“No penséis que está muerto. Se trata de un chaval de 19 años que está tratando de vivir su sueño y lo va a hacer”. Alvin Gentry, entrenador de los Pelicans, quiso ser antagonista de cualquier idea que se cruza en la narración de una estrella en ciernes, de los que están saliendo del cascarón: ser equilibrado. Los aficionados necesitamos ilusionarnos. Y en Zion Williamson, el número uno del draft que ha promediado 23.3 puntos por partido esta pretemporada, se ha vislumbrado al nuevo LeBron James. De ese estado de obnubilación no saldrá nadie.
En esa histeria colectiva convive su protagonista con unas capacidades físicas sobrecogedoras, siendo el segundo jugador con más peso de la NBA, aunque se mueva como un base. Sus casi dos metros le permiten hacerse paso por la zona inusitadamente, tranquilo, cuajando jugadas que visualizan millones de personas. Los famosos posters a los defensores. Que se acerquen. Williamson es una marca sin haber pisado ni una sola cancha de la mejor competición del mundo en partido oficial. Sin embargo, hay voces que dudan de él. «Con 129 kilos no puede jugar en la NBA, es demasiado estrés para sus rodillas», espetaba Charles Barkley. Si quiere convertirse en un jugador diferencial deberá adaptar sus condiciones.
Esta narración arrancaba por el final. El jugador de los Pelicans se perderá las primeras semanas de competición. Se avecinaba algo peor y afortunadamente no será tan grave. Pero sus primeros pasos en la NBA, para aquel chico por el que se pelean las marcas y por el que la mayoría de los analistas le colocan como referencia en la próxima década, son mirando a la chepa de la fortuna. Veremos como gira su rueda, como diría Ignatius Reilly en su celebérrima Conjura de los Necios. La gente ya ha dado su veredicto y ya ha enloquecido. No hay vuelta atrás. Digan lo que digan sus famosas rodillas, en las que hoy hay millones de ojos puestos en ellas.
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