Eslovaquia consiguió con enorme merecimiento su primer triunfo en una Eurocopa, merced a un excepcional Marek Hamsik, indudable estrella de este equipo, y a una Rusia excesivamente blanda.
Marecchiaro, como llaman en Nápoles a su capitán, dio una exhibición, especialmente en la primera parte. Eslovaquia cedió inteligentemente el balón a Rusia, que no sabía que hacer con él, y partía con velocidad al contragolpe gracias a la presión de sus mediocampistas, con Kucka hiperactivo.
Hamsik se encargó de ejercer de organizador, partiendo desde la medular, lanzando por ambas bandas a los dos puñales eslovacos, Weiss y Mak. Así llegó el primer gol: Hamsik lanzó un balón perfecto a la espalda de la zaga rusa para Weiss, que recortó con un movimiento a Berezutski y Smolnikov, lentos y precipitados, al igual que Ignashevich, y batió sin grandes problemas a un Akinfeev hoy inoperante.
Rusia apenas apareció en ataque en los primeros minutos y a ráfagas, gracias al talento de Shatov, omnipresente en la parcela ofensiva rusa, y a la posición del mástil Dzyuba como pivote. Sin embargo, justo antes del descanso, Marek Hamsik sentenció ante la pasividad defensiva de Rusia tras un córner en corto, con un espectacular disparo a la escuadra desde una posición esquinada.
Tras el descanso, Slutsky, completamente desquiciado durante todo el partido, sustituyó con acierto al doble pivote -desastrosos Neustadter y Golovin- por Mamaev y Glushakov. Este último fue clave en el paso adelante de Rusia, que dominó sin profundidad toda la segunda parte ante una Eslovaquia que jugó con fuego al encerrarse en su campo. Precisamente Glushakov recortó distancias de cabeza a pase de Shatov tras una buena jugada, pero no dio para más.
Eslovaquia, liderada por Hamsik, consiguió así una victoria de justicia y presenta su candidatura para alcanzar los octavos de final. Además, los eslovacos podrían poner con el agua al cuello a Inglaterra, a quien se enfrenta en la última jornada, si el combinado inglés no supera a Gales en el próximo partido.