La historia de los Tampa Bay Buccaneers no es precisamente gloriosa en términos generales, pero los de Florida al menos tienen una Super Bowl en sus vitrinas. Fue en la temporada de 2002 en la Super Bowl XXXVII y su intrahistoria es digna de recordar. Una venganza en toda regla.
Aquella Super Bowl enfrentó a los Tampa Bay Buccaneers con los Oakland Raiders. Un duelo pirata por la temática de ambos equipos cuyo protagonista no llevaba casco, sino auriculares y gorra. Hablamos de Jon Gruden, quien en su primer año como head coach en Tampa condujo a los Bucs a su primera gran final. Hasta ahí nada fuera de lo común.
El morbo venía porque Gruden había sido el entrenador jefe de los californianos en las cuatro temporadas anteriores. Con él, los Raiders regresaron a la competitividad por primera vez desde su regreso a Oakland. Fue entonces cuando al técnico, el peor pagado de la liga, se le ocurrió pedir una mejora de contrato… y se topó con el jefe, Al Davis, un tipo al que nunca le hizo gracia renegociar contratos con sus mejores jugadores (véase los casos de Ken Stabler y Marcus Allen) y con los entrenadores menos aún. ¿Resultado? Gruden fue traspasado a los Buccaneers a cambio de dos primeras rondas, dos segundas y ocho millones de dólares.
Aquellos Bucs ya contaban con una gran defensa (Warren Sapp, Derrick Brooks), así que Malcolm Glazer consideraba que lo que su equipo necesitaba era un entrenador de mentalidad ofensiva. La llegada de Gruden no mejoró gran cosa la productividad en ataque, pero fue suficiente para alcanzar la Super Bowl. Y como el destino es caprichoso, quiso que el rival de los Bucs fuesen los Raiders.
Los Raiders se plantaron en el Qualcomm Stadium de San Diego como favoritos. No por mucho (4 puntos en la línea de Las Vegas), pero lo eran. En sus filas estaban el MVP de la temporada, Rich Gannon, y futuros miembros del Salón de la Fama como Jerry Rice, Rod Woodson, Tim Brown y Charles Woodson, entre otros. Su entrenador era Bill Callahan, el cuarto técnico novato que lograba llevar a su equipo a la Super Bowl.
Pero Callahan también era el excoordinador ofensivo de “Chucky” entre 1998 y 2001. Ahí estuvo la clave del partido: Gruden sabía de sobra las virtudes y defectos del ataque californiano y, sobre todo, las jugadas que iban a ejecutar sus expupilos. Tal vez incluso antes que los propios Raiders. Eso se tradujo en que Gannon lanzó la cifra récord de cinco intercepciones, tres de ellas retornadas para touchdown. El siempre expresivo Gruden derrochaba más felicidad de la habitual con cada una. El partido terminó 48-21 a favor de los Bucs y el safety Dexter Jackson fue nombrado MVP.
La victoria en la Super Bowl XXXVII fue la última de los Buccaneers en postemporada hasta la llegada de Tom Brady en 2020. El viejo Brady (43 años) no sólo cortó la racha, sino que llevó a los Bucs a la Super Bowl LV. Entremedias, sólo dos participaciones más en Playoffs (2005 y 2007). Para los Raiders fue incluso peor: una única clasificación para postemporada (2016). En 2018 Mark Davis, propietario del equipo desde el fallecimiento de su padre en 2011, tuvo que sacar a Gruden de su “retiro” (llevaba diez años ejerciendo como comentarista para la ESPN) para tratar de convertir a los black & silver en un equipo ganador de cara a la etapa del equipo en Las Vegas iniciada en 2020. Cosas de la vida.
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