En unos días diremos por fin adiós a este horrible año 2020 y cambiaremos de década. La Navidad siempre es un período especial, y en un momento de incertidumbre total y de restricciones, esta va a ser una época aún más extraña. Porque muchos de nosotros pasaremos estos días lejos de nuestras familias, y porque el horizonte es desconocido. Hay pocas cosas más asustadoras que no saber a qué te enfrentarás mañana. Por no hablar de las personas a las que esta pandemia les ha afectado directamente de forma grave (desde esta humilde columna, un gigantesco abrazo para cada uno de ellos).
Para todos, esta es una época de cambios. Nuestros trabajos, nuestra relación con nuestros seres queridos, nuestras rutinas, nuestra forma de consumir y de gastar, y al mismo tiempo nuestro vínculo con los comercios de nuestro barrio, nuestra forma de consumir y compartir información… todo se ha visto alterado en los últimos meses.
En términos económicos y profesionales, lo primero en que uno piensa es que ojalá pueda mantener su trabajo. El que tiene un negocio, sea pequeño, mediano o grande, está pensando en cómo podrá evitar que caiga en estas circunstancias, y el mundo del deporte no es una excepción. En general, el mundo del deporte profesional en España, salvo contadas excepciones, se encuentra en un periodo de supervivencia. Esperando a la vacuna, se hacen malabares con las restricciones de aforo (en los casos en los que se permite), se intenta conservar como se puede los patrocinios y respetar los contratos para poder continuar pagando los salarios, y se hacen juegos de equilibrio en medio de un precipicio para mantener el calendario de competiciones sin dejar de respetar las procedentes medidas de seguridad sanitaria. El más difícil todavía.
En medio de ese anhelo por sobrevivir, a los negocios multimillonarios, con sus propios juegos malabares, también les preocupa su futuro. Por eso, estos días estamos volviendo a escuchar, no por casualidad, hablar de una Superliga europea. No suele ocurrir muy a menudo eso de oír al presidente (saliente) del Barça y al del Real Madrid poniéndose de acuerdo sobre un mismo tema: la creación de un nuevo orden futbolístico mundial. Ni siquiera sus clubes, grandes mastodontes de la economía global, han escapado a la reducción de ingresos y los obligados cortes presupuestarios.
A estas alturas, llegamos tarde si nos acabamos de dar cuenta de que durante la década que empieza dentro de unos días, el mundo del fútbol profesional cambiará de forma tan radical que quizá nos cueste reconocerlo. No sólo estoy hablando de tecnología y reglamento, que también, sino de cómo y quién tiene la sartén por el mango de las grandes competiciones, principales fuentes de ingreso y gasto económico para tantas partes distintas.
La ECA (Unión de los grandes clubes europeos) empuja por un lado hacia una fuente de mayores ingresos que los que perciben ahora, la UEFA intenta que no se le venga abajo su joya de la Corona, la Champions League, mientras la FIFA quiere su parte del pastel aunque eso suponga chocar frontalmente contra los intereses de una de sus Confederaciones, y los campeonatos nacionales asisten con espanto a la amenaza que supone todo ello para su propia subsistencia.
En las noticias que se publican estos días sobre este asunto se repite la fecha ‘2024’ por un motivo muy simple: es el año en el que vencen los últimos contratos que UEFA está firmando para la emisión de la Champions League, que se ha ido vendiendo en tramos de 3 temporadas a los operadores televisivos de todo el mundo. En España, Movistar anunció hace unas semanas la renovación del contrato que le otorga los derechos para difundir de forma exclusiva la competición en nuestro país por 3 temporadas más, y en Italia, Amazon acaba de anunciar que los partidos de la Champions se verán en su plataforma entre 2021 y 2024, por poner sólo dos ejemplos. Por eso, en todos los proyectos de remodelación de la ‘vieja Liga de Campeones’ que la UEFA tiene sobre la mesa, la fecha de partida es el 2024.
Enseguida entraremos en un año en el que esperamos poder asistir a competiciones de selecciones que no se pudieron disputar en este que finaliza. Después, llegará nuestro primer Mundial de fútbol en Diciembre, y en ese escenario el fútbol de clubes se replanteará su futuro. ¿Se impondrá la idea de Superliga Europea que buscan los grandes clubes, o la UEFA conseguirá retenerles durante unos años? ¿Las competiciones nacionales cambiarán para siempre, obligados a prescindir de algunos de sus grandes atractivos, e incluso modificando sus habituales fechas? ¿Cómo afectará eso a los clubes modestos, a las competiciones regionales y locales? ¿Cómo afectará a los deportistas profesionales, en un horizonte que parece vislumbrar para ellos menos descanso y aún más competición? ¿Cambiarán los modelo de plantilla de los clubes, necesitando ampliar cada vez más el número de profesionales en nómina? ¿Dejaremos de ver fútbol en la TV convencional?
En la respuesta a todas estas, y otras, preguntas, estará el nuevo camino. Unos y otros, profesionales y espectadores, deberemos acostumbrarnos, porque sean como sean, esos cambios llegarán pronto. No sabemos si viene un deporte mejor o peor, de lo que podemos estar seguros es de que será distinto. Mientras tanto, esperamos que la próxima década traiga cosas mejores, que sea una ‘Década prodigiosa’. Ojalá sea así. ¡Felices fiestas, salud y prosperidad para todos, y hasta el próximo año!
Imagen de cabecera: Eric Alonso/Getty Images