El pasado mes de abril, mientras muchos de sus compañeros de draft aprovechaban la suspensión del deporte para ejercitarse en gimnasios con todo tipo de comodidades, Deni Avdija llegaba a una base militar a las afueras de Tel Aviv para comenzar el servicio obligatorio del ejército israelí. El baloncesto le había excusado hace un año, mientras se proclamaba campeón de Europa sub-20, pero con el mundo del deporte detenido por la pandemia, le había llegado el momento de afrontar dicha obligación.
Dos semanas después, Deni abandonaba la base militar de Tel HaShomer con el compromiso de terminar el servicio militar en Estados Unidos siempre que los tiempos de la NBA se lo permitieran. Por el momento tocaba finalizar la liga israelí con el Maccabi. Su servicio será diferente al de muchos ciudadanos israelíes: en lugar de prepararse para el combate, Avdija se sentará detrás de un escritorio. Una de esas ventajas que te da ser el jugador más prometedor de la NBA nacido en Israel.
Avdija es una especie de estrella del rock para una nación de casi 9 millones de habitantes que vive loca por el baloncesto. El verano pasado, después de liderar a Israel a su segundo título consecutivo del Eurobasket sub-20, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, llamó a Avdija para agradecerle personalmente la alegría que había traído al país. Desde entonces, todas las ilusiones deportivas del país se centran en el joven Deni.
Se podría decir que Avdija lleva el baloncesto en la sangre. Desde niño, todo lo que ha aprendido se lo debe a su padre: Zufer Avdija, exjugador de la selección yugoslava. Con 16 años firmó su primer contrato profesional con Maccabi Tel Aviv y comprendió la exigencia que supone jugar a alto nivel.
Maccabi no es un equipo que priorice el desarrollo de talento joven. Seis Euroligas y 54 ligas nacionales marcan el nivel de exigencia. A pesar de derrochar talento, Deni se vió obligado a dar un enorme cambio físico para ganarse los minutos. Tenía estatura, sus dos metros y seis centímetros le respaldaban, pero los 10 kilos que ganó fueron los que le permitieron dar un paso adelante en su juego.
Solo en la temporada pasada, Avdija se acercó a los 1.000 minutos de juego. Mientras tanto, otros jugadores que apuntan a las primeras posiciones del Draft como LaMelo Ball -12 partidos en la NBL australiana- y James Wiseman -solamente 3 partidos para la Universidad Memphis-, ni se acercan en experiencia de baloncesto a alto nivel.
A día de hoy, a tres semanas del Draft, los rumores se han disparado y algunos de los analistas más fiables le colocan entre las tres primeras elecciones. Eso, si no se produce ningún traspaso, le situaría en los Minnesota Timberwolves, en Golden State Warriors o en Charlotte Hornets. Tres franquicias muy distintas con contextos totalmente diferentes.
Las últimas informaciones dicen que los Warriors han quedado gratamente sorprendidos con el jugador israelí en una reunión que ha mantenido con miembros del staff de los californianos. Sin duda, sería el escenario más optimista para él, que ya en 2016 lucía en Instagram la gorra de la franquicia. Además, sería el equipo que le permitiría algo que demandan muchos europeos que llegan a la liga: comenzar a competir en un contender desde el primer día.
Avdija todavía tiene mucho camino por recorrer. No todos los años aparecen “Dončićs”. Todavía tiene mucho margen de mejora en los lanzamientos de tres y desde la línea de tiros libres. Sin embargo, su destacable manejo de balón con 2,06 y, especialmente, su enorme capacidad competitiva, le convierten en un jugador de esos que crean afición. Quién sabe si recalará en Golden State para convertirse en el último guerrero de un equipo campeón.
Imagen de cabecera: Imago
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