El otro día miré por casualidad cuántos años tenía Sergio Canales. Sorprendido, vi que aún tenía los treinta. Me chocó como me choca siempre cuando veo a jugadores que llevo viendo muchos años. Siempre creo que tienen más edad de la que, lógicamente, tienen. Quizá es por mi síndrome de Peter Pan, o quizá es porque de verdad soy malo calculando. Y me ha pasado con unos cuantos. Incluso me sigue pasando con alguno de los que ya sé que no son tan mayores. Lo bueno de eso es que me acordé de lo buen jugador que es Canales.
Tengo que decir que el recuerdo más nítido que tengo de ese primer Canales, el de los inicios, es el que consiguió cruzar la península de parte a parte para hacer un roto al Sevilla con dos goles que se repetirían hasta la saciedad en los programas deportivos de la época. Con la camiseta del Racing, vaselina y roto a Palop. Casi nada. Y lo raro no era que el año 2010 nos regalara un centrocampista épico. Lo raro es que llevara ya dos años llamando a la puerta con los puños apretados, dejando claro que o caía la puerta o le abría alguien para pasar. Recuerdo lo que se decía en prensa, radio y televisión. El racinguista era el favorito de los medios. Le comparaban con la aparición de los Beatles y con la figura de Butragueño. El muchacho estaba seguramente en más de una carpeta, rollo años 90. A ese nivel estaba el tema con ese chico que había irrumpido desde el norte. El año que debuta, la temporada 2008/2009, encadena minutos sueltos en un Racing de Santander que, con Muñiz al frente, tenía piezas para dar sustos en liga. Munitis, Garay, Colsa, Lacen… Incluso algún otro joven ilustre además de Canales, como Jonathan Pereira o Edu Bedia.
El Real Madrid se presentó pronto a la cita, claro. Sobre todo, dos años y treinta y nueve partidos después con el equipo cántabro, cuando empezó seriamente a dejar clips para el recuerdo, como en el citado partido ante el Sevilla, pero también con actuaciones memorables y goles ante Espanyol, Valladolid u Osasuna. Su aporte, obviamente, iba más allá de eso. Siete asistencias y jugadas para seguir anotando su nombre en la libreta de fichar. El joven de Santander, ni tenía complejos ni parecía que fuera a tenerlos. No se le veía más pequeño que al resto en el césped, no desentonaba. En julio de 2010 se hizo el traspaso esperado por un Real Madrid que por aquel entonces escuchaba aún a Jorge Valdano. Luego llegarían Valencia, Real Sociedad y, hoy, el Real Betis. Lo que le falló a Canales es lo que le falló a tantos: la suerte. Esa magnífica aliada y esa terrible enemiga. La suerte le dedicó varios amargos abrazos en forma de lesiones. El talento no se acabó, pero sí acalló de más las portadas que estaban destinadas a gritar sobre el futbolista salido de la cantera racinguista. En Valencia, dos lesiones de ligamento cruzado, en San Sebastián llegaría otra más. Los tobillos, otra de sus debilidades, le dieron guerra en cada destino.
Sergio Canales tenía claro su juego. Lo arriesgaba todo, cada jugada era un “All In”. Ese Canales del Racing era un espectáculo brutal. Una alegría para el aficionado. Un seguro de esos que no te fallan. De los que te contestan siempre con la solución a tu problema. De esos. Ágil, rápido (de piernas y, sobre todo, de mente), con gol, con pase, con capacidad para decidir qué frivolidad se sacaba cada día de la manga. Canales lo tenía todo y su intervención en la jugada solía decorar el recuerdo de la misma. Cada movimiento era artístico. Pero siguió evolucionando en algo que seguimos disfrutando ahora mismo.
El Canales de hoy sigue siendo de los pocos que alimentan el espectáculo en una competición nacional claramente venida a menos. A las órdenes de Pellegrini, un técnico infravalorado en todas sus etapas, el equipo verdiblanco ha sabido entender y acoger la habilidad del de Santander. De nuevo en Sevilla, como al comienzo de su carrera, vestido entonces con la camiseta de su Racing, Canales es clara bestia negra para los de Nervión. El Sevilla chocó en Copa del Rey ante un Real Betis que respondía a la clarividencia de Fekir y de Canales, hermanos de talento, que supieron llegar a la meta de manera inmejorable. Su talento quizá es menos elástico y menos frívolo. Menos destinado a la galería, lo que sale, sale sin querer, por puro talento natural. Canales sigue creando fútbol desde esa inteligencia y desde esa unión entre creatividad y talento ofensivo. Sus movimientos siguen siendo especiales, pero el show está más en el pase, en el golpeo, que en la finta y la jugada individual.
Canales se ha sabido adaptar a estar bien rodeado, a entenderse, a ser parte de un engranaje en el que es pieza clave pero que brilla a la vez, sin estridencias, pero con calidad aún para llenar portadas. El talento de Canales sigue ahí, resistiendo a operaciones de rodilla y tobillo, a meses parado, a años de duda. Resistiendo a la lógica presencia de la mala suerte, esa que decide, como se decía en la película Match Point, sonreír o no a la jugada. Esa que lo alejó de lo que pudo haber sido hace diez años pero que le ha llevado a ser, a los treinta, uno de los mejores jugadores españoles del momento. Uno de los que más en forma están de LaLiga. Uno de los que nos empujan, semana a semana, a buscar cuándo juega el Betis.
Imagen de cabecera: Sergio Canales
Valladolid, 1988. Social media. Periodismo por vocación y afición. Con el fútbol como vía para contar grandes historias. Apasionado del fútbol internacional y "vintage".
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