El tiempo pasa para todos y para todo. No solo las personas envejecen con el tiempo, los lugares también. El fútbol ha entrado en una era de revolución, llamada modernidad, que lo está cambiando todo a pasos agigantados. El último ejemplo es la información que avanzó la Gazzetta dello Sport sobre la demolición del estadio de San Siro para construir uno de nuevo justo al lado. Al mítico Giuseppe Meazza le tocaba una jubilación, o le han forzado a poner punto y final.
Los dos clubes milaneses que comparten campo, Milan e Inter, se pusieron de acuerdo en iniciar esta operación con el fin de que el nuevo San Siro sea el centro neurálgico de los Juegos Olímpicos de invierno que se celebrarán en la ciudad norteña italiana en 2026.
San Siro es el último caso de una serie de estadios que han sido remodelados profundamente o que, directamente, se han construido desde cero recientemente. Primero fue el nuevo Wembley y después ya vinieron el Allianz Arena, Emirates, Maracaná, San Mamés, Vicente Calderón o el nuevo White Hart Lane, entre otros.
Una retahíla de cambios que parece que son solo el inicio de un nuevo paradigma porque la renovación de los estadios de fútbol está a la orden del día. Sin ir más lejos, el FC Barcelona está en proceso de iniciar las obras de remodelación del Camp Nou y el Real Madrid las acaba de poner en marcha.
La modernidad se abre paso. Estadios grandes, majestuosos, lujosos, estéticos tanto la fachada exterior, muy luminosa, como la harmonía entre césped y la grada en el interior. Grandes capacidades de espectadores. Es el nuevo paradigma a lo que van los grandes campos de los equipos punteros de fútbol. Sin embargo, siguen el mismo patrón. Como denominador común en todos hay espectacularidad, pero también similitud.
Ya no es solo perder el romanticismo. Al fin y al cabo, el romanticismo está sujeto al aquí y ahora. A medida que pasen los años, y los nuevos estadios se llenen de buenas historias que contar, albergarán en su seno ese componente emocional que los hará románticos. Es ley de vida. El romanticismo perdura porque se va transformando e incrementando con el paso del tiempo.
A fin de cuentas, la modernidad aleja la singularidad de los estadios. Ser reconocibles con una simple mirada, sin ver en la fachada exterior con letras grandiosas el nombre del campo o del club que juega como local. El nuevo San Siro, las remodelaciones del Camp Nou o del Santiago Bernabéu o los futuros campos tienen como reto, no solo las inversiones faraónicas en las cuentas presupuestarias, sino ser especiales. Ser distintos a la vez que majestuosos y modernos.
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