Lo confieso. No veo todo el fútbol que me gustaría. Supongo que a cualquier futbolero le debe suceder lo mismo. El balompié sudamericano es uno de esos territorios que no consumo lo que debería. Por eso, en el pasado Mundial de Rusia descubrí a dos jugadores, totalmente diferentes, pero que me cautivaron. Juan Quintero con Colombia y Nahitan Nández con Uruguay.
Sin embargo, tal y como vino el campeonato del mundo rápidamente se fue hasta dentro de aquí cuatro años y estos dos jugadores volvieron a caer en el olvido. O mejor dicho en la sombra. Hasta que llegó la final de la Copa Libertadores entre River Plate, equipo en el que juega Quintero, y Boca Juniors, donde compite Nández.
Ambos necesarios en sus equipos. Ambos totalmente opuestos en el estilo de juego. Ambos que destacaron en la final más larga de la historia de la máxima competición sudamericana.
Juan Quintero, un jugador con una zurda exquisita. Desprende calidad a raudales. Siempre en constante movimiento, cerca de la pelota, ofreciéndose para que le pasen el balón, acariciándolo cuando está en sus pies y después pasarlo a un compañero. Así una y otra vez. Su gol, que significó el 1-2 para River en la vuelta de la final de la Copa Libertadores y que a la postre dio el triunfo para los millonarios, ha quedado escrito en la historia. Un tanto que describe cómo es él. Le pegó a la pelota solo como los jugadores técnicos saben hacer, con esa brillantez que solo unos pocos pueden.
En el otro lado Nahitan Nández. Uruguayo y con todo lo que eso desprende de un futbolista sobre el terreno de juego. Luchador, sacrificado, incansable en defensa y que lo deja todo en ataque. Es la garra charrúa. Dio una exhibición de competitividad en la vuelta de la final de la Copa Libertadores. Parecía que en la prórroga ya no podía más, que ya no le quedaba gasolina en el depósito, con persistentes calambres en las piernas, pero siempre tenía la capacidad de hacer un sprint más para recuperar el balón. Su imagen llorando desconsoladamente sobre el césped del Santiago Bernabéu momentos después de perder la final describe como es él en el fútbol. Todo corazón, pasión, garra.
Son dos nombres destacados de la final. Dos futbolistas muy diferentes, pero necesarios. La técnica y la garra. La garra y la técnica. Ambos muy jóvenes. Quintero, 25 años, y Nández, 22. Puede que en un futuro crucen el Atlántico y se establezcan en algún equipo europeo. Para el colombiano no sería nada nuevo porque, a pesar de su juventud, ha militado en el Pescara, Porto y Rennes. Nández no se ha movido de Sudamérica, ya que ha vestido las camisetas de Peñarol y de Boca.
Si en el Mundial ya me cautivaron, en la reciente final de Copa Libertadores se reafirmaron. Porque al fútbol se puede jugar de muchas maneras y todas son igual de eficaces si están bien ejecutadas. Quintero y Nández son opuestos estilísticamente, pero similares en desempeñar un rol clave de sus equipos. Uno desprendiendo la técnica y el otro mostrando su garra.
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