En 1884, debido al creciente interés por parte de los países europeos por ocupar territorio africano para la explotación de sus materias primas y el control de puntos estratégicos del Continente Negro, Reino Unido, Francia, Portugal, Imperio Alemán y Países Bajos encabezaron una serie de reuniones para repartirse África a su antojo . Es decir, en la Conferencia de Berlín, unos cuantos dirigentes de países del norte adquirieron unilateralmente el derecho de decidir sobre un montón de gente con piel oscura de más al sur. Ningún estado de África, parte activa de los acuerdos, estaba representado en aquellas reuniones. La conclusión fue bien clara: cualquier potencia occidental que tuviera presencia efectiva en un territorio africano, podía acceder a la soberanía de dicha superficie. De este modo, toda la costa mediterránea de África se la repartieron Reino Unido y Francia. En la parte Este, alemanes y británicos se hicieron con la costa de abajo a arriba, ofreciendo algunas parcelas para los italianos. En la parte Occidental, en la costa bañada por el Atlántico, belgas y, cómo no, franceses y británicos llegaron a controlar la mayoría de puertas de entrada de África desde el continente americano, dejando algo para portugueses y españoles. España precisamente, potencia colonial antaño, reafirmó su soberanía sobre Guinea Ecuatorial, denominada así por su ubicación en el Golfo de Guinea y a la altura del Ecuador. Pues bien, en esa pequeña República de África Occidental, territorio español hasta 1968, está a punto de celebrarse la trigésima edición de la Copa de África de Naciones. Un torneo que debía disputarse en Marruecos, que acabó renunciando a su organización por el temor a una posible expansión de ébola en un país tan dependiente del turismo.
Hace una década, inmersos en la Copa CEMAC (torneo que disputan los 6 países que comparten mercado común en África Central), tuvimos una tarde libre para hacer turismo por Libreville (Gabón). En uno de esos paseos que llevan a ninguna parte, un grupo de jugadores de Nzalang Nacional, pasamos por delante de un palacio cuya extensión sobrepasaba los límites de la vista. Se me ocurrió preguntar qué demonios era aquella salvajada. Un compañero me dijo que era la casa del entonces presidente gabonés Omar Bongo. ‘Ningún líder africano puede permitir que su casa no esté a la altura de sus vecinos. Es una forma de mostrar orgullo por el propio país. Demostrar que no somos inferiores a nadie’. Entonces lo vi claro: después de siglos de no poder decidir sobre el rumbo de su propio destino, los estados africanos, ahora con autonomía, buscan motivos para reivindicarse.
El fútbol es una de las máximas expresiones de sentimiento patrio en los países africanos. Cuando juega la selección nacional, todo lo demás pierde importancia. Los acordes de los himnos nacionales se respetan con solemnidad e incluso se recitan a pleno pulmón por una afición sedienta de orgullo y respeto. Ningún factor externo es relevante cuando el balón empieza a rodar.
Pues bien, el momento ha llegado. El respeto se gana en el terreno de juego y ahí, en ese rectángulo de césped alto habitado por héroes nacionales, no hay lugar para la misericordia. No hay resquicio para la compasión. De hecho, la actual campeona de África, las Súper Águilas de Nigeria quedaron eliminados en la fase previa, jugando en casa frente un equipo que ya estaba clasificado y que jamás había marcado un solo gol en suelo nigeriano: Sudáfrica.
La propia Sudáfrica estaba viviendo una buena época. Se seleccionador, ‘Shakes’ Mashaba había devuelto la ilusión a los aficionados de los Bafana Bafana. Sin embargo, con la clasificación ya encarrilada para esta Copa de África, una noticia sacudió violentamente el fútbol sudafricano. Senzo Meywa, portero, capitán de la selección y líder espiritual del equipo, era asesinado en un atraco. Su negativa a entregar su teléfono móvil a los asaltantes le costó la vida. Una carrera truncada. Otro sueño roto por la desgracia.
El miedo al ébola, la desgracia de Meywa y el retiro internacional de grandes clásicos africanos han marcado la previa de la gran fiesta del fútbol africano. Y es que en esta Copa África habrá grandes ausentes. Drogba, Eto’o o Essien se han apartado del camino. Después de muchos años sin saborear la mieles del éxito con sus selecciones, han dejado paso a las nuevas generaciones para que devuelvan la ilusión y se conviertan en el Orgullo del Pueblo. Cinco figuras, cinco nombres propios que representan ese cambio de tendencia. Ese intento desesperado por devolver el orgullo a los ciudadanos.
Tres lustros llevaba Samuel Eto’o abanderando a los Leones Indomables. Máximo goleador histórico de las Copas de África y jugador que más goles ha anotado con la camiseta de Camerún. Empezó el siglo con gestas titánicas. Dos Copas de África y una medalla de Oro en Sidney auparon a un joven Eto’o y sus amigos Rigobert Song, Patrick Mboma y Geremi Ndjitap al Olimpo del fútbol continental. A partir de ahí, un solar. Omisión de responsabilidad en un penalti que sepultó a Wome, rebelión a la autoridad del seleccionador al impedir un cambio en pleno partido o el liderazgo de un motín exigiendo las primas a la Federación cuatro días antes del último Mundial. La marcha de Eto’o no ha afectado, porque Camerún tiene un nuevo ídolo. Vincent ‘La Perla Negra’ Aboubakar ha tomado el mando. Después de la limpieza de egos que ha llevado a cabo el seleccionador Finke, Aboubakar es la nueva referencia atacante camerunesa. El poderoso delantero corre al espacio, va al choque, se asocia con Njie y Moting y perfora las redes rivales a ritmo de tambores. Debe ser uno de los hombres importantes del torneo.
Otro gran vacío ha quedado en el fútbol africano después del retiro internacional de Didier Drogba. Estandarte de la generación dorada de Costa de Marfil, participante en tres Mundiales consecutivos, jamás ha podido levantar el máximo trofeo continental. Dos finales perdidas en cuatro ediciones. Dos partidos cruciales perdidos en la tanda de penalties han apartado a Los Elefantes de la gloria. ‘A rey muerto, rey puesto’ deben pensar en Costa de Marfil. Wilfried Bony, que ya marcó dos goles en el Mundial de Brasil entrando desde el banquillo, debe coger el testigo de ‘The Drog’. Un delantero salvaje al espacio y demoledor en el remate. El gran estilete que ha de acompañar a Gervinho y Touré Yaya hacia el final de esa travesía del desierto que ya dura demasiado.
A pesar de que su equipo no atraviesa su mejor momento en la Bundesliga, Pierre-Emerick Aubameyang siempre está dispuesto a brillar. De velocidad endiablada y facilidad para sembrar el pánico ante las defensas rivales, ‘La Pantera’ se siente libre en esa filosofía de presionar la posesión rival y salir al contraataque vertiginosamente. En ese grupo A con la actual finalista Burkina Faso y dos equipos con menos peedigree como Congo y Guinea Ecuatorial, Gabón quiere pasar a cuartos de final e igualar su actuación en 2012.
Rainford Kalaba es un futbolista especial. Es ese tipo de talento natural que no atiende a jaulas tácticas ni a órdenes de pizarra. El futbolista del Tout Puissant Mazembe (RD Congo) es un espíritu libre dentro del terreno de juego. Ahora que Chris Katongo ha abandonado la selección de Zambia por desaveniencias con su seleccionador, Kalaba ha cogido los galones de capitán. Por sus botas pasarán todas las opciones zambianas para llegar lejos en esta competición. Campeones hace dos ediciones en 2012, Los Chipolopolos (balas de cobre) quieren demostrar que aún tienen mucho que decir en el fútbol continental.
La selección de Argelia pasa por ser el equipo más sólido de África. Tras una gran participación en el Mundia en el que Alemania tuvo que llegar a la prórroga para deshacerse de los norteafricanos y una fase de clasificación brillante, Los Zorros del Desierto se plantan en Guinea Ecuatorial con el cartel de favoritos. Seguros atrás, talentosos en el centro del campo y agresivos en ataque. La mayoría de componentes de la selección son hijos de argelinos nacidos en Francia. Sin embargo, Islam Slimani nació en Argel. Dio un salto a Europa tardío, pero ya brilla en el Sporting de Portugal con luz propia. Un delantero que se fabrica su propio espacio. Que es capaz de prolongar un balón de cabeza y continuar él mismo la jugada. Un goleador de los de antes. Poco interesado en los adornos, Slimani va por faena. Feghouli, Brahimi y Djabou tienen la misión de servir buenos balones para su punta de lanza.
Muchos africanos optan por volar en busca de petrodólares y alejarse de los grandes focos. Es el caso de Asamoah Gyan, que juega en Emiratos Árabes. Un contrato estratosférico que poco tiene que envidiar al de las grandes estrellas ha arrastrado al ghanés. Uno se acuerda de la existencia de Gyan cuando hay algún gran torneo. El venenoso atacante no necesita mucho para marcar gol. Lastrado por haber errado dos penalties decisivos:, frente a Uruguay en los cuartos de final del Mundial 2010 y frente a Zambia en la semifinal de la Copa África 2012, Gyan se tomó un retiro voluntario de la selección. Viene a recibir para sacar a los centrales de zona, cae a banda en busca del espacio y, sobre todo, corre en vertical hacia la portería rival para aumentar su cuota goleadora con Las Estrellas Negras. La gran esperanza ghanesa.
Líderes naturales. Talentos puestos al servicio del equipo que contagian a sus compañeros. Candidatos a convertirse en EL ORGULLO DEL PUEBLO.
‘Una manada de leones dirigidos por un Cordero jamás puede vencer a un rebaño de corderos liderados por un León’.
Sabadell, 1984. Futbolista, colaborador en varios medios de comunicación como beIN Sports, Radio Marca o diari ARA. Analista de fútbol africano y 6 veces internacional absoluto con la Selección de Guinea Ecuatorial.
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