El
Athletic no está teniendo por costumbre ni dar ni recibir noticias positivas
durante la última campaña. Sin embargo, en el último partido de liga en el
Madrigal se sucedieron dos noticias muy positivas para el equipo. Por un lado,
se consiguió una de las victorias más sólidas de todo el curso, y por otro, los
aficionados rojiblancos volvieron a disfrutar de Iker Muniain sobre un campo de
fútbol.
Desde
aquel fatídico 28 de septiembre en el que el «pequeño» cayó lesionado
en el césped de San Mamés en un partido para olvidar, Iker se había perdido
todos los partidos de esta temporada.
Es
importante recordar lo que supuso esa baja, no solo en el jugador, sino en la
temporada de un equipo que no carburaba y cuyo único halo de esperanza parecía
ser un bajito mediapunta con una calidad indudable. Muniain había empezado la
temporada como un tiro. El equipo llevaba casi dos meses generando dudas,
especialmente en el apartado ofensivo y todo lo que se esperaba en un partido
del Athletic en la parcela ofensiva solía venir de las botas del “10”. Era
quien buscaba algo distinto y quien aportaba creatividad a un equipo que
parecía demasiado rígido. Había cogido las riendas de la situación y se estaba
convirtiendo en el líder del equipo. No solo líder futbolístico, sino que, ante
la suplencia de Markel Susaeta, se había convertido en el capitán del equipo.
Capitán con 25 años (24 en aquel momento) de una entidad como el Athletic Club.
Y
todo se rompió en un partido para el olvido un 28 de septiembre. El Zorya,
rival del Athletic en aquel encuentro estaba a punto de realizar una machada
ganado al favorito del grupo en su estadio. Los aficionados estaban histéricos,
enfadados e indignados. Pero una situación que ya era gris se convirtió en una
de las tardes más negras posibles en Bilbao. En los últimos minutos del
partido, con el equipo intentando alcanzar un empate que disfrazase la mala
imagen del equipo, Muniain, tras un intento de disparo lejano, cayó al suelo.
La imagen era estremecedora, él sabía que se había roto. Una nube de recuerdos
le sobrevolaba. Recordaba esa sensación, había vuelto a pasar.
Sin
embargo, tras unas horas el parte médico inicial mostraba una simple entorsis
en la rodilla derecha. En el parte médico también se argumentó la reacción del
jugador en el momento de la lesión explicando que era normal que tras una
lesión muy grave en la rodilla apenas un año y medio antes era normal que
tuviese miedo. Todos los aficionados recuperaban la calma tras el comunicado,
pero se esperaba con intriga el parte médico completo. Este no pudo ser peor.
Rotura del ligamento cruzado anterior de la rodilla derecha. Baja para toda la
temporada.
Un
palo enorme para el jugador, que estaba disfrutando de sus mejores partidos
tras la lesión anterior, pero también para el equipo, que dependía enormemente
de la calidad de su mediapunta. Por un lado, el jugador entendió que debía
repetir ese proceso tan lento y costoso para recuperarse de la lesión. En
muchas ocasiones se dice que en este tipo de infortunios solo hay una cosa peor
que una lesión, una segunda lesión. Darte cuenta de que debes pasar por el
mismo calvario, de meses de inactividad, y no puedes hacer nada para que eso
cambie. Además, en este tipo de lesiones suele haber un jugador previo a lesión
y uno, muy distinto, post-lesión. Iker sabe muy bien esta realidad, a él le
costó mucho tiempo volver a ser el que era tras su primera lesión de ligamentos.
Lo consiguió, pero no fue fácil. Pese a ello, desde el primer momento tuvo todo
el apoyo del equipo y de los aficionados, lo cual él siempre dice que ha sido
un impulso enorme. Por otro lado, está el equipo, desde entonces, el conjunto
rojiblanco lleva inmerso en una dinámica excesivamente irregular de la que no
consigue salir. El Cuco Ziganda lleva meses en la cuerda floja y su futuro en
el banquillo de San Mamés parece bastante negro.
Hace
dos semanas, el 28 de marzo Muniain recibió el alta médica. Pese a ello, y
viendo la situación del equipo en la temporada (eliminado de competiciones del
KO y en tierra de nadie en liga) el cuerpo técnico prefirió no forzar en
absoluto la vuelta de jugador. Tras varias semanas entrenando con normalidad y
sentándose en el banquillo, pero sin jugar minutos, llegó el Villarreal.
El partido contra el Villarreal estaba siendo
una de las mejores actuaciones del equipo en toda la temporada. A pesar de
ello, el equipo tenía una ventaja mínima de un gol. Entonces entró Iker. Tras
unos primeros dubitativos, en el minuto 87 de partido, tras un disparo de Raúl
García que toco en un defensa, Iker apareció en el segundo palo para empujar el
balón a la red. Había cerrado el círculo. Esos últimos meses eternos de
inactividad habían terminado. Estaba de vuelta y era tiempo de sonreír. La
celebración con sus compañeros fue significativa. Todos le rodearon y durante
más de un minuto no se le podía ver entre tantos abrazos. Todos saben que no ha
sido fácil, que han sido meses complicados. Pero ha terminado. Es tiempo de
disfrutar.
Y es que el «diez» está de vuelta.
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