A veces la memoria queda enterrada bajo los éxitos más recientes, bajo los recuerdos más brillantes, y a veces se olvidan escenas que, sin embargo, hicieron de las cosas lo que ahora son. Hay instantes que se quieren esconder por miedo a represalias y se le oculta al mundo la realidad y los pilares de lo construido, los cimientos quedan enterrados, a salvo de las miradas indiscretas y de los preguntones que intentan husmear. El motivo de cometer tal acto a veces es miedo, a veces el vergüenza, pero muchas veces por encima de todo es la angustia al “qué dirán”.
Kurt Landauer es una de esas memorias que el FC Bayern tras la Segunda Guerra Mundial intentó enterrar en los cimientos de su historia tras la reciente salida del régimen nazi. En los cimientos del club Rekordmeister se esconde la historia del preso registrado en el campo de concentración de Dachau con el número 20.009.
El equipo muniqués además de contar con dos judíos en el momento de su fundación -el aristócrata Josef Pollack y el escultor Benno Elkan-, consiguió ser campeón de Alemania por primera vez con un hijo de familia hebrea al frente de la directiva del club. Un hombre que recaló en el Bayern München en 1901 como futbolista, cuando el club sólo tenía un año de vida, y que en 1913 fue elegido presidente, siendo así el primero de la historia del FC Bayern München. Con él al frente, el conjunto muniqués se hizo fuerte y dio los primeros pasos a lo que hoy reconocemos en la entidad: un club consciente de su economía, su entorno, sus posibilidades y sus carencias. Con Kurt el club vivió los primeros momentos de emoción por el reconocimiento en el país germano y la consecución de su primer trofeo (tras una victoria en Nürnberg contra el Eintrach Frankfurt, ganando por 2-0).
Desde la llegada del tercer Reich al poder en 1933 la orden fue clara: Landauer debía ser apresado. El empresario fue rescindido de su trabajo como publicista del ‘Münchner Neuesten Nachrichten’, así como de su puesto al frente de la directiva bávara. En el 1938 las autoridades alemanas lo encarcelaron en Dachau, uno de los campos de concentración que sirvió como ensayo de asesinatos a sangre fría que practicó el régimen y luego se extendió a otros campos de reclusos judíos. Kurt permaneció recluido durante 33 días: lo que tardó su familia en demostrar que el presidente había servido en la primera guerra mundial a favor de Alemania y fue liberado, exiliándose lejos de ‘su Bayern’ recalando en Suiza.
Tras la marcha de su presidente, el club fue marcado como un club judío y vivió a la sombra. El Bayern echaba de menos a Landauer, y Landauer echaba de menos al club de su vida. El amor que todos los aficionados y los propios jugadores le tenían a su exiliado-presidente se hizo patente cuando en un amistoso en 1943 en Suiza contra el conjunto nacional suizo, los futbolistas de la plantilla del Bayern se acercaron a abrazar y saludar efusivamente a Kurt que se encontraba en una de las tribunas. Acto que enfureció a la Gestapo y amenazó con represalias. Y por aquel entonces, estas amenazas no eran para tomárselas a la ligera.
Tras la caída del régimen Nazi, y con un billete de avión con destino a Estados Unidos, Landauer decide visitar Múnich y con ello al Bayern. Regresa a la ciudad muniquesa, encontrándose con un club bastante hundido y que no consigue la licencia necesaria para poder jugar en la primera división alemana. La posición de los americanos -los encargados en aquel entonces de entregar las licencias en la ciudad de München-, es muy clara: Kurt debe ser el presidente del Bayern si este quiere conseguir jugar en primera división, de otro modo no tendrán el permiso necesario. Decide quedarse y retomar su trabajo al frente de la directiva bávara y ayuda no sólo a su propio club, sino también al TSV 1860 a conseguir los permisos necesarios para poder disputar la liga alemana en su categoría reina. Además que ayudar a re-construir un estadio medio en ruinas para su equipo.
Landauer cerró su etapa como presidente en el 1951 y murió diez años más tarde en la ciudad de München a los 77 años de edad. El recuerdo de Landauer cayó entonces en el olvido y acabó enterrándose con los cimientos de la historia del Bayern.
En 2009, la Südkurve del Allianz Arena, liderados por el grupo “Schikeria München”, realizó una maravillosa coreografía -que más tarde le valió varios premios y reconocimientos- en memoria del 125 aniversario del nacimiento del ahora nombrado presidente de honor del Bayern. Una pancarta que llenó toda la tribuna sur mostrando una imagen del presidente y la frase que se recoge de Kurt en su vuelta a Múnich tras el exilio: “El Bayern y yo pertenecemos juntos por siempre y somos inseparables».
Dortmund / Barcelona, 1992. CM de @BayernSphera. Trabajando en el Deutsches Fußballmuseum en Dortmund. "El fútbol es un juego simple: 22 hombres persiguen un balón durante 90 minutos, y al final los alemanes ganan."
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