Los Spurs hicieron de las suyas en el draft de 2011, como otras tantas veces. Una buena campaña de George Hill y la necesidad de un base por parte de Indiana Pacers fueron suficientes argumentos para que se gestara el traspaso del hombre que nos lleva a escribir estas líneas. El equipo de Larry Bird seleccionaría en el puesto 15º a un muchacho nacido en Riverside (California) que había destacado en la Universidad de San Diego mostrándose como un gran all around player, y alguien en San Antonio creyó que ese joven aportaría más a la franquicia que un jugador destinado a ser eterno suplente de Tony Parker. En cierto modo era lógico que en Indianápolis cedieran al traspaso (en el cual además incluirían los derechos de Davis Bertans y Erazem Lorbek), puesto que ya contaban con un prometedor Paul George en sus filas. Negocio redondo para ambos conjuntos y todos contentos.
De esa manera, aterrizaría en El Álamo Kawhi Leonard, el hoy dos veces mejor defensor del año y jugador más valioso en las finales del último anillo de la dinastía texana, el joven que el pasado verano firmó una extensión de contrato millonaria, un muchacho de apenas 24 años que no deja de crecer como baloncestista.
Que no deja de crecer como baloncestista…
Porque lejos de estancarse, parece que para alcanzar su límite aún le queda un trecho. Cada año supera al anterior haciendo mejor todo aquello que sabíamos que era capaz de llevar a cabo y descubriéndonos facetas que no esperábamos en su repertorio. Que estábamos ante un excelso jugador defensivo lo teníamos asumido; su capacidad para cerrar las líneas de pase, para llegar a las ayudas, para atacar el bote, para controlar el timing de salto en busca del tapón… Todo ello lo refleja la estadística. Capítulo aparte lo que esta no puede mostrarnos. Aquello que apreciamos sin necesidad de un papel que lo respalde: lo incómodo de su marca es veneno para cualquier rival, sus manazas, su envergadura. Definitivamente contábamos con que en defensa siguiera su progresión y, siendo ya el mejor en esa faceta, alcanzara lo sublime. «Bueno, mejor, excelente», que diría su compañero Tim Duncan. El factor diferencial en el caso Kawhi consiste en su crecimiento ofensivo. Su rango de lanzamiento es cada vez mayor, su incidencia aumenta de manera exponencial y las jugadas diseñadas para él ocupan cada vez más espacio en los bolsillos de la americana de turno que use Gregg Popovich en las noches de partido. Kawhi penetra, asiste, carga el rebote ofensivo, se crea su tiro, avanza en lectura de juego. Y dando la sensación de que todo ello lo realiza mejor que la última vez que lo viste jugar.
¿Pero cuál es la clave? ¿Por qué no atisbamos el horizonte de su desarrollo? Mi opinión es que Kawhi Leonard está hecho de otra pasta y precisamente eso es lo que hace que su mejoría sea constante.
Voy a contaros algo: no hace mucho tuve la suerte de compartir sobremesa con un buen conocedor de los banquillos y amante de la NBA, quien tuvo la fortuna de pasar unos días en San Antonio y asistir a los entrenamientos del equipo. Tal vez un día, con su permiso, descubriremos algunos entresijos y curiosidades de aquella semana, pero hoy solo desvelaremos una anécdota que nos pondrá sobre la pista de hasta dónde llega el gen competitivo de Leonard. En los Spurs hay una costumbre tras los partidos; la rotación es amplia, de modo que todo el roster suele disponer de cierto tiempo sobre el parquet, y ya sabemos cómo funciona Popovich y conocemos de sobra su afán por no cargar físicamente en exceso a sus principales espadas. Si todo marcha como debe, ningún jugador bajará de los 13 minutos en pista. En caso de no llegar a consumarlos, estarán obligados a asistir al entreno posterior una hora antes que sus compañeros. Imagino que es algo que no entusiasma a nadie. O sí, porque siempre hay excepciones. Porque existe Kawhi Leonard. Resulta habitual ver llegar al californiano antes incluso de que lo hagan los “castigados” y marcharse después que el resto de sus camaradas una vez acabada la sesión. Ya sea para trabajar en su juego al poste con alguno de los asistentes o lanzar a canasta de modo compulsivo: Kawhi dedicará más tiempo que cualquier otro hombre a mejorar. A la mente me viene un chascarrillo que leí en su día en un artículo de Andrés Aragón (@sextohombre): en una ocasión, siendo aún universitario, el por entonces entrenador de Kawhi recibió una queja: Leonard se había vuelto a colar en el pabellón para entrenar. Al parecer eran las 6.30 de la mañana y a falta de luz, se había llevado dos lámparas de su habitación para iluminar la cancha. Esa es la naturaleza de Kawhi Leonard, su compromiso consigo mismo.
Pero este tipo no solo es dedicación, también es mentalidad.
Y carácter, agallas. La estrella de los Spurs es un chico reservado al que la vida le ha hecho fuerte. Hijo de padres separados, el joven Kawhi vivía con su madre, pero pasaba largas temporadas con su progenitor, propietario de un lavado de coches en el complicado condado de Compton (Los Ángeles), echando una mano cuando había trabajo. Una tarde su padre sería asesinado a tiros en su propio negocio. Al día siguiente, Leonard jugaba un partido de instituto en el que anotaría 17 puntos, insuficientes para la victoria de su equipo. Solo se derrumbaría al finalizar el choque. Este suceso aceleraría su madurez y lo fortalecería mentalmente; aunque no cambiaría sus hábitos. Sus calificaciones académicas siguieron siendo muy buenas y su humildad permanecería. Muestra de ello es que aun conduce una vieja camioneta Chevy Tahoe del 97 pese a haber firmado un contrato por 94 millones de dólares en 2015. Su argumento: “no se estropea y no la debo”. Irrebatible.
Otra muestra de que el baloncesto ocupa prácticamente todo el tiempo de Leonard es su ausencia en redes sociales. Mientras la mayoría de los jugadores, sobre todo los más jóvenes, son muy activos en la red, Kawhi pasa por completo de las mismas. No tiene Instagram (hay una cuenta reciente que lleva su nombre pero que no ha sido confirmada), la última actualización de su Facebook se remonta a agosto de 2012 y su Twitter lleva casi un año inactivo (con solo 4 tweets desde su apertura). Definitivamente su trabajo es su prioridad. Ya lo dijo su actual coach en el primer año del joven talento en la liga: «Creo que va a ser una estrella. Y a medida de que vaya pasando el tiempo, será la cara visible de los Spurs. En ambos lados de la cancha es realmente un jugador especial. Y lo que me hace estar tan seguro respecto a él es que quiere serlo. Quiere ser un buen jugador, un gran jugador. Acude temprano a entrenar, se está hasta tarde, y es un chico ‘adiestrable’. Kawhi es como una esponja”. Palabra de Pop.
Kawhi Leonard no necesita de adornos, ni de publicidad gratuita. No protesta a los árbitros una decisión que no comparta, ni cuestiona el juicio de su entrenador. No se da golpes en el pecho tras anotar una canasta importante, ni se adorna haciendo un mate. No se dirige al banquillo rival para desafiarles. No gesticula, de hecho en ocasiones hasta parece que se esté aburriendo. No recurre al trash talking para descentrar a sus adversarios, porque se muestra confiado de que su capacidad; y si esta no le llega trabajará hasta que el hábito le dé ese plus necesario para derrotarlos. Kawhi Leonard está lejos de ser una estrella pese a ser ya uno de los mejores jugadores del planeta. Es más bien la anti-estrella, porque cuando abandona la cancha olvida los focos.
En los tiempos de LeBron, Kevin Durant, Westbrook, George o Harden, solo ha sido superado en votos para el premio al mejor jugador de la temporada por Stephen Curry, quien ha relegado a Leonard al segundo lugar. Pero ojo, tal vez el próximo MVP vista de negro. (Ka)Why not?
Tenerife. Estudié sociología aunque siempre he estado vinculado al mundo de la comunicación, sobre todo haciendo radio. Deporte en general y baloncesto más a fondo.
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