Mientras el Real Madrid conseguía remontar al Mallorca, en algún lugar de la capital perdíamos a uno de los escritores más importantes de España. Un futuro premio Nobel que ya no tendrá su merecido reconocimiento en vida. Me consta que yo no era el único que entraba cada domingo en la zona fantasma, el espacio donde Javier Marías dejaba sus artículos en ‘El País’. Hasta ayer por la tarde, cuando anunciaron su muerte, pensábamos que su parón de artículos se daba porque estaba de vacaciones. El golpe, que paradójicamente se hizo público tras la victoria del equipo de su vida, fue brutal.
Quedamos huérfanos de una de esas personalidades del mundo cultural que no caía en el estúpido cliché del erudito patrio: lo de creerse un ser superior por odiar aquello al que algunos llaman “el opio del pueblo”. Era capaz, por supuesto, de traducirte a Conrad y de criticar poco después las abyecciones que podía cometer Florentino Pérez. De hecho, escribió algún que otro libro de fútbol excepcional y de vez en cuando dejaba su opinión sobre la situación del balompié actual. Lógicamente, criticaba la deriva actual de un fútbol que está muy lejos de lo que era en su infancia.
Su pluma era áspera y directa, con un punto irónico que rozaba el cinismo. Sus críticos, que eran muchos, aseguraban directamente que era un cínico. Igual que un machista, un facha e incluso un ‘pollavieja‘. Lo que hay que aguantar. Su visión negativa de la realidad -la que por lo menos mostraba en sus impresionantes escritos- solo evidenciaba una manera realista del mundo en el que vivimos. Por supuesto, el hecho de ser de izquierdas o del Real Madrid no eran óbices para criticar a los de su cuerda. Su cabalidad contrasta con las voces miedosas del mundo contemporáneo. La visceralidad en el periodismo actual, especialmente en el deportivo, provoca que no haya una mirada crítica hacia lo que tú sueles defender. Marías no era así.
«El concepto de posteridad pertenece ya al pasado», dijo en una entrevista. Esperemos que el legado que deja sea aprovechado por todos. Sus traducciones, sus libros y sus columnas son una enseñanza constante sobre una sociedad cambiante, pero que sigue cometiendo los mismos errores del pasado. Que descanse en paz.
Imagen de cabecera: Getty Images