un equipo que, con el trabajo y la humildad que apuntó Cabrero, ha sobrepasado límites insospechados en otras épocas. Límites como el de verse pugnando por levantar la Copa Libertadores, el trofeo más importante del continente y al que solo los privilegiados tienen acceso. Ellos forman parte de este selecto grupo en la edición de 2017. Y en gran medida, con un plantel desmarcado de los focos, flashes y vítores habituales en otros; pero apoyados en la cantera, el rastreo de talento joven y una gestión institucional inmaculada. Como dijo Cabrero, son modestos al fin y al cabo.
Porque cuentan con el veterano José Sand, un delantero de 37 años que con diez se desentendió de los guantes en favor de meter goles. Fue un consejo de madre. Y acertó. Porque aunque tuvo pasos infructuosos por España, Emiratos Árabes, México y otros clubes argentinos, la fortuna le ha sonreído (¡y de qué manera!) con la camiseta ‘granate’: más de 100 goles anotados. La pieza neurálgica es Iván Marcone. Se desenvuelve como pivote y sin él no se entiende a este Lanús. Abarca toda la parcela ancha, presiona, roba, sale con el balón jugado, pisa área… Un box-to-box que vive un gran momento de forma, recompensado en marzo de 2017 con una convocatoria por la selección de Argentina. Otro de obligada mención es Román, con el ’10’ a la espalda. Y aunque no se apellida Riquelme, tiene un toque de balón exquisito. Román Martínez acelera el juego y pone la pausa cuando quiere gracias a su visión periférica del juego.
Y también está Lautaro Acosta, claro, el único con un grado de visibilidad mayor debido a su paso -sin pena ni gloria- por el Sevilla y Boca Juniors. Pese a ello, el ‘Laucha’ siempre ha tenido buen cartel y le han llovido las ofertas millonarias. Llegaron de China y Emiratos Árabes, y todas las declinó al saber que de ‘granate’ es como muestra su mejor versión: «Aquí soy feliz. Me dan mucho más que dinero«. Otro guiño más a Ramón Cabrero. Además, recientemente fue premiado con la convocatoria del seleccionador ‘albiceleste’ Jorge Sampaoli.
No obstante, estos méritos recientes no se entenderían sin la figura de Jorge Almirón, el técnico. Es de la escuela de Bielsa, de esa hornada de entrenadores que apuestan por el fútbol de posesión, dinámico, con intercambio de posiciones y en el que el balón se juegue por abajo. Nunca rehuye la pelota. Y bajo su mando, Lanús ha cosechado la mitad de los títulos que ostenta (tres de seis). Es una de las claves de los éxitos recientes, y seguramente abandonará el club a final de año para buscar objetivos más ambiciosos. El fútbol europeo empieza a llamar tímidamente a su puerta. Y no es casualidad.
Aún así, Lanús seguirá creciendo sin él. Porque está comprobado que nadie es imprescindible y que el club ha evolucionado con diferentes técnicos, jugadores y dirigentes hasta alcanzar cotas inimaginables. Solo perdura la forma de trabajar, esa que destacó Ramón Cabrero y que ha llevado a Lanús, no solo a su primera final de Copa Libertadores, sino a ser «el club de barrio más grande del mundo». Y todo desde la humildad. Eso es lo verdaderamente importante.
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