Se llama Ceylin del Carmen Alvarado, y cuesta asociar ese nombre a
una conquista (otra más) neerlandesa en el Mundial de ciclocross. Pero es así.
Abundante melena negra, piel morena y un claro acento que la delata, la
dominicana ha demostrado que no hace falta nacer en el país de los Molinos para
triunfar. Lo más importante es trabajar duro.
Nacida en Cabrera, ciudad en el extremo oriental de la costa norte
de la República Dominicana, pronto (con solo cinco años) emigró junto a su
familia a Países Bajos, donde rápidamente le fue transmitida la pasión por el
deporte de su progenitor. Tras probar en el atletismo, se pasó a los pedales en
un país con la bicicleta por bandera. Tras dos años en ruta, su padre le animó
junto a su hermano Salvador a probar en ciclocross en invierno, para no perder
la forma y estar preparada para el verano. Ya no se movió de allí.
Dos años después ya tenía decidido que quería dedicarse plenamente al ciclocross, un deporte duro donde el físico y la habilidad para moverse en terrenos enfangados van de la mano. Rápidamente comenzó a destacar en categorías inferiores, y con 18 años recién cumplidos ganó su primer título en la élite, en una prueba celebrada en China. Asidua al podio en sub-23, en dos ocasiones se le escapó el maillot arcoiris: fue plata en Valkenburg en 2018 y tercera en Bogense en 2019, esta última siendo la gran favorita. “Creo que no había perdido ninguna carrera antes de llegar allí. Todo estaba bien. Todo el mundo pensaba que iba a ganar… y yo también, pero no pudo ser y la verdad es que fue un momento bien duro para mí”, reconoció en una entrevista para ciclo21.
La espinita se la sacó en el pasado Mundial de ciclocross, ya en categoría élite, cuando a sus 21 años conquistó el oro por delante de las también neerlandesas Annemarie Worst y Lucinda Brand, y confirmó su liderato en el ránking de la UCI como la mejor ciclista en esta modalidad tras varios podios acumulados en 2019. Ni duda cabe que en un mundo dominado por belgas y holandesas de rostro pálido sorprende y destaca la presencia de Ceylin, que pese a competir de naranja no olvida su pasado ni renuncia a su lugar de procedencia. “No me siento 100% neerlandesa porque yo nací en la República Dominicana, mis padres son dominicanos, en casa hablamos español… Me siento un 80% dominicana y un 20% neerlandesa porque vivo aquí toda mi vida”, afirma de nuevo en ciclo21. Es curioso, durante las competiciones, escuchar entre la multitud los gritos en español de los padres de Ceylin, situación que el circuito vivía con perplejidad al principio. Ahora, después de tanto éxito, están más que acostumbrados.
¿Objetivos? Su juventud le permite mirar al horizonte con optimismo. La categoría sub-23 se le queda pequeña y puede que el ciclocross también. El maillot arcoíris que se le resiste volverá a ser una prioridad, y quién sabe si en el futuro (no lo descarta) regrese a la ruta con la vista puesta en París 2024, donde lucharía por el sueño de todo deportista: una medalla olímpica. De momento, con los pies en la tierra (y en el barro) y quemando etapas a una velocidad de vértigo, uno disfruta de ver a una dominicana con una sonrisa de oreja a oreja en lo alto del podio, en un mundo en el que, en otro tiempo, quizá le habrían cerrado las puertas.
Foto de portada: Facebook de Ceylin del Carmen Alvarado
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