Hoy, el fútbol es un lugar peor. Uno de esos selectos jugadores que honraron su nombre ha dicho adiós. Ronaldo de Assís Moreira, “Ronaldinho”, ha confirmado esta semana en un acto en Nueva York que tras la presente temporada colgará las botas. La pelota llorará tu pérdida. Cuántas noches de magia cual Houdini con su chistera pasasteis juntos. Amigos fieles. Enemigos temibles. Y cuantas noches repartiendo alegría sin ánimo de lucro.
El día que hace diez años no queríamos poner fecha, ya la tiene. Y sí, digo hace diez años, que no es que ahora no duela, que las sombras de tus últimas temporadas no nos cieguen, y podamos ver más allá, para recordar ensimismados cada uno de tus trucos. Eras el mejor y no había discusión. No marcabas tantos goles como Pelé, ni levantabas un país entero como Maradona, ni reinventaste el juego como Cruyff. Pero hay algo en lo que nadie podrá igualarte: repartiendo felicidad.
Eras único, distinto a todo lo visto anteriormente. Y eso que la saga de compatriotras que jugaron en España te dejaron el listón por las nubes; Romario, Rivaldo, Ronaldo… Pusiste de moda una forma especial de entender el fútbol. Tu forma. Capaz de poner en pie al Santiago Bernabéu. Difícilmente un jugador unirá a aficionados, sean del equipo que sean, a la hora de ver su calidad reconocida. Ni Messi, ni Cristiano Ronaldo, dos bestias con números sobrehumanos y que se retirarán con tres, cuatro o cinco Balones de Oro más que tú, lo lograrán. Pero era imposible no caer rendido a tus pies. La pelota te buscaba magnéticamente en el terreno de juego, los flashes de las cámaras se embelesaban en tu movimiento hipnótico, enmudecías diccionarios con tus jugadas irrepetibles en el mejor de los sueños de cualquiera de tus semejantes.
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Y es que muchos dicen que tu corta trayectoria en la cima eclipsa tu figura. Y es que te equivocaste, amigo. O tal vez no. Te ganaste el derecho a elegir. Quiénes éramos nosotros para cuestionar tus decisiones. Acaso Marilyn Monroe no murió joven y es la actriz más laureada de la historia del cine, o James Dean, el rebelde sin causa, único actor con dos nominaciones póstumas al Óscar. Tu “muerte deportiva” no ha hecho sino agigantar tu figura. Limitar tus actuaciones a unos pocos recuerdos, partidos, momentos. Como el gol de falta a David Seaman en Japón antes del quinto mundial brasileiro, la elástica que rompió a Nesta en dos antes del golazo por la escuadra que hizo soñar al Camp Nou con que la Champions era posible o la cuchara que inauguró la leyenda de Messi aquel día ante el Albacete.
¿Qué pudiste dar más? Sí. ¿Y qué? Qué importa. No somos conscientes de lo que tenemos hasta que lo perdemos. Por qué lamentamos lo que pudo ser si hubieras continuado en primera línea en lugar de disfrutar con cada uno de tus partidos en Brasil. De cómo hiciste historia ganando la Copa Libertadores con el Atlético Mineiro; siendo uno de los 8 jugadores que ha levantado la Champions y Libertadores y solo uno de los tres en hacerlo también con la Copa del Mundo.
Un año, tan solo eso nos dejas disfrutar de ti. En directo. Porque seguiremos haciéndolo como siempre, tal vez, como nunca. Disfrutaremos de cada partido, cada momento que reste hasta el ocaso como si fuera el último. Y de los cientos de vídeos para recordar tus gloriosas tardes en el verde, tus goles, tus gambetas, tu sonrisa. Porque no debemos lamentar lo que pudo ser y no fue sino alegrarnos por ti. Porque siempre, fuera donde fuese, fuiste feliz. Y sobre todo porque nos lo hiciste ser a nosotros también. Nos devolviste la ilusión en el fútbol. Cambiaste la mentalidad de una ciudad, Barcelona, les hiciste creer que contigo, todo era posible. Serviste de inspiración para los herederos de tu número, el ‘10’ de Barcelona y de Brasil, Messi y Neymar, dos de los mejores jugadores del planeta. Gracias a ti. Hiciste que muchos niños amen el fútbol y que aquellos sin recursos tuvieran una razón para luchar y seguir adelante por dura que sea su situación; intentar ser como tú. Y eso vale más que cualquier gol. Solo nos queda decir: gracias, Ronnie. Tu legado será eterno.