Enrique JULIÁN GÓMEZ – “Gli ultràs hanno detto 'Si gioca', quindi si gioca”. Esto es, si los ultras dicen que se juega, entonces se juega. Las palabras del comentarista de la RAI son el duro bofetón de la realidad del Calcio y de la enorme influencia de los ultras en el fútbol italiano. Mientras, el capo ultras del Napoli, subido a una de las vallas de la Curva Nord del Olímpico de Roma, daba su visto bueno a las fuerzas del orden para que se diera inicio a la final de Coppa Italia con tres cuartos de hora de retraso. Tal cual. Antes, el capitán del club partenopeo Marek Hamsik, se había acercado a hablar con él en la misma curva, para tratar de calmar los ánimos bajo una lluvia de bengalas.
Unos 30 mil aficionados del Napoli, unos pocos menos de la Fiorentina se habían acercado a la capital italiana con motivo de la final de Coppa Italia. Los enfrentamientos entre ultras de ambos equipos, todavía tan a la orden del día, fueron la tónica, tanto en algunas áreas de servicio de la autopista que lleva a Roma como dentro de la misma ciudad, con un total de diez heridos según fuentes oficiales. El incidente más grave tuvo lugar en la zona de Tor di Quinto, donde tres ultras napolitanos fueron heridos de bala, uno de ellos gravemente en el pecho. Las circunstancias no están claras, se habla de una emboscada de ultras de la Roma y de un comerciante que habría disparado su arma, sin tener que ver con ningún altercado entre aficiones. Poco claro el asunto. El caso es que los ultras del Napoli decidieron que la final no debía disputarse con normalidad. Un nuevo clavo en el ataud del fútbol italiano. Por desgracia, parece que el Calcio es suyo.
En lo estrictamente futbolístico, sobre el césped la final de Coppa Italia fue muy entretenida. Especialmente en la primera mitad, quien sabe si desconcentrados por el caos de la previa, ambos equipos dejaron numerosos espacios y defendieron deficientemente. En este contexto se lució Lorenzo Insigne, único futbolista italiano del Napoli, único napolitano para más señas. A la carrera, con campo libre por delante en la banda izquierda, cruzó con una parábola perfecta una ajustada asistencia de Marek Hamsik -su única acción reseñable del partido- para adelantar a los suyos. Unos minutos más tarde, cabalgada por la banda contraria, pase impreciso pero que llega de algún modo a Insigne, que hizo doblete con la involuntaria ayuda de Tomovic.
Sin embargo, poco antes de la media hora, la Fiorentina recortó distancias. Ilicic, que como Joaquín, su compañero en un ataque sin referencias, se mostró tan activo como poco preciso, se inventó un pase de espaldas que superó a la defensa partenopea y permitió a Vargas fusilar a placer la portería de Reina. En la segunda mitad, el Napoli se echó atrás, sin mucho criterio con el balón esperando el contragolpe, mientras la Fiorentina, dirigida por Pizarro en la organización y Borja Valero en la zona decisiva, no encontraba el camino. El paso adelante que supusieron las entradas de Mati Fernández, Giuseppe Rossi -que retornaba tras cinco meses de lesión- y Matri no fue suficiente. Y el Napoli sentenció la victoria en el descuento, por medio del siempre eficiente Dries Mertens.
Desafortunadamente, una vez más en el fútbol italiano, la noticia no será la quinta Coppa Italia del Napoli, la segunda en tres años, que le convierte en uno de los dominadores del torneo durante la última década junto a Inter, Lazio y Roma. Tampoco la eficiencia de Rafa Benítez, que solo ha necesitado una temporada para añadir un trofeo a las vitrinas de su equipo, como ya hizo con Valencia, Liverpool, Inter y Chelsea, sus anteriores equipos.
El partido terminó como empezó, con los ultras del Napoli invadiendo el campo e incitando a los ultras de la Fiorentina en la curva contraria. De nuevo la vergüenza ultra empaña lo que debería ser un simple partido de fútbol. Y llegarán las justificaciones de lo injustificable, las promesas incumplidas y las medidas populistas de dudosa efectividad. Porque el germen ultra no es un problema aislado, sino una enfermedad crónica del fútbol italiano. De Génova a Nocera Inferiore, de Chieti a Vicenza pasando por Ascoli, por nombrar solo algunos de los últimos episodios. Y el Calcio continúa agonizando.
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