La selección chilena dio una verdadera lección de fútbol y, de la mano de un inspiradísimo Eduardo Vargas, autor de cuatro goles, vapuleó hoy por 7-0 a México y se clasificó a las semifinales de la Copa América Centenario.
Vargas, con un póker de tantos, lideró la goleada de Chile, que completó la cuenta con un doblete de Edson Puch y otro de Alexis Sánchez, y pudo haber logrado más diferencia si se lo hubiese propuesto.
De esta manera, el conjunto de Juan Antonio Pizzi jugará en la próxima ronda ante Colombia en el estadio Soldier Field de Chicago.
Para México, fue la primera derrota del ciclo de entrenador Juan Carlos Osorio en su undécimo partido con el equipo y cortó una racha una racha de 22 encuentros sin perder, contando las etapas anteriores de Miguel Herrera y el interinato de Ricardo Ferretti.
Antes del juego, los técnicos y los futbolistas habían anticipado que el partido era un duelo de estilos parecidos, con dos equipos intensos, que basaban su fútbol en la presión y el buen trato de balón. Por eso, aseguraban que el que pudiera imponer sus condiciones, tendría gran parte de la batalla ganada. Y claramente, el que impuso las condiciones de entrada fue Chile, con la presencia de Arturo Vidal en el centro del campo y la capacidad de quite y distribución que mostró Marcelo Díaz. Con esos argumentos, Chile consiguió las dos premisas básicas que se planteaban antes del partido: ejercer la presión y manejar la pelota.
Por el contrario, México pareció de demasiado preocupado en contener al rival y se mostró desordenado en su última línea. Por los tres delanteros que colocaba Chile, México intentó rearmarse con una línea de cuatro, que se mostró vulnerable. Por los costados, Chile encontraba espacios para ganar las espaldas de los laterales mexicanos. Y en la mitad del campo, los verdes no tenían contención. Por eso, el dominio chileno era ostensible, aunque le faltaba un poco de profundidad para traducir el mejor juego en ocasiones de gol.
Chile avisó con una corrida de Vargas, que Néstor Araujo despejó con un cruce salvador. Y en la siguiente ocasión, ya no perdonó. Díaz sacó un remate desde lejos que Ochoa despejó a medias y Puch, libre de marcas, apareció para aprovechar el regalo y adelantar al conjunto de Pizzi. Era justo por lo mostrado por ambos equipos y un premio a la insistencia de Chile a atacar por las bandas, creando superioridad con las subidas de sus laterales.
México no pareció leer lo que sucedía en el campo y siguió perdido en el terreno. Sus extremos, Hirving Lozano y «Tecatito» Corona, no pesaban en ataque y sufrían a la hora de retroceder. El jugador del Porto protagonizó la única acción de riesgo mexicana, con un desborde por la izquierda, pero que no encontró destinatario por el centro del área. Fiel a su estilo, Chile siguió presionando y atacando por las bandas. Y así llegó al segundo gol, cuando Alexis desbordó por la izquierda a Dueñas y Araujo y cedió al medio para que Vargas marcara el primer gol de su póker.
La segunda mitad planteaba dos incógnitas: si Chile podía sostener su intensidad en la presión y si México podía recompener sus líneas con los cambios y la charla de Osorio. Y las respuestas, claro, no tardaron en llegar: la «Roja» estaba más intensa y precisa que en la primera parte y México terminó de confundirse con los cambios.
¿El resultado? Tres goles en un cuarto de hora que sentenciaron anticipadamente el encuentro. En el primero, Vidal anticipó en tres cuartos, combinó con Alexis y le devolvió la pelota justa para que el delantero del Arsenal derrotara a Ochoa. Tres minutos después, Vargas aprovechó una nueva desatención defensiva para definir sin problemas ante la salida del arquero. Y cinco más tarde, un nuevo ataque por la izquierda terminó con el tercer gol del delantero del Hoffenheim, con un remate desde adentro del área.
A esa altura, lo única cuestión para lamentar de Chile era la amarilla de Vidal, que no podrá estar en las semifinales por acumulación de tarjetas. Como Chile no frenó su intensidad y México siguió con errores infantiles, los goles siguieron cayendo, hasta frenar en siete. Vargas, al recoger un regalo de Miguel Layún, y Puch, con una bonita definición por encima de Ochoa, tras recibir una asistencia de Vidal, sentenciaron el resultado y completaron una goleada inolvidable, que nadie se la esperaba antes del juego.