Probablemente, cuando Antoine Griezmann estaba grabando su decisión de quedarse en el Atlético el verano pasado, sabía que las opciones de marcharse en los próximos 12 meses eran algo más que altas. Dicen, incluso, que el francés grabó un documental con escenas paralelas haciendo guiños a Atlético y Barcelona porque realmente no tenía tomada la decisión cuando se tenía que marchar camino a la Copa del Mundo. Cosa altamente improbable pero que visto lo visto es imposible descartar.
Y esa estadía durante un año más en las filas colchoneras fue casi como una cesión que el propio Griezmann le hizo al club en un chantaje mutuo, como un matrimonio de conveniencia, que contentó a las dos partes. El Atleti hizo de tripas corazón, se saltó todos los límites salariales marcados y le dio a su ‘7’ una condición de jugador franquicia (ya que tanto le gusta la NBA) en la que era el delantero quien tenía siempre la sartén por el mango. Un primer año cobrando un sueldo estratosférico que bajaría un poco tras el primer verano, un sitio en la terna de capitanes y la potestad para recomendar y trabajar en la adquisición de los que iban a ser entonces sus compañeros.
Con la final de la Champions League en el Metropolitano como gran compañero de todos esos privilegios, el Atlético convenció al galo para que residiera una temporada más en sus filas. Pero fue ese condicionante que hacía bajar la cláusula de rescisión de 200 millones a 120 el que ya dejó entrever que ‘La Decisión’ podía ser solo una pantomima publicitaria porque no había decidido nada. Ese amor que pareció declarar de manera absoluta el pasado verano quedó en agua de borrajas hace unos días. Solo 12 meses después, Griezmann ha decidido marcharse.
Hablamos de Griezmann, un jugador que, a otro nivel, se ha convertido en el Beckham moderno. Un Principito con muy buena imagen y que cae bien, que ingresa prácticamente lo mismo de la publicidad que del fútbol y que se ha convertido en la cara de muchas marcas y compañías de distintos sectores.
Qué mal se lo ha tenido que montar un jugador para, siendo el quinto máximo goleador de la historia del club, habiendo ganado un Balón de bronce y un Mundial vistiendo la camiseta del Atlético y siendo la estrella más visible de uno de los mejores episodios de la historia de la entidad, se vaya a marchar y que lo mejor que pueda sentir el aficionado por él sea la más absoluta de las indiferencias. Muchos, de hecho, se sintieron enfadados porque el galo jugase ante el Levante después de anunciar su marcha.
Al final, sus declaraciones polarizadas, sus continuos juegos de chiquilleo y su actitud en según qué momentos han terminado cansando al personal que ha terminado por hartarse de un jugador que le ha dado la vida al equipo en muchísimas situaciones pero al que se le echa en cara no haber aparecido en situaciones cruciales. Y es que aquel penalti a la madera de Milán hizo mucho más daño a la afición que al propio jugador.
Saben los que han visto el Atlético de Simeone desde el primer día que lo que realmente funciona es el conjunto y no las individualidades. Que los tipos que no salen en los focos pero que se ponen a trabajar son los que forman la columna vertebral de las victorias. Así, jugadores como Miranda, Godín, Raúl García, Gabi, Koke, Juanfran o Godín alcanzaron, desde lo más profundo del escenario, un nivel que muy pocos pudieron imaginar para formar al mejor Atlético de la historia.
Y vaya, que el francés puede ser la estrella que mejor haya entendido lo que le ha pedido el técnico sobre el campo, pero también hay una serie de factores que han movido el avispero en el vestuario por la serie de privilegios que le han brindado al ‘7’ y que otros no han tenido. Desde su sueldo hasta sus escapadas entre semana para ver la NBA. El salario que se embolsa (hasta que nadie lo acabe fichando o hasta que él mismo pague su libertad para venderse al mejor postor) perjudica mucho a un Atlético que, siendo el tercer equipo con mejor presupuesto de la categoría, está más cerca del que menos ingresa que de Real Madrid o Barcelona. Vamos, que Griezmann se lleva una parte importante del pastel que ha condicionado todo, empezando por una plantilla corta para ajustar el Fair Play Financiero y terminando con renovaciones a la baja que han hecho esperar extensiones de contrato como las de Oblak o que han forzado salidas como las de Godín o Lucas por la imposibilidad de mejorar sus fichas.
Por eso, ahora el Atlético debe hacer una reconstrucción con cabeza y volver a la fórmula que le dio el éxito. No convencer a jugadores de que se queden y hacer que permanezcan los que de verdad quieran estar, y luego fichar con una ruta clara: nada de estrellas donde dejarse casi todo lo que se ingrese por el francés pero sí 3 o 4 futbolistas de nivel contrastado que estén dispuestos a formar un equipo ganador. Nadie que se salte los status establecidos y que puedan, a la larga, generar un problema para el grupo.
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