Vaya noche la de ayer. Noche de emociones fuertes, de risas y llantos, de alegría y lamentos… de Barça-Madrid. Un partido que, sea en el contexto que sea, provoca todos estos sentimientos por todo lo que supone. No es un equipo contra otro, es la historia de uno contra la del otro, dos escudos legendarios enfrentados en una de las rivalidades más grandes de la historia del fútbol, fácilmente la más potente de los últimos años. Dos equipos que marcaron una época, liderados por Messi y Cristiano pero que, sin ambas estrellas, siguen su camino y, por supuesto, mantienen su rivalidad. Si bien un Clásico es un partidazo en cualquier contexto -incluso en un amistoso de pretemporada-, lo es más todavía en una final. El público árabe pudo presenciarlo anoche.
El Real Madrid llegaba con bajas de peso como Tchouaméni, Alaba o Lucas Vázquez y con la sensación de que algo fallaba. La derrota de hace una semana y media contra el Villarreal no se vio subsanada por completo en la semifinal de la Supercopa contra el Valencia, donde sufrieron para clasificarse ante un rival claramente inferior. El equipo comenzaba a mostrar signos de desgaste tras el parón mundialista, no solo físico. Pero nadie se esperaba lo que sucedió, al fin y al cabo todos conocemos al Madrid, especialista en finales y un equipo más que capaz de dar la cara en cualquier partido importante, más todavía contra el Barça.
No es ningún secreto que la final fue un baile culé. El Madrid se vio desbordado en el centro del campo y a partir de ahí en todas las líneas. Modric y Kroos estuvieron desaparecidos y poco intensos, Camavinga lo intentó pero estuvo errático y no tuvo acompañamiento. Valverde más de lo mismo. El esquema de Xavi con Frenkie De Jong y Busquets casi en paralelo formando un doble pivote, y Pedri y Gavi más adelantados funcionó a la perfección, y la intensidad de los tres más jóvenes -sobre todo Gavi, vaya máquina- más la inteligencia posicional y la dirección de orquesta de Busquets sirvieron para aplastar a un Madrid totalmente irreconocible. Tampoco quiero tirar la casa por la ventana pero por momentos pudimos ver al Barça de Guardiola bailando al Madrid con sus míticos rondos. Eso sí, esta vez era el Barça de Xavi.
Si bien la clave del partido estuvo en el centro del campo, la defensa ‘merengue’ cometió errores de valor gol que, efectivamente, terminaron en gol. Carvajal y Rüdiger mejor que no hubieran jugado, así de claro lo digo, obviamente con el ventajismo del partido ya jugado. Militao no estuvo al nivel que nos tiene acostumbrados, y Mendy se midió permanentemente en un uno contra un con Dembélé del que pocas veces salió vencedor, aunque el francés del Barça tampoco fue de lo mejor del equipo. Arriba, Benzema y Vinicius lo intentaron, pero muy poquito de ellos también. El único que se salva de la quema es Courtois, que impidió un par de goles que habrían sido la debacle máxima, el primero todavía con 0-0 en el marcador fue un paradón.
Para el bando culé faltan elogios en el diccionario español. Ter Stegen salvador, Araújo un muro durante los 90 minutos eliminando a Vinicius del partido, Kounde y Christensen tremendo en defensa, Balde fue un auténtico avión por la banda, el centro del campo roza el 10, Dembélé lo intentó continuamente y estuvo muy cerca de anotar su gol, y qué decir de Lewandowski que marcó y asistió además de estar a punto de anotar el primero del partido si no fuera porque Courtois es un porterazo.
Gavi, MVP total del partido, se comió un Clásico en una final teniendo 18 años. No me voy a extender demasiado con él porque de eso ya se encargó Cristina Caparrós en ‘Don Pablo’, pero vaya auténtica joya de jugador. Que con esa edad tenga esa garra, esa competitividad y ese hambre, y sea capaz de contagiárselo a sus compañeros… No tengo palabras.
Llegó el tan ansiado título de la ‘Xavineta’, el primero de la era post Messi. Si bien no será el título más importante, es un título y todos lo querían. No me canso de ver vídeos de los chicos del Barça y sus celebraciones. Esas caras de felicidad no hay dinero en el mundo que las pague. Se les ve con confianza, con ganas, con hambre de comerse el mundo y de ganar esta Liga. El campeonato liguero son palabras mayores y todavía queda mucho pero yo me lo creo. No soy nada partidario de quienes «otorgan» los títulos de primavera en enero/febrero, pero si tuviese que jugarme un dedo por un equipo no tendría dudas de que sería al Barça. Quizá termine manco pero con la confianza que tienen en sí mismo como no voy a tener confianza yo en ellos. Como dijo Araújo en el túnel de vestuarios, «empieza la nueva era».
Pese a todo, que disfruten el día a día, que el camino es lo más bonito. Es momento de celebrar la Supercopa y rápidamente pensar en la Copa del Rey, que este jueves toca viajar a Ceuta. Esto no para y, por desgracia, no hay mucho tiempo para celebraciones ni lamentos. El Madrid también debe resetear rápidamente y volver al lío, que el calendario no espera por nadie.
Imagen de cabecera: Getty Images
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