Alejandro CENTELLAS – Reza el refrán que a buen entendedor, pocas palabras bastan. Si me permiten una adaptación más futbolera, podríamos decir que a buen futbolista, pocos espacios bastan. El lenguaje de la Selección Española, cultivado por el hombre al que se rindió un emotivo homenaje antes del partido, es universal para todos los grandes futbolistas. Se ha creado una suerte de koiné, de lenguaje común tan potente en la Selección española, que todo futbolista que se acerca a sus códigos de toque y posesión acaba convertido en un integrante más de esa lengua. Se llame Diego Costa, Thiago o Azpilicueta. Es un estilo que explota de manera excepcional las virtudes más creativas del jugador, desconocidas en algunos casos.
Se ha vuelto a comprobar que la adaptación a la Selección Española es más llevadera cuando se disfruta jugando. La integración en un modelo determinado se realiza de forma más efectiva en el momento en el que el balón se convierte en un fin y no en un instrumento. Es el momento en el que la adaptación al medio es una consecuencia lógica de un ambiente hecho para jugar al fútbol. Entonces suceden grandes acontecimientos: combinaciones milimétricas entre Diego Costa e Iniesta, recién llegados como Thiago y Azpilicueta aceptando roles de mando, una concatenación de movimientos armónicos que son indescifrables para el rival…
Contra Italia se constató un hecho: todavía quedan muchos rescoldos de las épocas gloriosas y divinas de fútbol combinativo. Podemos confirmar la noticia: España no ha perdido su esencia. Es más, ha incorporado jugadores de estilos variados que han conseguido encajar en el puzzle de manera excepcional, sin alterar los pilares básicos del equipo. “En la variedad está el gusto”, que decía el anuncio. Unas alternativas realmente interesantes para distintos tipos de partido que nos encontraremos en el arduo camino hasta conseguir la Copa del Mundo.
Aunque Diego Costa haya tenido un debut discreto, probablemente motivado por la expectación que se ha generado en torno a él, es una evidencia que sus condiciones se pueden explotar para beneficio de la Roja. Cuando alcance el punto óptimo de confianza, libere su carácter más pasional que tanto le caracteriza e imprima en cada balón la intensidad que acostumbra, tendrá un puesto privilegiado en la mente del seleccionador. Pero además de él, tenemos magníficas noticias: hemos encontrado en Thiago el futbolista capaz de despertar a España con sus fugaces cambios de ritmo, de despejar defensas con ligeros vaivenes de cadera. Y hemos encontrado en Azpilicueta y Javi Martínez los guardianes de circunstancias del equipo.
Las buenas artes siguen de la mano de España. La primera media hora de partido fue un monólogo absoluto en el que se adivinaron las intenciones de Del Bosque: ahogar la salida de balón del rival y armar el ataque cerca de la portería contraria. En esos menesteres hay jugadores como Pedro, que aunque sea canario vive una hora por delante del resto y que combina el trabajo de un obrero con la técnica de un artista. De sus botas nació el único gol del partido, y aunque seguro que ha hecho mejores golpeos en su carrera, le acompañaron la magia y la chispa que empujaron el balón al fondo de la portería. Su gol fue el broche de oro a una noche excepcional.
Antes de eso, Italia había conseguido reaccionar ante el acoso de España. Los locos bajitos tienen esa maldad: presionan al rival hasta hacerle temblar, pero sus menudos cuerpos y sus caras angelicales les convierten en inocentes. Cuando Italia consiguió estirarse, llegó con peligro. Conserva jugadores de excelente calidad (y de calidad suprema, véase Pirlo) y una historia a sus espaldas que todavía genera ocasiones. Fue un espejismo, una ventaja cruel de los hombres de Del Bosque para luego dar la machada. Así son nuestros chicos.
En definitiva, parece que España irá al Mundial con sus jugadores en progresión, con la maquinaria engrasada y las incertidumbres resueltas. Y si no, todavía queda tiempo para la lista definitiva, para incluir a estrellas mundiales entre los elegidos. Y si no, por detrás empujan los de la Rojita… Y no se preocupen, que saldrá bien. Todos son contemporáneos de un lenguaje común. El lenguaje de los genios.
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