Si la de Sadio Mané dolió por lo que significa el futbolista para un país modesto como Senegal y para el fútbol en general dentro y fuera del campo, la ausencia a última hora de Karim Benzema escuece a más no poder. El francés, que solo ha disputado un Mundial (el de Brasil 2014, donde anotó tres goles y el conjunto galo cayó ante Alemania en cuartos), se disponía a jugar su segunda Copa del mundo ocho años después con la intención de lograr aquello que muchos de sus compañeros se llevaron hace cuatro años en Rusia. Un título que parece que ya no adornará su palmarés.
Había quienes aseguraban que la fatiga muscular que arrastraba el delantero madridista y que le ha impedido disputar la gran mayoría de los encuentros de su equipo en los últimos meses era poco menos que un cuento. Una historia barata para escaquearse y estar a tope para la gran cita en Qatar. Es cierto que su ausencia se debe a una lesión diferente, un desgarro en el muslo después del primer entrenamiento con el grupo este mismo sábado. Pero también es un hecho que Karim encadena lesión tras otra en esta primera mitad del curso, y que el Balón de Oro ha sido su única noticia positiva en los últimos tiempos.
«Estoy extremadamente triste por Karim, que había convertido este Mundial en un objetivo esencial«, ha dicho Didier Deschamps antes de una noticia fatídica para su equipo. A la espera de conocer quién sustituirá a un jugador insustituible, lo cierto es que los galos siguen contando con una delantera que da miedo, con Griezmann, Dembélé, Giroud y sobre todo Kylian Mbappé. Está claro que, por mal que suene, Benzema echará mucho más de menos estar con Francia que Francia echar de menos a Benzema.
