Marruecos no estaba en las quinielas. Walid Regragui apenas llevaba tres meses al frente de la Selección, que se traducen en tres partidos. Su fase de grupos, emparejada con Bélgica y Croacia, semifinalista y finalista de la pasada edición, invitaba a pensar que lo suyo podía ser algo pasajero. Sin embargo, los ‘Leones del Atlas’ rompieron el guion en mil pedazos y lo escribieron a su antojo comiendo couscous y tomando té verde.
A Marruecos no le encajaba el zapato de Cenicienta. Nadie le iba a negar un baile hasta que supimos que, con su ritmo, te atropellaba los pies. Ha sido una inesperada ráfaga de viento fresco en el desierto. Un subidón como una nota aguda de Lady Gaga cantando ‘Shallow’. Un relato de romanticismo que puede embellecer lo más sombrío. La única que sería capaz de hacernos pensar que Amazon no solo pica al timbre de tu casa cuando acabas de salir. Imposible no creer en ella.
Pensábamos que con la zurda de Ziyech y su sacrificio, la gasolina y la omnipresencia de Amrabat, los trucos de ilusionismo de Ounahi, la profundidad de Hakimi, la seguridad de Bono o las diabluras de Boufal lo habíamos visto casi todo. Pero, además, estaban ellas en el foco. Las mamás leonas, protectoras y delicadas. Perseverantes, valientes y avezadas. Las más entregadas del reino animal.
Cuando yo me marchaba de excursión y veía el aspecto emocionado de mi madre desde el cristal del autocar pensaba que era una exagerada y, a la misma vez, sentía su amor. Ahora quizá exagero yo cuando veo la sonrisa radiante de mi hija en el escenario del concierto de Navidad de la escuela. Ese significado maternal me hace empatizar con el sentimiento y el orgullo de esas progenitoras. Me contagian sus sonrisas. Por eso, me parece precioso que Regragui entendiera a la perfección no solamente cómo afrontar cada rival, sino también la repercusión de rodearse con las figuras más importantes de sus vidas.
Ziyech asomaba sus lágrimas al hablar de su madre cuando el Ajax le obsequió con un homenaje tras su salida a la Premier League. Ella perdió muy pronto a su marido y crio sola a sus nueve hijos. El mago de Ámsterdam decía: “Todo se lo debo a ella. Lo hago porque me gusta, pero todo es por ella. Si no fuese por ella, habría dejado el fútbol hace mucho tiempo”. También Hakimi había mostrado su gratitud al hablar de sus padres en una entrevista para El País: «Mi madre limpiaba casas. Mi padre era vendedor ambulante. Que yo practicara fútbol era un sueño para mí y un sacrificio para ellos. Mis hermanos sacrificaban cosas. Éramos muy pobres. Ahora yo lucho por ellos».
La instantánea y la fuerza de ese beso, la alegría desbordada de una danza no ensayada. Un cuento de hadas que se narra desde los orígenes y sus raíces. Ellas han sido gran inspiración de este combinado. Un rayo de sol que todo lo hace brillar. El pasado martes, acompañaron a sus hijos para ser condecorados por el Rey Mohammed VI. Posaron en la foto, presentes una vez más. Que Marruecos no caiga en el olvido ahora que ha terminado todo el disparate. Que la guardemos en nuestros corazones con una cajita de terciopelo. Walid decía que “el cielo es nuestro techo”. Ya están en la historia. Juntos lo pusieron todo por los aires. Mamá y diez más.
Imagen de cabecera: nadiemedicearte (Instagram)