La semana pasada estuve en Londres. Fui a dos partidos del Tottenham: el primero, de Europa League, frente al Qarabag; el segundo, de Premier League, en uno de los muchos ‘London Derby’ que hay a lo largo de la temporada. El rival era el Crystal Palace. Allí pude comprobar in situ un hecho. Hay un jugador que genera el mismo número de aplausos que de pitos por parte de la afición de los ‘Spurs’: se trata del argentino Erik Lamela.
Ante el conjunto azarí, Lamela intentó agradar a la grada. Conducía el balón de forma extraordinaria, se quitaba a los rivales de encima con cierta facilidad. Pero cuando llegaba el momento de la verdad, de si tirar a puerta o de dar el pase de gol, se le nublaba la vista.
El público del Lane fue desesperándose a medida que pasaban los minutos con el internacional blanquiazul. Además, tiene cierta tendencia a desenchufarse del encuentro. Y si fuera poco, pregunté a un chico sobre Lamela. Me dijo que no le gustaba, principalmente, porque “no mete pierna”. Sin embargo, cuando el Qarabag iba 2-1 en contra y trataba de empatar la contienda, en el tramo final, apareció Lamela para mostrar su magnífica pierna izquierda y anotar el 3-1. “¿Lo has visto?” le dije al chaval. Sonrió. Añadí: “Tiene calidad pero hay días en los que está arriba y otros en los que está abajo”, dando a entender que es un futbolista que carece de regularidad. Asintió con absoluta franqueza.
En la previa del choque ante el Crystal Palace, cuando el speaker anunció en la alineación inicial a Lamela, los aficionados locales aplaudieron y pitaron a partes iguales. Una vez comenzó la acción, se vio a un Lamela más enchufado que tres días atrás. Robaba, luchaba por la pelota y trataba de jugarla con cabeza.
La estrella fue Heung-Min Son. El surcoreano ha caído de pie en el Tottenham. Doblete ante el Qarabag y anotó el tanto del triunfo ante el Palace. Los hinchas están encantados con el asiático: mete pierna, combina y define ante la portería contraria. Que Lloris esté a un nivel alto no es algo que nos extrañe. Probablemente, está entre los diez mejores porteros del planeta. En los momentos decisivos, el cancerbero francés apareció para mantener los tres puntos en la saca.
Tras Son y Lloris, deberíamos mencionar a Lamela. Los abucheos del pre-partido se convirtieron en instantes de aplausos. Sabe que tiene a la afición dividida y que tiene que ganársela en cada esférico que toca. Debe demostrar que no solo tiene un toque exquisito. Ahora está tranquilo. En verano, hubo rumores de una posible salida al fútbol italiano. Pero eso ya pasó.
Tiene una buena oportunidad de seguir caminando por una línea regular y ascendente, si puede ser. Juega en casa y tiene enfrente a un gran adversario: el Manchester City. Habrá que ver qué versión ofrece Lamela. Lo que está claro es que, ahora mismo, no deja indiferente a nadie.