Llevábamos tiempo en esta humilde columna hablando
sobre la zona gris. El Espanyol estuvo mucho tiempo jugueteando con quedarse en
media tabla baja y ya es una realidad: hay poco en juego. El último partido
liguero en casa fue uno de los ejemplos más claros. La gente ya no protesta,
directamente no aparece por el estadio. Y eso es un problema.
Poco más de 15.000 personas se dieron cita en el
templo perico, que presenció un plomizo empate a cero que provocó algunos pitos
a sus jugadores y a su discutido entrenador. Quique Sánchez Flores, que tiene
un año más en su contrato, da la sensación de sentir un desapego tremendo con
el proyecto y con los propietarios. Con su sempiterna etiqueta de “portavoz”,
Quique se ha cansado de dar la cara. La gente también está harta ya que pidió a
gritos su dimisión inmediata. Mientras Chen no aparece.
Otro de los puntos de conflicto es Pau López. El
portero de Girona ha cuajado una fantástica temporada pero su más que probable
acuerdo con el Betis no ayuda. La lesión de Diego López le ha devuelto a una
titularidad discutidísima provocando un ambiente muy tóxico.
A los catalanes les quedan ocho duelos, pero especialmente importantes
son los tres en su propio feudo. Acabar bien la temporada implica que se inicie
la siguiente con la inercia positiva. Por ello, los blanquiazules deben
encadenar una serie de buenos partidos para que el año siguiente todo vaya
rodado. Y, sobre todo, que se empiece a dar minutos a jugadores jóvenes que
puedan demostrar que los minutos acumulados en primera no son casualidad.
Melendo, Marc Roca y algunos chavales del filial lo piden. Un filial que, por
cierto, ya es campeón del grupo quinto de tercera división. La zona gris será
un poco más clara si hay cosas con las que ilusionarse. Porque la ilusión es lo último que se pierde.